Barbarroja Federico I (Nacionalidad: Sacro Imperio desde 1122 hasta 1190 )
Hijo del duque de Suabia, Federico II, y de Judith, hija de Enrique el Soberbio, era además sobrino de Conrado III. Heredó de su padre el título de duque, siendo elegido rey de Alemania y de romanos en 1152.
Su nombramiento pretendía poner fin a las disputas entre güelfos y gibelinos, pues era miembro de la casa de Welf y de la Hohenstaufen. Consiguió pacificar Alemania y limitar el poder de los señores feudales durante los dos primeros años de su reinado. Su principal pretensión fue recuperar el antiguo poder y prestigio del Imperio. Para ello, fijó el foco de su política y ambiciones sobre la Península italiana. En 1154 atacó Roma, en la primera de una serie de seis expediciones contra suelo italiano. Temeroso de su vida, el papa Adriano IV (1154-1159) huyó de la ciudad.
Se enviaron entonces mutuas embajadas que lograron concertar una entrevista en Sutri entre ambos dirigentes. Orgulloso, Federico Barbarroja no se quiso someter al tradicional gesto de sumisión al pontífice de sostenerle el estribo, hasta que fue informado de que dicha tradición, por lo demás simbólica, no significaba en modo alguno vasallaje. Consiguió ser coronado por Adriano IV rey y emperador del Sacro Imperio el 18 de julio de 1154, en Roma, tras derrotar la rebelión comunal encabezada por Arnaldo de Brescia. Este pedía en sus predicaciones el fin del poder temporal de los papas, calando sus ideas en el pueblo romano. La rebelión finalizó cuando Adriano IV lanzó un interdicto contra Roma, sometiéndose sus habitantes y expulsando a Arnaldo de Brescia, quien será ajusticiado por Federico Barbarroja. De vuelta a Alemania, pacificó el territorio nombrando a Enrique el León duque de Baviera y permitiendo a Enrique Jasomirgott cambiar su título de marqués de Austria por el de duque.
La amistad de Adriano IV y Federico Barbarroja se vio rota cuando, en 1156, el Papa se vio obligado a levantar la excomunión que pesaba sobre Guillermo de Sicilia, confirmándole como rey de Sicilia y Nápoles. Esta decisión contrarió al emperador, pretendiente de ambos reinos. Los consejos de Reinaldo Dassel, canciller del Imperio, hicieron creer al emperador que el Papa lo consideraba vasallo de la Iglesia, basándose en una pintura existente en Letrán en la que se figuraba la coronación de Lotario bajo la inscripción «El emperador es hecho vasallo del Papa». La pintura fue entonces destruida y la enemistad con el papa empezó a renacer. Un nuevo episodio sucedió durante la Dieta de Besançon (1157), a la que el Papa mandó dos representantes para protestar por el encarcelamiento del arzobispo Eskill, de Lund, junto con una carta en la que consideraba al trono imperial como un beneficio para la Iglesia.
Una deficiente traducción de la carta a cargo de Reinaldo Dassel hizo entender al emperador que el Papa lo seguía considerando su vasallo. Inmediatamente se desataron las hostilidades y comenzaron a publicarse escritos contra Adriano IV, postulando Federico I que el Papado debía subordinarse al Imperio. Además, el emperador otorgó en feudo los dominios de la marquesa Matilde, que ésta había legado a la Iglesia, cedió Cerdeña a Welf de Baviera, apoyó a los romanos contra el Papa y rompió los acuerdos tomados en el Concordato de Worms al nombrar por su cuenta a Reinaldo Dassel y Guido de Blandrate como arzobispos de Colonia y Rávena, respectivamente.
Dispuesto Adriano IV a excomulgarle, su muerte en 1519 le impidió finalmente realizarlo. En pleno enfrentamiento con la Santa Sede, defendió en la Dieta de Roncaglia (1158) la idea de una autoridad política fuerte desempeñada por el emperador del Sacro Imperio, ejercida de manera absoluta y universal, y con la capacidad de defender e intervenir en los asuntos de la Iglesia. La pretensión de limitar el poder del Papado exclusivamente a la esfera espiritual le enfrentó también al papa Alejandro III (1159-1181), sucesor de Adriano IV, quien apoyó en 1167 la creación de la Liga Lombarda, lo que provocó la expulsión de las tropas imperiales de territorio italiano. Por su parte, Federico Barbarroja apoyó la elección del antipapa Víctor III (1159-1164), un mero instrumento del emperador para controlar la política de la Iglesia, iniciando una estrategia que proseguirá a la muerte de éste con Pascual III (1164-1168). El apoyo a los antipapas le costará a Federico Barbarroja ser excomulgado y la absolución a sus súbditos del juramento de fidelidad que les ligaba con el emperador.
Aunque se encontraba aislado entre los monarcas cristianos por su apoyo al antipapa Pascual III, Federico Barbarroja logró entrar en Roma en 1167, entronizar en el Vaticano al antipapa y hacerse coronar por él. Sin embargo, una epidemia asoló a sus ejércitos, registrándose un gran número de víctimas mortales, entre ellas Reinaldo Dassel, diez obispos y gran parte de los nobles. Además, el apoyo de la Liga Veronesa al Papa, más tarde incrementado su poder como Liga Lombarda, obligó al emperador a iniciar intentos de pacto con Alejandro III, que serán finalmente abandonados al reconocer Federico I como papa a Calixto III (1168-1178). En 1174 reanudó por quinta vez sus intentos de expansión pero fue derrotado en Legnano (1176) y fue obligado a aceptar los tratados de Venecia (1177) y Constanza (1183), por los que reconocía a Alejandro III como Papa, renunciaba a sus pretensiones de dominio sobre los Estados Pontificios, reconocía el poder temporal del pontífice y otorgaba autonomía a las ciudades bajo su jurisdicción. A cambio, se le levantaba la pena de excomunión.
No obstante, su hegemonía sobre extensos territorios en el norte de Italia siguió incuestionable, habiendo anexionado Borgoña mediante matrimonio en 1156 y vinculado al Imperio la región de Sicilia gracias a la boda (1186) de su hijo Enrique con Constanza, hija del rey de aquél territorio. Federico Barbarroja murió ahogado en 1190 al intentar cruzar el río Saleph, durante la Tercera Cruzada emprendida contra Saladino.