Una confederación de bastardos
¿Organización? Debes estar de broma. Como dije, las congregaciones de Caitiff suelen ser dispersas, ya sea una coterie para protegerse unos a otros o un movimiento político. Estamos solos en este mundo, apartados incluso de la sociedad aislada de la Estirpe. A no ser, por supuesto, que queramos unirnos al Sabbat, pero ya he explicado lo que pienso de ello. Así que no, no estamos organizados, pero se nos puede categorizar.
Basura urbana
Los vampiros estamos adaptados a la ciudad. No somos la excepción. Muchas presas y refugios, anonimato y la compañía de otros de nuestra naturaleza, aunque nos rechacen. Si puedo ser atrevido, mi posición como foráneo me da una perspectiva de la que careces y me dice que tras
las grandes aspiraciones de la Camarilla o el Sabbat cada noche, todas sus fiestas y su política no son nada más que excusas vacías para pasar el rato con otra gente que pueda entenderles. Los Vástagos imploramos ser comprendidos, y los mortales no pueden, o más bien no deben, entendernos. Entonces, ¿Qué pasa con los parias entre los parias? He visto muchos Sheriffs que pasan la noche llevando las cuentas de los Caitiff o zarandeándolos. De hecho, somos un excelente recurso. Me atrevo a decir que ocupamos un nicho crítico en nuestra ecología social. Servimos como chivos expiatorios para las maquinaciones y errores de los Vástagos legítimos, o como ejemplos para demostrar la fuerza y el poder de vampiros más poderosos. Un Caitiff no es el omega en la jerarquía social, sino el lacayo, el niño de los azotes en la estratificación de las castas vampíricas no nombradas.
Para quienes sólo quieren apañárselas, agruparse es un movimiento natural. Los miembros de una coterie de Caitiff pueden vigilarse y apoyarse mutuamente, y ofrecer compañía y alguien que se preocupa por ti cuando los demás te ignoran. Algunos hasta logran hacerse con un pedacito de ciudad para sí mismos, normalmente los lugares que no interesan a ningún otro vampiro. Lugares como los Yermos, los peores suburbios, sin beneficios y con mala caza. El Príncipe sólo lo permite si no quiere dispersar a la chusma, sino mantenerla fuera de la vista. Por supuesto, cuando esa pequeña reserva de dominio Caitiff le interesa a cualquier Vástago legítimo de un Clan, tienen que ceder el paso. No es que sea algo difícil para un Caitiff experimentado: apañárselas lo mejor posible es un modo de vida para los sin Clan. Desafortunadamente para ellos, esas bandas que se asocian entre ellas suelen acabar rompiéndose antes de poder convertirse en una amenaza potencial para la paz. Un Sheriff puede afirmar que son cualquier cosa, desde Diabolistas a espías del Sabbat, y nadie saldrá en su defensa.
Otros optan por trepar el tótem por el camino difícil. Siempre hay lugar para un Vástago dispuesto a hacer los trabajos sucios que nadie quiere, y nadie reconoce los logros de un Caitiff más allá de darles ínfimas migajas de poder, formación mínima, recursos exiguos o algún favor menor del que cualquier otro vampiro se reiría. Un Príncipe astuto puede usar a estos Caitiff desesperados y, con el paso de los años, quienes tengan éxito una y otra vez pueden ganarse una mínima reputación, o incluso respeto, por hacer el trabajo. Recuerdo a una Sheriff que usaba a los Caitiff de la ciudad como Sabuesos. Reclamaba el crédito de todo su trabajo, pero los cuidaba bien con derechos de Caza y refugios. Una correa corta en una jaula de oro. Su parte nunca es igual a la de los autodenominados Vástagos reales, pero un esfuerzo constante reporta
habilidad y voluntad, y estos Caitiff pueden demostrar ser agentes y oponentes astutos. Lucharán por lo poco que tienen con todas sus fuerzas.
