No todas las víctimas del Beso de un vampiro se levantan para convertirse a su vez en Vástagos: Crear un nuevo vampiro requiere un esfuerzo consciente, y con frecuencia una autorización. El Abrazo es el término para el acto de convertir a un mortal en vampiro. Cuando un Vástago quiere crear progenie, sus cacerías toman nuevas características. Ya no se limita a buscar alimento, sino que se vuelve más artero y perceptivo, buscando la combinación perfecta de comportamientos personales propios de la inmortalidad.
Las razones para Abrazar a nuevos vampiros varían de un Vástago a otro. Algunos sires sienten un gran remordimiento por su maldición, y eligen mortales que puedan «devolver algo» a la depravada raza de los Vástagos. Unos pocos vampiros buscan grandes artistas, pensadores, creadores o simplemente almas apasionadas, cuyos talentos deban ser preservados para siempre. Estos Vástagos suelen sufrir mucho cuando ven las consecuencias de su egoísmo, pues el Abrazo suele destruir la chispa de la creatividad. Los vampiros carecen de la facultad de innovar verdaderamente: cabalgan las tendencias humanas en lugar de asentarlas, y hasta sus obras más inspiradas son simplemente pálidas imitaciones de la obra mortal precedente. Es una ironía que los Vástagos que querrían preservar para siempre el don de un chiquillo hagan en realidad más daño al talento de su progenie que el que haría el simple paso del tiempo.
Otros Vástagos son vengativos con el Abrazo, eligiendo mortales a los que desean ver sufrir. Muchos Vástagos, no obstante, Abrazan movidos por la soledad o por el deseo. Estos vampiros son invariablemente los peor librados, pues tras la culminación de su deseo o su angustia no reciben compañeros, sino monstruos tan despiadados y depredadores como ellos.
Raramente se Abraza por capricho: el derecho a crear progenie se otorga muy de cuando en cuando, y los que observan las Tradiciones son remisos a desaprovechar una oportunidad que puede tardar mil años en aparecer de nuevo. No obstante, algunos vampiros son veleidosos, negligentes o simplemente inconscientes del derecho del príncipe a destruirles a ellos y a su progenie. Las filas de los Caitiff están llenas de Vástagos que no conocen su linaje, de otros creados accidentalmente por vampiros descuidados y de retoños de sires que no se preocupaban por ellos.
El acto físico de crear un Vástago noes complejo, aunque muchos sires se niegan a explicárselo a sus chiquillos. El vampiro desangra primero a su víctima hasta dejarla al borde de la muerte… lo que no es difícil, pues una vez administrado el Beso la víctima suele estar demasiado embelesada por el deleite para resistirse. Tras extraer toda la sangre mortal del futuro chiquillo, el vampiro le pone algo de la suya en la boca. La cantidad puede variar, pues algunos vampiros amamantan a los chiquillos con sus muñecas mientras otros le dejan caer una gota de vitae en los labios y se quedan mirando cómo la Bestia toma el control. Se dice que los vampiros del Sabbat Abrazan a sus chiquillos y después los entierran, obligando a la progenie a abrirse camino a través de la tierra de su propia tumba.
Sea cual sea el curso de acción, el chiquillo sufre una muerte física y espiritual de la que se alza poco después. En muchas ocasiones, la muerte es un período de gran dolor y angustia; el chiquillo sufre espasmos y se estremece a lo largo del proceso.
El instante del renacer, en compa-ración, es quizá el mayor placer que puede sentir un Vástago, y probable-mente el último éxtasis verdadero que conocerá. A medida que el proceso místico transforma el cuerpo muerto del chiquillo, corrige las imperfecciones y con frecuencia lo embellece, aunque de forma surreal. Es una belleza temible, una gracia depredadora como la de un tiburón o una serpiente venenosa. Los sentidos se afinan también hasta un nivel sobrenatural, revelando sonidos nunca percibidos, estímulos táctiles desconoci-dos, gamas de colores imperceptibles para ej ojo humano y miles de olores reconocibles.
