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Mercaderes

«Aquí estamos al fin. mi Señor: ¡Constantinopla! ¡Ha sido una dura travesía, pero os dije que llegaríamos sanos y salvos al Cuerno de Oro antes de que cayesen las primeras nieves allá en Londres!»

Sir Thomas de Winchester, Caballero del Reino y retoño del clan Ventrue, salió de los oscuros confines de la bodega que había sido su hogar los últimos dos meses y se quedó ante Roland, el mercader que había accedido a llevarle sano y salvo a aquel lugar. Por centésima vez, Roland se preguntó qué le había hecho aceptar el oro de aquella criatura. ¿Se debía al increíble beneficio, como se había dicho a sí mismo cuando el caballero vampiro le visitó por primera vez?

¿O acaso sir Thomas representaba algo que faltaba en la vida de Ronald desde que dejara de recorrer las rutas del Mediterráneo: ¿Aventura?

Juntos, Cainita y mortal contemplaron con asombro las torres y cúpulas de la mayor ciudad de la Cristiandad. Desde la cubierta podían ver claramente el tejado del palacio del emperador, iluminado por la luna. A su alrededor, los muelles hervían con la actividad de comerciantes, marinos, mozos de cuerda y mercaderes de todos los confines del imperio Bizantino. Y más allá. Las posibilidades y oportunidades brillaban ante ellos como joyas en la corona de un rey. Sir Thomas apartó su mirada no muerta del panorama y la fijó en Roland.

«Lo has hecho bien,» murmuró. «Te doy las gracias.»

«No es necesario, mi señor, » se apresuró a contestar Ronald. “¡El pago compensaba los riesgos!»

«No obstante, me has impresionado. Dime, Ronald, ¿cuáles son tus planes ahora que has terminado esta parte del viaje?»

«¿Planes, mi señor? Bueno, pensaba hacerme con un cargamento de especias y otras mercancías de valor y comerciar a lo largo de la costa hasta que las tormentas de invierno dejen el Canal, y entonces poner rumbo a casa. «

»¿De veras? Debo preguntarte algo: ¿por qué se limita un hombre de su pericia y sagacidad a asuntos tan modestos? Te ofrezco otra cosa. Quédate aquí conmigo, y formaremos una sociedad que llenará tus arcas con más riquezas de las que nunca hayas soñado. Necesito a alguien con tus habilidades y conocimientos. Seguro que hay negocios de sobra en esta ciudad, esperando a un mercader competente que se ocupe de ellos. Y hacer que no vuelvas a pensar en el regreso a tu fría y húmeda patria. Bien, Roland, ¿qué dices?

La mente del mercader era todo un torbellino de posibilidades. ¡La ocasión era impresionante! Sería una estupidez no aprovecharla. Una pequeña parte de su cerebro hizo sonar un aviso: podía ser peligroso, ¿pues no habia sugerido Sir Thomas que podía haber bastantes miembros de su especie acechando en las sombras de aquella ciudad dorada? Pero la excitación apartó sus dudas en un instante, y extendió la mano.

«Acepto, mi señor. Roland Fletcher, mercader, a vuestro servicio. ¿Bajamos a tierra?»

El creciente número de mercaderes en la Europa del Medievo Oscuro representa una seria amenaza para el feudalismo, simplemente porque no están clasificados en la sociedad feudal. Son personas con posiblemente la mayor porción de libertad individual que puede ofrecer la época, y viajan mucho en busca de beneficios, lo que les pone al margen de las estrictas costumbres tradicionales. El resultado es un desprecio generalizado a la mayoría de los mercaderes por parte del resto de la sociedad feudal. La avaricia es, después de todo. Uno de los siete pecados capitales, y la búsqueda pública de una meta tan vil debe llevar a la corrupción del espíritu y, posiblemente, a la condenación del alma.

Pero cuando se acerca el final del siglo XII, este desprecio va haciéndose menos común a medida que los mercaderes empiezan a gozar de influencia y riqueza. Los más exitosos disfrutan de un lujoso estilo de vida sólo superado por los poderosos líderes temporales y espirituales. La causa de esta mejora en su posición es, por supuesto, el floreciente comercio internacional.

Los asuntos mercantiles no pueden ser ignorados por ningún gobernante que quiere permanecer en el poder. Finalmente, reyes y nobles tendrán que tratar con los comerciantes y mercaderes que mueven el dinero y las mercancías por la Cristiandad.

Los Cainitas con aliados mercaderes disfrutan de los substanciosos beneficios de la movilidad y la ubicuidad. Los comerciantes se mueven con tal regularidad y son una visión tan habitual, que es raro que sus viajes sufran interferencias por parte de la nobleza o la Iglesia. De hecho, varios gobernantes consideran erróneo molestar a los mercaderes en sus asuntos, pues hacerlo reduciría la cantidad de mercancías valiosas y de lujo (como sal, vino, seda y especias) que proporciona el comercio. Así, el Cainita que desee viajar de incógnito puede convertir en aliado suyo a un competente mercader cuyos asuntos comerciales le hagan visitar varios puertos de la Europa del Medievo Oscuro.

Otros beneficios adicionales son la riqueza y la información. Los mercaderes tienen acceso a las ricas ciudades islámicas y bizantinas, aprovechando las oportunidades económicas ofrecidas por el comercio con estas regiones. Aunque la Ventrue Vivienne puede no tener ningún uso inmediato y personal para el dinero, ¿qué hay de su leal criado, el conde de Colonia? Si éste debe alzar un ejército lo bastante grande como para desafiar al duque de Flandes, necesitará dinero para pagar a los soldados. De igual uso para un Cainita son las noticias de las que se enteran los mercaderes que surcan las aguas ele tierras extranjeras. Uno de los mejores métodos para comunicarse entre vampiros de un mismo clan en ciudades lejanas es establecer una alianza con un mercader (o con el criado viajero de éste), que pase regularmente por esa localidad por asuntos de negocios.

En las ciudades donde los mercaderes se establecen como gremios, un Cainita puede infiltrarse en un poderosos sector de la sociedad urbana. Los gremios de mercaderes controlan el movimiento de vastas sumas de dinero a través de fronteras internacionales, estableciendo fondos para la exploración de nuevas rutas comerciales hacia tierras orientales. En algunas raras ocasiones, el líder de un gremio ejerce alguna influencia sobre la nobleza local, pero lo más frecuente es que tales relaciones sean secretas por razones de imagen y seguridad.

Los personajes mercaderes disfrutan de un grado de libertad que otros aliados pueden envidiar. A pesar de los prejuicios por parte de algunos miembros de la sociedad, la mayoría de los mercaderes se encuentran libres de muchas de las restricciones culturales que atan a otros habitantes del Medievo Oscuro. El sistema espera de los mercaderes que viajen con frecuencia a lugares remotos, que emprendan novedosas interacciones financieras más allá de la imaginación de la mayoría, y que hagan caso omiso de la autoridad hasta cierto punto, confiados en la consciencia de que se están convirtiendo en una parte indispensable de la base de la sociedad.

Los jugadores cuyos personajes mercaderes sean miembros de gremios pueden encontrarse a veces con sus deberes y responsabilidades para con éstos enfrentados a los objetivos de sus aliados no muertos. Un vampiro puede querer que su aliado le ayude a arruinar a un comerciante que frustra sus intentos de monopolizar un negocio, pero ¿qué ocurre si el comerciante es un compañero de gremio del personaje? A veces, los beneficios pueden verse amenazados por las peticiones del Cainita: ¿qué hará el mercader entonces?

Tiburk

Un amante de los juegos de rol...

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