El magus no debería olvidar que es más que un estudiante de las Artes de Hermes que ha logrado el estado inmortal por gracia de su Casa. Tampoco debería asumir que al lograr la perfección que la Casa Tremere ofrece vaya a ser como los vampiros que adquirieron este estado mediante la Maldición natural, y debería confiar en los instintos y poderes así proporcionados. En su lugar, es específicamente un magus de la Casa Tremere, tan avanzado de los Magi mortales como lo están los Magi de los ignorantes.
Está obligado a dominar un Arte complejo, mayor que el que concede Hermes Trimegisto, bajo la estricta guía de aquellos que poseen mayor conocimiento de los Misterios. Su dedicación no solo sirve a las metas de la Casa, ya que al alcanzar el estado más allá de la muerte, los deseos del magus se convierten en los de la Casa. ¿Por qué es así?
Es un asunto de razón inconquistable. El magus adquiere muchos enemigos a través de la alianza a su Casa. Sufre la envidia y la violencia de los vampiros naturales, quienes odian su libertad de la Maldición completa, u de los Magi, que están celosos del mayor Arte que ahora practican. No sería suficiente para el mago hacerse ermitaño. Esto rompería sus sagrados votos y aseguraría su destrucción, pero incluso sin estas consecuencias, sería una estrategia irracional. Dentro de la degenerada Orden de Hermes, los seguidores de Tremere eran la Casa Militante, gobernada por la Regla más estricta para así resistir ante todos los enemigos como un muro de escudos o una espada inigualablemente afilada. Esto es por lo que la Casa perfeccionada prevalece ante todos los enemigos. La senda de los Tremere es la de la Casa Militante, y sus estudiantes verdaderos y racionales deberían dominar las Artes que proporcionan fuerza en la guerra. La razón es lealtad. La lealtad es inmortalidad. La deslealtad es locura. La locura es muerte.