La alternativa son los Anarquistas, que puede que desprecien a los Caitiff, pero no es un obstáculo tan grande. Como parias autoproclamados, los Anarquistas a veces aprecian la libertad inherente de la naturaleza Caitiff y otros hasta la envidian, lo que nos coloca en otra situación social incómoda. No tenemos las maldiciones de sus Antiguos, las Debilidades que los atan al sistema que desprecian. Nunca serán tan libres como nosotros. Siempre he encontrado los Estados Libres Anarquistas más hospitalarios que la Camarilla e infinitamente más que el Sabbat. ¿Por qué no me quedo allí? Francamente, los Anarquistas suelen ser malos historiadores. Hay poco de la cultura que valoro.
Además, si me ofrecieran igualdad de derechos en la Camarilla, disfrutaría de su ciudadanía. Por ahora, lo mejor que puedo hacer es dar una buena impresión. Lo que menos esperan los Vástagos legítimos es el poder de la debilidad percibida. Un Caitiff puede aprovechar que lo subestimen para tomarlos por sorpresa. El poder aprender una variedad de habilidades sin las limitaciones de un Clan nos hace versátiles, especialmente en combate. Igualmente, nadie espera que seamos más astutos, y quienes son buenos en los juegos de poder pueden obtener recompensas inesperadamente ricas sin que nadie se entere. Por supuesto, esto es raro y, frente a la agudeza maquiavélica de los Antiguos, la mayoría de los Caitiff que están en el juego más peligroso son castigados por su audacia o captados como peones efectivos.
Príncipe de un pueblucho
Algunos Caitiff se van de la ciudad. No es ninguna sorpresa. Otros nos cazan sólo por existir y, sin dominios ni ningún Clan que nos apoye, hay pocas opciones para alimentarse, encontrar refugio y oportunidades. Pero el campo es territorio de los hombres lobo y un vampiro necesita humanos. Así que suben las apuestas y se van a los suburbios o a pequeños pueblos, lugares fuera del dominio de un Príncipe u Obispo y, dado que son el único vampiro por allí, se declaran Príncipes de cualquier páramo que elijan.
No parece muy glamuroso, ¿verdad? Tal vez no, comparado con las fiestas lujosas y las emociones nocturnas de la metrópolis, pero para el Caitiff cansado de que otros lo avasallen, lo marginen y le escupan, puede ser todo un alivio ser quien está al mando. No cuesta mucho acostumbrarse a una pequeña ciudad, y se puede Vincular rápidamente a las personas clave de la sociedad, asegurándose el control de la policía, los políticos, los negocios, los médicos y hasta los chismorreos locales. El Príncipe Caitiff se alimenta el primero sin competencia. Pueden construir una bonita no-vida cómoda y fácil si juegan bien sus cartas, viviendo mejor que lo que han vivido nunca. Entonces, ¿por qué no hay más Caitiff haciendo esto? Porque hay una razón por la que los vampiros están en las ciudades. Los pueblecitos están en medio del campo, y los hombres lobo cazarán encantados a un no-muerto solo sin protección. Las manadas nómadas del Sabbat pueden parar para descansar y reclutar de camino a las ciudades, y decidir que el Caitiff puede ser un buen recluta, deporte o comida. Lo más inesperado, quizá, son los cazadores mortales. Los pueblos pequeños tienen comunidades muy cerradas y el vagabundo vigilante de la iglesia o incluso un mortal paranoico pueden percibir las señales de manipulación y depredación vampírica.
El final más común y predecible del reino de un Caitiff es su propio descuido. La mayoría no están bien educados sobre cómo usar sus Poderes, controlar a la Bestia o la práctica de la Mascarada, por no decir manejar Ghouls o la política de los mortales. Algunos se emborrachan de poder, mientras que otros no pueden controlar su Ansia. Algunos Caitiff desarrollan extraños hábitos y necesidades, y en un pueblo pequeño los rumores se extienden rápido. No hay sombras donde esconderse, ni multitudes en las que desvanecerse, ni Camarilla que limpie su mierda. Las masas humanas no se aíslan en rebaños como en la ciudad. Es una comunidad viva y el vampiro es un parásito. Una vez revelan su naturaleza, la mera acción humana puede ser el final del Vástago solitario. Sin embargo, para unos pocos que logran aprender esto y mantienen la cabeza baja, el gobierno de un pequeño feudo es una existencia pacífica. Con el tiempo, pueden construir recursos, educarse a sí mismos en el uso de sus habilidades y aprender a manipular a los mortales para su seguridad y comodidad. Pueden ser una amenaza para una coterie o manada errante que entre en su territorio, o un aliado que puede ofrecerles refugio lejos de las intrigas de la ciudad.
