En el año 1022, Goratrix anunció a unos cuantos escogidos que necesitaba ayuda en su experimento definitivo. Invitó a Tremere, Etrius, Meerlinda y otros cuatro de los asociados más allegados a Tremere. Durante siete días con sus noches, los participantes eludieron el sueño y se enfrascaron en una serie de rituales tan complejos que las instrucciones ocupaban mil hojas de pergamino. Hojas que se quemaron en el transcurso del ritual.
Cuando la ceremonia alcanzó su climax, los participantes se abalanzaron sobre los aprendices Abrazados, Stepehen y Pharus, los descuartizaron con sus propias manos y devoraron su carne y su sangre, igual que las ménades enloquecidas de la antigüedad. De aquel delirio de violencia pasaron a un estado de éxtasis agónico y, de ahí a la inconciencia. Cuando despertaron, horas después, estaba no vivos. Eran vampiros.
Nadie, salvo Goratrix, se esperaba aquel resultado. El español Calderón se lanzó a su garganta, jurando que lo mataría por haberle ocultado el propósito del ritual. Etrius, demudado, acusó a Goratrix de pactar con diablos de primera magnitud y predijo que ese día sellaría su condena. Tremere, no obstante, sintió de inmediato la eficacia de la magia de Goratrix. Habló con esa condenada voz suya que impele a acatar sus dictados y les ordenó a todos a guardar silencia. Los retuvo cerca de sí, tras ordenar que los castellanos gobernaran sus capillas durante el tiempo que permanecieran ausentes. Pasaron en Ceoris los siete años siguientes, esforzándose por aprender y dominar las nuevas leyes que regían sus cuerpos.
Todos ellos se convirtieron en reclusos moradores de la oscuridad a los que les preocupaba el que sus compañeros de capilla pudieran ver más allá de su charada. Mas no ocurrió tal cosa; como de costumbre, sus camaradas magos estaban demasiado ocupados con sus estudios privados como para percatarse de los cambios operados en las rutinas de los demás.
DE CÓMO LOS TZIMISCE SUPIERON DE LOS TREMERE
Apareció entro los criados de la capilla un espía Tzimisce, algo que estaba claro que ocurriría antes o después. El espíritu de Ponticulus cogió control de su cuerpo y escribió una carta dirigida al señor del espía, Rustovich. Las misivas repetían el informe de Goratrix referente a la captura y ejecución de sus chiquillos, Roland, al Abrazo de Sthephen y Pharus y el ritual de usurpación. Las cartas cumplieron con su propósito y los ejércitos de Rustovich no tardaron en sitiar la capilla.
UNA GUERRA EN TODA REGLA
Los ejércitos de ghouls comandados por vampiros arrasaron las demás capillas Tremere de Transilvania, destruyendo la mayoría de ellas en apenas dos años. Los gangrel y los nosferatu se sumaron a la guerra de Rustovich. Incluso los magos sucumbieron cuando sus defensas se vieron superadas por oleada tras oleada de soldados, entre alaridos y siesos. Los supervivientes se ocultaron en el bosque y buscaron el cobijo de Ceoris. La propia Ceoris sufrió varios atentados, con los que Rustovich pretendía desmoralizar a los Tremere más que asestar un golpe mortal. Sus aliados y él llevaban las de vencer, pero seguía sin haber forma posible de traspasar los muros.
CRISIS INTERNA: 1026-1036
El auge de la guerra contra las criaturas de la noche convirtió a las paredes de la capilla en una jaula de terror. Los magos mortales podían oler el miedo en el aire. Los más perceptivos se percataron de que algo no iba bien en la jerarquía. Tanto Goratrix como Etrius se habían apartado de las actividades diarias. Sus allegados también habían optado por la reclusión. Habían restringido el acceso a muchas de las cámaras experimentales. Ruidos extraños emanaban de las mazmorras, ahora también prohibidas salvo para unos pocos.
Goratrix defendía que sólo el Abrazo inmediato de todos los miembros de la casa les proporcionaría la fuerza que necesitaban para contraatacar a sus enemigos vampiros en igualdad de condiciones. Etrius abogaba con la misma pasión, por mantener la calma y obrar guiados por la cautela. El Abrazo improvisado e indiscriminado de magi no acarrearía más que confusión y deserciones. Sus colegas tenían que recibir una preparación metódica y cuidadosa para abandonar sus ilusiones de moralidad. Tremere estaba de acuerdo con Etrius, lo cual no impidió que enfrentase a los dos hombres y removiera las cenizas del odio añejo que se profesaban. En varias ocasiones, Etrius hubo de repeler ataques mágicos exploratorios apuntados contra él. Culpaba a Goratrix de los mismos, por lo que solicitó la mediación de Tremere. Éste lo apaciguó, pero no se preocupó de contener la rabia de Goratrix. Ambos rivales llegaron a la conclusión de que su señor estaba poniéndolos a prueba. Tendrían que combatir, y el vencedor se merecería el favor de Tremere. Reclutaron aliados entre los magi Cainitas. Calderón y el francés LeDuc se pudieron de parte de Etrius, otros apoyaron a Goratrix, y la talentosa Meerlinda buscó una solución definitiva al conflicto. A pesar de sus esfuerzos, los dos bandos siguieron lanzándose ataques ocasionales durante el transcurso de la década siguiente.
EL INCIDENTE DE TESALÓNICA
Corría el año 1036 cuando Etrius visitó la capilla de otra orden hermética, los Bonisagi, en Tesalónica. Allí buscó libros que versaran acerca de los vampiros. Durante su estancia en aquel lugar, hubo de resistir el asalto de un ejército de diminutos homúnculos sibilantes de dientes de fuego. Eran fruto de un hechizo lanzado por Vitorio, un mago mortal influenciado por las enseñanzas de Goratrix. El hechizo extrajo la esencia material para los autómatas de juguete, no del ladrillo y el mortero de la capilla, como se pretendía, sino de la carne y de la sangre de otros magi que dormían cerca de los aposentos de Etrius. Ninguno de los magos de Tesalónica perdió la vida, aunque varios sufrieron mutilaciones: a uno le agujerearon los ojos, otro se quedó sin carne en las piernas. Los Bonisagi, furiosos, rastrearon el funesto hechizo hasta su origen. Llegaron a la conclusión de que no era sólo que Ceoris se encontrara inmersa en una guerra civil, sino que sus magos sin duda apelaban a los poderes del averno. Aquella historia corrió de boca en boca con la virulencia de una enfermedad y, en cuestión de meses, hubo llegado a los oídos de todas las capillas europeas. Tremere empleó cinco años de visitar a un poderoso contacto tras otro, persuadiéndolos a todos de que el incidente de Tesalónica había sido un malentendido monumental. Vitorio fue ejecutado como único acusado del desmán.