Los Brujah todavía no han entrado en decadencia, aunque, si las palabras de sus antiguos más fatigados son ciertas, se encuentran en el borde del abismo. Como clan, parecen sufrir de demencia precoz, por decirlo en la jerga del Doctor Freud, ya que algunos de ellos se aferran a un noble legado de origen clásico, mientras que otros se han dejado degradar con el tiempo y convertirse en un sombrío reflejo de los mayores fracasos de la era victoriana.
Si se sigue la historia de los Brujah, teniendo en cuenta su fiabilidad, se puede encontrar un amplio espectro de Vástagos. Desde los reyes filósofos de la antigüedad hasta los alborotadores y los gamberros aplastadores de cráneos del East End londinense, los Brujah parecen unidos sólo por su disparidad.
Sin embargo, éste no es el caso, ya que los Brujah están tal vez más cerca del mundo mortal que el resto de la raza de Caín en lo que respecta a sus emociones. En muchos de los no-muertos parpadea y se desvanece la llama de la vida, como una luz de gas que se queda sin combustible. Sin embargo, en los corazones inmortales de los Brujah todavía brilla la pasión, lo que da pie a su reputación como clan «enérgico», por decirlo diplomáticamente, o como dementes temerarios, parafraseando a los miembros de la sociedad vampírica que los deploran.
Resumen
Los Brujah se han extendido a lo largo y ancho del imperio de la Reina Victoria, y sea cual sea su origen étnico o cultural, son uno de los clanes más dados a «hacerse nativos» de cualquier lugar concreto. Del mismo modo, los Brujah victorianos se extienden a lo largo de todo el espectro social, pero tienden a congregarse en los extremos de éste. Dentro de la elite, los Brujah más maduros e intelectuales frecuentan los salones y Elíseos de la Estirpe. Al mismo tiempo, las calles se encuentran verdaderamente abarrotadas de Chusma, desde Ladronzuelos y matones hasta proxenetas, contrabandistas y hombres de reputación dudosa. De hecho, el Clan Brujah tiende a encarnar los conceptos dickensiano y victoriano de lo más alto y lo más bajo al mismo tiempo. Como los Brujah tienden a congregarse en los dos extremos de la escala, sus actividades se entremezclan con facilidad con las de los pudientes y los no pudientes de la sociedad mortal. Como sus pasiones oscilan enormemente, encuentran en la era victoriana un cuerno de la abundancia de intereses civiles. Los Brujah se cuentan entre los fenianos colocadores de bombas, seguidores de las teorías de Marx, defensores del darwinismo, miembros de las filas del Canciller de Hierro, los Fabianos de Londres (y agitadores de la misma causa dentro del Sabbat) e incluso entre los francmasones.
En el pasado, los Brujah ostentaban un legado de sabiduría que templaba su pasión, y se entregaban a causas que reflejaban los fuegos que ardían eternamente en sus corazones muertos. Sin embargo, en la actualidad, los Brujah adolecen de un mal espiritual que podría resultar su perdición si no lo sanan rápidamente. Es casi como si el mundo hubiese cambiado demasiado para los Brujah, y tal vez los haya dejado detrás. En estas noches, los antiguos están fatigados por el peso de siglos de lucha por causas que avanzan con dolorosa lentitud, sólo para verse eclipsados en unas pocas décadas por los cambios provocados por los retoños de la era victoriana. Los jóvenes Brujah, que carecen de la experiencia de siglos para equilibrar sus ambiciones, esperan que las costumbres de estos tiempos tumultuosos posean el mismo peso ante los ojos de otros Vástagos. Es decir, están tan acostumbrados a los cambios rápidos y radicales de la época que no comprenden que su inclinación hacia las novedades significativas los aparta no sólo de sus propios mayores (cuyas ideas de «progresista» podrían incluir todavía conceptos despóticos), sino también de los miembros más conservadores de otros clanes. Los Brujah han pasado rápidamente de representantes idealistas del nuevo orden Vástago a neonatos marginales y antiguos abusivos.
Dominio
El dominio es una idea curiosa en lo que respecta a los Brujah. Por otra parte, el clan en conjunto es muy territorial, y sus miembros ostentan el poder sobre ciertos territorios y los protegen celosamente ante la sola idea de la falta de respeto de otros hacia su poder. Por otra parte, los Brujah a menudo son tan desorganizados que les resulta imposible mantener controlados sus dominios. Por esta razón hay tan pocos príncipes Brujah, y los que existen rara vez muestran la misma dedicación fervorosa a la causa que presentan sus compañeros de clan «menos competentes».
