Para muchos, los Lasombra son una pesadilla encarnada, una negra plaga que asola el mundo de los Cainitas y el de los mortales por igual. El clan posee una nobleza perversa, aunque, de ser así, sigue un extraño código de caballerosidad. Es cierto que los Lasombra inflingen dolor y terror, pero es un dolor refinado y un terror sutil, no el hacha tosca de un verdugo ni la carnicería histérica del asesino de Whitechapel. Prefieren dañar a sus rivales atacando a sus seres queridos. Los Lasombra, extremadamente astutos, son, por así decirlo, las arañas que invitan a la mosca a tomar el té en el saloncito. El mejor consejo al conocer a uno de ellos es no confiar nunca en él, ya que estos vampiros nunca se toman en serio otros intereses que los suyos. Le único problema de ese consejo es seguirlo: los Guardianes hablan con tal sinceridad que ni siquiera necesitan recurrir a sus poderes Cainitas para persuadir de sus ideas a quien los escucha. Como lideres del Sabbat, no había nada más imprudente que hacer menos a los miembros de este clan. Los lasombra son de una eficiencia brutal, y dejan bullir sus pasiones y ulcerarse sus hostilidades. Aunque los Ventrue podrían sugerir que la mejor venganza contra un enemigo es vivir más tiempo con él, los Lasombra suscriben la idea de que la venganza es un plato que se degusta frío.
Resumen
Los movimientos de los Lasombra recelan una extraña mezcla de lo subrepticio u}y lo sutil. Para un Guardián, no basta con hacer fracasar a un rival: hay que destruirlo. Al mismo tiempo, si alguien llega a ver realmente al Lasombra destruir a su rival, este abra fracasado, ya que nadie volverá a confiar en él ni a infravalorarlo en el futuro. La opinión popular con respecto a este clan puede ser complicada. Algunos los consideran maestros de la manipulación, mientras que otros los consideran tiranos fanáticos. Si se les preguntase, probablemente preferirían lo segundo, aunque en realidad serian más bien lo primero. Pero, si nadie sabe que son manipuladores, ¿acaso no quiere decir esto que son muy buenos manipuladores? La primera impresión de los Lasombra haría creer a quienes los conociese que poseen orígenes aristocráticos. Que esto parezca cierto o no depende del Lasombra en particular, y muchos siguen el consejo de de Maquiavelo, y creen que el miedo es mejor motivación que el amor. En este aspecto, ciertos Cainitas ven un reflejo sombrío de los Ventrue, una opinión de resonancia sorprendente, teniendo en cuenta que los propios Lasombra no proyectan imágenes. En la época Victoriana los Lasombra siguen asentados en las instituciones que les han servido tan bien a lo largo de los últimos siglos, la aristocracia y la iglesia.
Por supuesto, se enfrentan al mismo problema que los Ventrue, ya que la aristocracia no sólo se reduce noche a noche, sino que también ostenta cada vez menos poder a medida que las corrientes mortales apartan al mundo del feudalismo. La iglesia sigue siendo poderosa, pero su poder es cada vez menos, debido a que el cristianismo es principalmente una religión de clase media en este momento, e incluso una posición importante de estos individuos es en gran medida secular o está interesada en una espiritualidad alternativa. Este es un momento de desafíos para los Lasombra. Si siguen abandonándose a su crueldad gratuita, despertarán una ira justiciera capaz de expulsarlos del mundo para siempre. Al mismo tiempo, sus antiguas costumbres cada noche están más anticuadas, y deben dar con una alternativa viable si quieren seguir siendo relevantes para el mundo de la Reina Victoria y lo que vendrá después.
Dominio
Los miembros del Clan Lasombra escogen cuidadosamente sus dominios y prefieren los territorios que reflejen sus gustos refinados y su tendencia a la ostentación, pero también es necesario que la crueldad a la que se abandonan no haga que algún inquisidor justiciero les desentierre y les atraviese con una estaca al sol durante el día. Por esta razón, se concentran en los vecindarios en declive o en auge, donde pueden cometer sus maldades mientras convencen al rebaño de que se trata de la voluntad de Dios, o en refugios tan apartados del resto del mundo que puedan literalmente dejar a un recipiente seco en el suelo del salón durante una semana sin que nadie mueva un dedo. De hecho, a los Lasombra les preocupan más los refugios que los dominios, ya que pocos Guardianes quieren tener que molestarse en todos los detalles insignificantes (como tratar con los mortales) relacionados con el mantenimiento de un dominio. En este aspecto, prefieren las mansiones grandiosas, los terrenos bien cuidados, las estructuras clásicas en las que puedan yuxtaponer la belleza del lugar y la fealdad de su obra en la tierra o las casas de Dios para recordar al Creador que los puso allí con una finalidad. Por supuesto, la influencia es un tema distinto, que se describe a continuación, pero es poco inteligente asociar la ambivalencia de los Lasombra hacia un dominio con una incapacidad de ejercer poder en una zona determinada. La fuerza de los Lasombra está tan arraigada como la de cualquier Ventrue en su dominio escogido, aunque estos dominios son menos y más separados, en su mayor parte debido al hecho de que los Ventrue también superan en número a los Lasombra.
