Kaymaklı (también conocida Kaymakli) es una de varias ciudades subterráneas y abandonadas en la región de Capadocia, en Anatolia central, Turquía. Aunque la falta de decoración y documentación hacen difícil fijar estas fechas, y ha sido ocupada por diversas culturas a través de los siglos. Su función principal era guarecer a los habitantes de la región en caso de invasiones. Su posición estratégica en el centro de la región de Capadocia (20 kilómetros al sur de Nevşehir), la hacía un refugio fácilmente alcanzable por los moradores.
Una ciudad subterránea construida hace más de mil cuatrocientos años sobre una serie de cien túneles que, a manera de laberinto vertical, conectan distintos niveles habitacionales, talleres y hasta corrales. Su nombre actual es Kaymakli, pero era llamada Enegup por sus primeros habitantes. La misma fue construida y ampliada durante varios años por cristianos que escapaban la persecución sufrida en estas tierras y, gracias a un complejo de túneles de ventilación bien disimulados, podía albergar a cientos de personas durante varias semanas. Hoy en día es un atractivo turístico, no obstante, y por más sorprendente que parezca, varios de sus túneles continúan siendo utilizados como depósitos.
En el pasado, esta serie de túneles componía literalmente una ciudad, ya que poseía toda una serie de instalaciones, que iban desde talleres, iglesias y hasta corrales de animales, capaces de cubrir las necesidades de sus habitantes. Curiosamente, estos lugares no estaban desparramados por los distintos niveles de la misma. Sino que se administraban y ubicaban en distintas áreas bien especificadas. Por ejemplo, los talleres donde se procesaba el aceite y el vino, así como los depósitos de comida y las cocinas, pueden hallarse en el tercer piso. Esta concentración de lugares de trabajo afines, se cree, era para evitar la cantidad de dificiles trayectos verticales que de otra manera deberían haber realizado sus habitantes.
Esta ciudad, que particularmente es la más grande de la serie de ciudades subterránea de la zona, fue abierta al publico y turistas en general en el año 1964. De todas maneras, solo una pequeña fracción de la misma puede visitarse.
Si nos remontamos a la linea Vampiro Edad Oscura la ciudad antes mencionada es donde se llevo acabo la conocida “Fiesta de La Locura” donde Cappadocius encerro en las cavernas subterraneas de la ciudad a todo aquel Capadocio que, segun su criterio, no mereciera seguir con vida.
LA FIESTA DE LA LOCURA
Las cámaras y salones subterráneos de Kaymakli podían albergar hasta a 15000 ciudadanos. En la noche de la convocatoria asistieron 12000 vampiros. Estábamos atónitos. ¿Cómo un grupo conocido como el Clan de la Muerte podía tener una vitae tan fértil?. ¿Cómo podíamos ser tan numerosos?.
En una absurda y abigarrada congregación, los Capadocios desplazaron a los ciudadanos de Kaymakli, obligándoles a abandonar sus hogares mientras durase la convocatoria. De forma discreta y sutil, y con la ayuda de Caias y Japheth, Cappadocius hizo una criba en las filas de su clan.
«¿Quién de entre vosotros no ha ayudado a construir una iglesia o templo?», preguntó el fundador, ordenando a los que contestaron que siguiesen a Caias a lo más profundo de la ciudad.
«¿Quién de entre vosotros no sabe leer y escribir? ¿Quién no sigue la Vía Caeli? ¿Quién no ha empezado a buscar las respuestas al gran enigma?». Poco a poco, el número de los Cainitas reunidos fue disminuyendo, a medida que más y más de ellos bajaban a la ciudad subterránea. Seguramente el fundador tenía algún plan para ellos: No había duda de que estaba haciendo de los más aptos líderes de algún tipo de nuevo orden.
Cuando hubo hecho la última pregunta y enviado a los últimos Capadocios escogidos a las profundidades de Kaymakli, el fundador ordenó a Caias y Japheth que sellasen para siempre el portal de la ciudad. Mientras el mecanismo de piedras de molino se cerraba sobre el aullante pozo de Cainitas condenados, Cappadocius pronunció su guardia sobre el portal: «Que ningún chiquillo de Caín salga nunca de este pasaje; que ningún hijo de Seth entre».
El fundador lloraba cálidas lágrimas de sangre cuando se apartó de aquella masiva tumba. Su descuido y su obsesión habían condenado a miles de sus inocentes chiquillos. Sólo su hipocresía y su morosa humanidad le habían salvado a él y a los pocos escogidos que aún seguían fuera de sufrir el mismo destino.
«Marchaos de aquí. Este lugar está maldito», dijo Cappadocius a los residentes mortales de Kaymakli. «Marchaos y no volváis nunca».
Hasta esta noche, la prohibición se mantiene, aunque seguramente todos los ocupantes habrán caido en letargo o bajo los colmillos de sus hermanos. Sin embargo, nadie puede decirlo con certeza, pues nadie quiere poner a prueba el hechizo de Cappadocius que impide salir a los Cainitas una vez han entrado.
En otro capitulo volveremos por los Heraldos de las Calaveras