Geográficamente, los Brujah tienden a formar bolsas de poder numérico, pero esto se debe tanto a su hábito de dar el Abrazo a proles mayores como a que cualquier región en especial sea más apropiada para sus gustos que otras. Las regiones de poder Brujah incluyen Italia, partes de Gran Bretaña (como Londres y Gales), e incluso parte de las tierras bárbaras de Europa Oriental, especialmente en el sur, donde se supone que se asentaron tras verse arrastrados fuera de Roma por parte de los Ventrue en noches remotas). Dentro del Sabbat, la presencia de los antitribu Brujah es notable en España, y superada sólo por el dominio de los Lasombra, y en enclaves de la Mano Negra esparcidos también por Italia.
Un fenómeno extendido en la época victoriana es una especie de toma de posesión «comunal» sobre el dominio. En ciudades donde se asientan proles de Brujah, o en zonas menos urbanas en las que estos se reúnen o engendran progenie, el concepto de dominio se aplica ocasionalmente a territorios propiedad de facciones o familias de Canalla, y no de un Vástago en particular. Estos dominios pueden resultar realmente terroríficos para curiosos a los que se descubra en ellos, ya que los Vástagos que ostentan su posesión persiguen a los intrusos por sus territorios al igual que lobos que ahuyentan a sus presas en un bosque a la luz de la luna. Esto se aplica especialmente a los humanos, que pueden verse acosados por un cuadril la de monstruos sedientos de sangre entre las chimeneas y las casas de mala nota de vecindarios que desconocen.
Nadie puede decir si estos dominios compartidos han surgido como resultado de algún estimulo moderno (algunos estudiosos han advertido un aumento en esta costumbre desde la publicación del Manifiesto Comunista) o como reacción a la sobrepoblación sin precedente de las ciudades.
Los Brujah de clases superiores a menudo ven con malos ojos a estas «manadas deplorables», aunque muchos se abandonan a esa misma costumbre también, si bien de un modo más refinado. Estas proles no son los hambrientos perros mestizos que se encuentran en las calles manchadas de hollín, sino más bien pandas, sociedades secretas o incluso familias aristocráticas. En estos casos, las proles de Brujah se forman en casas parroquiales ancestrales o se quedan como invitados durante una larga temporada (normalmente mediante palabras seductoras o a la fuerza) en los terrenos de algún apoderado.
Los demás no-muertos ven en el mejor de los casos estas cohabitaciones de Vástagos con curiosidad, y en el peor como indecorosas. Una vez más, se dan acalorados debates sobre el tema. Algunos sugieren que, aunque la ética victoriana imperante estima en lo más alto la intimidad, los rebeldes Brujah se reúnen en grupos para oponerse a la norma cultural. La propia Chusma no tiene reparos en comentar el tema. Las cosas son como son, y no hay motivo para echar por tierra los gustos de los Vástagos.
Los individuos inteligentes son conscientes de que las proles no son el único tipo de presencia de los Brujah en la era Victoriana. En muchos lugares, especialmente entre los antiguos, un solo Brujah basta y sobra, idea que comparten muchos de éstos Brujah solitarios. Esta Chusma tiende más a lo erudito que a lo iconoclasta, y aprovecha al máximo la maldición de su no-vida para estudiar algún asunto de importancia personal o a perseguir una causa con la gallardía estoica de los mártires. Estos Vástagos suelen ser seres huraños, solitarios, poco acostumbrados a recibir compañía, pero entusiasmados en secreto con el contacto con cualquiera que comparta sus intereses o pueda debatir otros temas interesantes. De hecho, estos Brujah son en cierto modo similares a los vetustos e introvertidos Tzimisce, y se convierten en «señores de la montaña» en Europa Oriental o en ermitaños enclaustrados en escenarios más civilizados.