Los Lasombra no suelen engendrar proles y si una zona sirve de dominio a muchos Lasombra, probablemente sean producto de diferentes sires. Gran parte de la sensación de realización de los Lasombra tiene su propio camino en el mundo. Es cierto que los chiquillos prestigiosos contribuyen de forma positiva a la propia reputación de un sire, pero sólo suelen convivir linajes consanguíneos en un mismo lugar en el caso de uno que rechace verdaderamente separarse de su progenie. Los centros Lasombra incluyen gran parte de España y Madrid y Toledo brillan con especial fulgor como joyas simbólicas de la corona. Italia también alberga a más que suficientes Lasombra, allá donde predomine el Sabbat, los Lasombra pueden superar en número a otros clanes de la secta al menos por dos a uno, incluido los Tzimisce. A lo largo de la frontera europea oriental existen dominios menores de Lasombra, pero más como casos excepcionales que como verdaderas representaciones del alcance de la secta. En los últimos años, los Lasombra han puesto los ojos en Gran Bretaña con el pretexto de que, si han sido capaces de enterrar a su propio progenitor, fácilmente podrían hacer lo mismo con el príncipe Matusalén de Londres. Sin embargo, no son tan estúpidos como para enfrentarse a Mithras tan abiertamente, sino que van introduciendo a miembros del clan poco a poco en los feudos ingleses con la esperanza de ir creándose una presencia allí, para que una noche el Matusalén pueda levantarse rodeado por los colmillos hambrientos de los fanáticos Guardianes.
Intereses
Lo que los Lasombra no tienen de verdadera nobleza, lo suplen con dedicación. Muchos Lasombra deben lealtad a los antiguos de su clan o a diversas ramas del Sabbat. La mayoría del clan se ve impulsado por su objetivo y si tienen dificultad en encontrar una para sí, se afilian a una que vean como su superior.
La cultura de los Lasombra es pródiga en esta relación de mentor y cuando un Lasombra abandona la tutela de su sire, puede actuar como «escudero» de otro Lasombra. Algunos incluso son asignados a mentores por sus propios sires. Unos pocos Lasombra prefieren mantener a sus chiquillos cerca (¿Tal vez por desconfianza?) y ocasionalmente los envían como emisarios a otros dominios Lasombra o ciudades del Sabbat. Por supuesto, esta táctica no engaña a nadie (la diplomacia victoriana no ignora el concepto del espionaje), pero ellos lo acometen todo con grandes muestras de nobleza e incluso preocupación por otros Cainitas. El chiquillo de un Guardián puede servir como consejero o confidente y proporcionar a otro Cainita un punto de vista que se les haya ocurrido. Por supuesto, este chiquillo enviará cartas o telegramas constantemente a su sire para explicarle todos los asuntos relativos a los barcos de esa empresa o las minas de diamante de ese Cainita. Los Lasombra también encuentran una gran motivación en el Sabbat, y su posición como líderes de la secta ocasionalmente les permite utilizar plenamente a la Espada de Caín para sus propios fines.
En el ámbito individual, ¿qué Lasombra no querría tener a sus órdenes a una legión de soldados fanáticos listos para enfrentarse a la Muerte Definitiva, siempre y cuando haga pasar sus deseos por el bien común de la secta?. La Vendetta se traduce fácilmente en «atacar a poderosos antiguos de la Camarilla», quitar de en medio a un rival rápidamente se convierte en «extirpar traidores de la secta» y acabar con un príncipe cuyos intereses en la misma empresa supongan un obstáculo para las propias ambiciones resulta mucho más fácil al describirlo como «liberar una ciudad de la presencia dominante de la Torre de Marfil». Muchos Lasombra alcanzan puestos elevados dentro del Sabbat y obtienen títulos como obispo, arzobispo y cardenal. Pocos aspiran a ser prisci, cuyo poder no es tan formal como ellos prefieren, o a sacerdotes ya que los Guardianes sirven a la causa de un modo mucho más admirable como ducti dentro de las manadas. Sin embargo, muchos se unen a los paladines y templarios y entran a formar parte de los séquitos de otros Cainitas poderosos.
Como sucede con muchos miembros del Sabbat, los Lasombra han creado su propio código moral. La Senda de la Noche tiene mucho en común con la filosofía de la religión judeocristiana, aunque siguen mucho principios opuestos a los de ésta. Algunos Guardianes adoptan esa Senda con la esperanza de poder desatarse libremente, pero sus verdaderos seguidores saben que es tan difícil seguir sus principios como la Palabra de Dios. De hecho, ambas son la misma cosa ya que según los creadores de la Senda de la Noche, Dios creó a los vampiros para que cometiesen maldades en el mundo, de manera que mostrasen a los mortales lo que les espera si se inclinan por la maldad. Esta cuestión sigue siendo motivo de debate entre los Lasombra. Los seguidores menos rigurosos de la Senda parecen contentarse con cometer «el mal» porque sí, y dejan a su paso atrocidad gratuita y violencia sin sentido. En opinión de los seguidores acérrimos de la Senda, estos «ángeles negros» son incluso peores para el mundo que la Camarilla, ya que no tienen más finalidad que saciar sus propias ansias perversas del caos. Los verdaderos creyentes parecen tener los hechos de su parte: los seguidores menos estrictos de la Senda tienden a caer en manos de la Bestia con bastante rapidez, al abandonarse de forma tan descuidada a sus actividades malévolas. Los fieles afirman que cualquiera puede ser destruido, lo que es difícil es hacerlo con conciencia de ello. Si lo único que hace falta para ser un vampiro es salvajismo, entonces la Inquisición tendría razón, y los vampiros son un azote que se debe eliminar. Pero la Inquisición no tenía razón.
No sabes lo bajo que puede caer un cainita antes de encontrar la esencia de lo que realmente es. Nosotros procedemos de la noche, rechazados por el mismo dios que nos ha creado. Yo les pregunto, si creen que Dios ha planeado que hagamos otra cosa que no sea el mal del que somos capaces ¿Por qué echarnos de su lado en lugar de destruirnos sencillamente? No se trata de una cuestión que deba cuestionarnos. Es una llamada a actuar. -Pablo Ortiz, Paladin del Sabbat.