Exilio
Otra vez en las grandes ciudades, no todo Príncipe acepta Caitiff en su ciudad. Aunque algunos los ejecutan directamente, la mayoría simplemente dirá a los Vástagos bastardos que los suyos no son bienvenidos y que se vayan inmediatamente.
Ciudad tras ciudad, estos Caitiff encuentran las puertas cerradas guardadas por Sheriffs encantados de dejarles claro el mensaje. El camino del exilio es tan bueno como una pena de muerte. La mayoría mueren ante las garras y colmillos de los hombres lobo, mientras que otros sufren hambre, Frenesí o son absorbidos por el Sabbat. Quienes logran sobrevivir suelen acabar de dos maneras. La primera es ser nómada. Aunque los vampiros son criaturas territoriales en busca de seguridad, un nómada toma su vida en sus manos vaya donde vaya. Algunos se cuelan en trenes y otros hacen autostop, obteniendo transporte y comida. Otros optan por medios seguros, como una autocaravana o un coche con un buen maletero. Estos Caitiff suelen reclutar a un Ghoul para que conduzca de día. Algunos adoptan una ruta de transporte, ganando algo de dinero mientras viajan en la cabina de un camión de carga. Éstos son los más aceptados por los Príncipes durante un cierto tiempo, pues no piden residencia y pueden ofrecer sus servicios como mensajeros, correos o agitadores. Un vampiro en movimiento es difícil de rastrear, y puede hacer de todo antes de que las autoridades, humanas o vampíricas, lo atrapen.
Por supuesto, esto si el Caitiff puede demostrar que no es un agente del Sabbat. No es fácil, pero algunos sin Clan creen que vale la pena por la oportunidad de obtener derechos de alimentación y entrenamiento en sus habilidades. La otra opción es la soledad en la naturaleza. Estos vampiros rara vez sobreviven de ningún modo. Con poco refugio, una dieta principalmente de sangre animal y sin compañía, su ya tenue enfoque moral oscila y se hunde. El instinto y la Bestia reclaman más de su mente consciente en la lucha del Caitiff para sobrevivir. Lo que parece ser natural para los Gangrel es algo que nosotros aprendemos a las malas. Sólo los sin Clan más excepcionales se adaptan a esto. Para el resto, sólo hay el descenso a la locura y el hambre feral hasta que un error o un enemigo más poderoso los derrote y consuma. Imagínatelo. El único lugar en el que puedes estar seguro es cerca de quienes te desprecian, escuchando rumores de Caitiff desesperados que podrían ser adoptados o misteriosamente “convertidos” a un Clan tras una década de Vínculo de Sangre o drenando la Sangre de alguien en una Caza de Sangre con éxito.
Es por eso que no te temo, Sheriff. Tal vez habría sido mejor si mi Sire me hubiera matado esa noche, porque he mirado a los ojos a la muerte y al rechazo más veces de las que nunca podrás imaginar. Sé que estoy muerto. Tal vez serás tú quien me mate, o tal vez otro Sheriff, otro Príncipe, otra ciudad. Todo lo que puedo hacer hasta entonces es prometer mi lealtad a la Camarilla, tratar de sobrevivir otra noche y encontrar algún tipo de respuestas para que todo esto tenga algún sentido.
Eso es ser Caitiff. La libertad de elegir mi prisión.
Entonces, ¿qué será, Sheriff? ¿La estaca y el Sol, o el exilio?
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