Intereses
El grueso del Clan Brujah es tan tumultuoso en la época victoriana como lo ha sido siempre a lo largo de la historia, ya que parece eternamente enzarzado en alguna cuestión iconoclasta u otra. Por lo tanto, es típico que gran parte del clan ignore que ese asunto es tema de debate, al tiempo que otros miembros discutan acaloradamente hasta el último detalle del mismo. Aunque este comportamiento podría parecer una comedia de errores para un observador exterior, los Vástagos sabios son conscientes de que no es así. De hecho, arrojar luz sobre el asunto es una forma de ganarse la enemistad de un Brujah, ya que ¡quiénes son los demás para meter las narices en las graves cuestiones de los más apasionados de entre los Condenados? Pocos adversarios son tan tenaces y mortíferos como un Brujah que se sienta desairado.
El tema de debate actual para la Canalla es la participación del clan en la secta conocida como la Camarilla. Hace siglos, cuando la sociedad de los Vástagos había de valerse de sus garras para evitar a la Inquisición y las hogueras, la Caramilla cumplía su función de protección mutua. Sin embargo, en la actualidad, el gran consejo se ha derrumbado por su propio peso. Los antiguos de otros clanes fomentan la desconfianza hacia los progresistas Brujah, y los Vástagos de todos los clanes han dejado de lado el gran propósito de la Camarilla, y ahora lo usan como cortina de humo para quitar de en medio a otros que se oponen entre ellos y sus planes insignificantes.
Las facciones moderadas obtienen el apoyo constante de la Camarilla, pero bajo una postura formalmente opuesta. Esos Brujah piensan que la Camarilla todavía tiene potencial, pero que necesita controlar los excesos de sus miembros más abusivos. Existe un elemento radical que propone la escisión, el abandono de la anquilosada Torre de Marfil y la participación informal en el llamado fenómeno de los «clanes independientes».
Para estos Brujah, la Camarilla fracasa no sólo en la práctica, sino también en concepto; no hay nada que salvar. Aparte de estos dos grupos principales de opinión, a veces se presentan otras posturas más radicales, pero rara vez tienen consecuencias o duran mucho tiempo. El Sabbat, evidentemente, es una pesadilla satánica, y las demás pocas opciones marginales ni siquiera son dignas de perder el tiempo comentándolas.
Aparte de esta preocupación general, pocos Brujah tienen cualquier cuestión que los una más allá de las fronteras geográficas o sociales. La mayoría se contentan con ocuparse de sus propios asuntos o planes personales, y éstos a menudo ocupan una porción importante de su tiempo libre. Desde las causas sociales, políticas y militares hasta cubrirse completamente con el sudario de la Yihad, los Brujah a menudo son propensos a encontrar una cuestión que les inspire o les enfurezca, y después pasan una considerable cantidad de tiempo ocupándose de él.
A menudo se asocian el delito y los aspectos criminales con los Brujah, y no necesariamente sin razón. Como no-muertos, la Canalla no desconoce las actividades ilegales, y a algunos, sus inclinaciones sobrenaturales les ayudan enormemente en otros aspectos de estas actividades ilegales. Entre los Brujah se encuentran cabecillas de bandas, peristas, contrabandistas, asesinos, matones, piratas y otras ramas de profesionales del delito. Los Brujah también son elocuentes agitadores, y animan tanto a otros Vástagos como a mortales a seguir sus propias causas. Su habilidad natural con la Disciplina de Presencia incluso les permite utilizar de modo sobrenatural la fuerza de su carisma sobre un grupo. De hecho, ésta es una actividad corriente para los Brujah, y, una vez más, su amplio abanico de intereses les proporciona muchas opciones al enfrentarse al desafío de oponerse a una cosa o promover otra. Ya se ocupe de ensalzar la virtud del gobierno zarista de Rusia o de condenar públicamente las inhumanidades de la revolución industrial, un Brujah habilidoso no tendrá problema para convencer a oros de lo justo de su cruzada personal.
Estos tiempos que tenéis ante vosotros son materia prima para el cambio. Ahora el mundo es diferente, y los días de la aristocracia y la tiranía tocan a su fin. No, todavía no es el momento de que suceda, no soy tan ingenuo como para creerme el único impulsor del progreso en el mundo ahora mismo. Pero soy uno de los impulsores, y cuando el mundo de los Vástagos ya nos haya visto sacudir la planta baja de la Torre de Marfil lo suficiente, no tendrá más remedio que cambiar para atender a nuestras necesidades o derrumbarse a nuestros pies. -Piotr Sielanovitch, revolucionario Brujah