El sentido del gusto también se desarrolla, aunque hacia un solo y terri-ble sabor. Sólo una sustancia satisface al vampiro: la sangre humana. Desde el momento en que se levanta, el vampiro es un esclavo de la pasión de su Hambre y cada noche a partir de su Abrazo experimentará un ansia que sólo podrá saciar alimentándose de miembros de su antigua especie.
Tras el Abrazo el chiquillo es conocido como un novato, quedando bajo la guía y protección de su sire hasta que éste lo declare preparado para enfrentarse solo a la noche. Es responsabilidad del sire educar al chiquillo en las costumbres de la Estirpe, aunque tal educación raramente es formal: suele ser incompleta y está siempre condicionada por los prejuicios y celos del maestro. Muchos sires, deseando conspiradores, sicofantes o simplemente primos, envenenan las mentes de sus chiquillos contra sus enemigos u omiten intencionadamente importantes datos para dominarlos mejor.
Primeras Noches
Al entrar en el mundo de los Condenados, el chiquillo aprende acerca de la sociedad de los no-muertos a través de la tutela y la experiencia acumulada de su sire. Si éste le presenta a otros Vástagos, el novato puede conseguir conocimiento de primera mano sobre la pompa y el ritual propios de la sociedad vampírica. Muchos sires, no obstante, alejan a sus chiquillos de los demás Vástagos, temiendo que aprendan algo inconveniente.
Muchas de estas primeras noches se pasan aprendiendo lo que significa ser un no-muerto. El neonato se encuentra inevitablemente con su Bestia, y cae en frenesí o aprende rápidamente a someter su llamada salvaje. El sire puede ofrecer consejo y ayuda para contener al depredador, o contemplar cómo domina a su chiquillo para luego reprenderle por su debilidad. Es ahora cuando el neonato descubre que la no-muerte es en realidad una maldición; a pesar del poder otorgado por el Abrazo ya no es él mismo, y debe estar siempre en guardia frente al Hambre que arde en su interior.
El chiquillo aprende también (¡demasiado tarde!) a apreciar la capacidad emocional de los mortales. Como vampiro su corazón ha muerto, dejando un frío cadáver incapaz de sentir nada de verdad. Muchos compensan esto forzándose a sentir, conjurando recuerdos de emociones muertas mucho tiempo atrás. La desesperación es todo lo que queda en el corazón de muchos Vástagos que se dan cuenta de todo lo que han perdido al morir.
Las primeras noches son tiempo de frías revelaciones. Muchos novatos no pueden aceptar el terrible nuevo mundo nocturno en el que han renacido, optando por encontrar el olvido bajo los rayos del sol en lugar de seguir con su existencia.
Caza
La lección más importante que aprende un Vástago recién creado es cómo cazar presas humanas. El sire asu-me invariablemente un papel esencial en el proceso, ya sea instruyendo al neonato en el arte de alimentarse o dejando que lo haga por sus propios medios para ofrecerle una crítica después.
La malicia del Vástago tiende a salir a la luz cuando enseña a cazar a su chiquillo. Muchos vampiros niegan un «período de destete» a su progenie, durante el cual puedan subsistir con sangre de animales. De hecho, algunos omiten informar de que la sangre de animal puede sustentar a un Vástago. Vuelven a sus retoños contra la humanidad de inmediato, obligándoles a cazar aquello que eran hasta hace pocos días.
El neonato aprende pronto que la caza es el eje de la existencia del vampiro. De todas las prácticas en las que el sire instruye a su chiquillo, alimentarse es la única imprescindible para la supervivencia. Así, muchos sires enseñan a su progenie a saborear la caza, alimentando sus pasiones con el terror de la presa o recreándose en la anticipación de un trago de sangre antes incluso de que ésta moje sus labios. La alimentación del vampiro, conocida como el Beso, provoca un gran éxtasis en el recipiente, la persona de la que se bebe. No hace falta decir que el Vástago siente también un deleite físico al llenar con la vitae el vacío de su alma.
Los vampiros se alimentan de distintas maneras, según su personalidad. Algunos prefieren la brutalidad de cazar a quien deseen, manejando toscamente a sus recipientes y abandonándolos des-pués. Otros se toman grandes cuidados para aumentar la sensualidad del Beso, preparando elaboradas seducciones y reuniendo verdaderos harenes de aman-tes mortales de los que alimentarse. Otros Vástagos roban la sangre de sus recipientes sin que éstos se den cuenta, alimentándose de los durmientes o de los olvidadizos. Los vampiros también experimentan los efectos de beber la sangre de recipientes con características peculiares: la vitae de una persona enferma sabe mal y puede tener efectos perjudiciales, mientras que un Vástago que se alimente de alguien borracho o drogado se sentirá como si él mismo estuviese bebido o colocado. Algunos vampiros disfrutan de este libertinaje indirecto y buscan a recipientes intoxicados.
A fin de cuentas, cada vampiro cultiva su propio estilo y preferencias particulares al alimentarse. El aprendiza-je da una oportunidad de definir estas preferencias, y el sire suele disfrutar observando los primeros y tambaleantes pasos de su chiquillo hacia la condición de verdadero depredador. Pero el Vástago debe aprender también a obser-var la Mascarada mientras se alimenta. Con este fin, suele lamer las punciones hechas por sus colmillos, sellándolas por arte de magia parano dejar rastro de su presencia.
Refugios
A medida que un novato va aprendiendo las costumbres de la Estirpe, debe establecer su propio refugio. Aunque probablemente pase sus primeras noches en compañía de su sire y en la seguridad del refugio de éste, inevitable-mente llega el momento de abandonar el nido.
Elegir un refugio es un proceso muy personal, tanto como decidirse por una residencia mortal. Sin embargo, un vampiro debe considerar ciertos requisi-tos a la hora de escoger su morada que los mortales no necesitan tener en cuenta.
Obviamente, debe ser seguro frente a los rayos del sol. Incluso el más ligero roce de luz solar puede hacer que un Vástago estalle en llamas. El refugio debe ofrecer también un aislamiento razonable: los vecinos curiosos que observan las idas y venidas nocturnas del ocupante del apartamento de al lado pueden ser una molestia. Por último, el refugio debe ofrecer seguridad física. En las horas diurnas los vampiros duermen profundamente, y aunque consigan des-pertarse actúan de forma torpe y letárgica. Los enemigos que descubren el cubil de un vampiro tienen una gran ventaja sobre ese Vástago, pues se encuentra a su merced. Por estas razones, muchos vampiros prefieren los refugios inaccesibles o muy bien vigilados. Los nosferatu se decantan por el secreto que les ofrecen las cloacas, y ningún Ventrue que se respetase a sí mismo pensaría en algo que no fuese el apartamento más lujoso. Algunos Vástagos conservan sus moradas mortales como refugios, mientras que otros eligen lugares que nadie miraría dos veces, para desanimar a visitantes inoportunos.
Dominio
Aunque sólo los más poderosos vampiros afirman su dominio sobre regio-nes, muchos Vástagos reclaman táctica-mente áreas de influencia personal. Por supuesto, numerosos príncipes permiten reclamar sólo los refugios y sus alrede-dores como dominios.
El dominio de un vampiro es el área donde éste es la autoridad, el rey del castillo, como si dijéramos. Esto no significa necesariamente que tenga algún «control» o interés sobre la zona, aparte de que es nominalmente se «coto de caza». Los demás vampiros que quieran visitarlo deben pedirle permiso.
Pocos vampiros jóvenes reclaman un dominio más allá de sus refugios; los antiguos han ocupado ya las mejores zonas de la ciudad. Es una buena contención entre los Vástagos de muchas ciudades, pues el creciente número de no-muertos debe sobrevivir con los menguantes recursos ofrecidos por la zona. A veces la revuelta o la sutil usurpación son los únicos medios de adquirir un nuevo dominio.