Los Fáusticos han observado el poder de la fe humana y han llegado a la conclusión de que, pese a estar atrapados en un mundo singular desprovisto de facetas, los Hijos de Adán hacen gala de un poder cuya naturaleza es igual a la de Dios. Cierto, su grado de poder es minúsculo, pero todos los niños que nacen albergan una chispa de fuego sagrado. Juntas suficientes chispas, y algún día su fuego eclipsará al sol.
Los Fáusticos consideran que el estado general de la humanidad se ha reducido enormemente desde los tiempos del Edén. Igual que unos abuelos gruñones, están convencidos de que las persona de hoy en día son más débiles, más estúpidas, más absurdas, menos razonables, menos respetuosas… más decadentes en general que en la época que ellos recuerdan. Pero al mismo tiempo, la capacidad intrínseca de la humanidad para definir la realidad que la rodea es, si acaso, mayor que cuando se contaban por millones en vez de por miles de millones. ¡Sin embargo los humanos utilizan su mayor ventaja para reprimirse! Depositan toda su fe en lo palpable… lo único que no necesita fe para ser cierto. Por consiguiente, aunque su comprensión del mundo sea mayor, esa misma comprensión constriñe y restringe la realidad en ejemplos cada vez más estrechos y limitados. Es posible que, de continuar así, la fe termine por definirse lejos de la existencia, dejando atrás un mundo frío de certidumbre absoluta y mecánica.
Aunque en este mundo no haya cabida para Dios, tampoco deja lugar a los demonios, algo que los Fáusticos no pueden tolerar. La humanidad, en el mundo de los caídos, es una hoguera que arde descontrolada, consumiendo velozmente los recursos que la alimentan y amenazando con apagarse sola. La filosofía fáustica se basa en la dirección y el cuidado de este poder: controlar el fuego, renovar el combustible y construir motores que puedan concentrar las energías divinas de la humanidad hacia fuera y no hacia dentro. Hará falta para eso una guía atenta, liderazgo, pero al final la fe humana es, en sí, la única esperanza de liberar al mundo de Dios.
Rivales: Los Fáusticos toleran perplejos a los Reconciliadores. Cierto, los Reconciliadores se aferran a la cándida creencia de que pueden reconciliarse con el Todopoderoso, pero cuando se desprendan de ese optimismo juvenil, quizá crezcan y adopten unos objetivos más maduros (es decir, más Fáusticos).
Los Luciferinos reciben un tratamiento parecido. Quizá sigan el camino equivocado hacia la victoria contra el Cielo, pero al menos tienen un mapa. La ambición fáustica por perfeccionar la rebelión humana contra Dios (o, según a qué Fáustico se le pregunte, por esclavizar a la humanidad para dirigir una rebelión espiritual contra Dios) choca de frente con la política voraz de destruirlo todo y matar a todo el mundo. Por consiguiente, se anima fervientemente a los demonios Voraces a renunciar a su cólera sin sentido y recuperar la esperanza. Si esto fracasa, los Fáusticos tienden a lanzar contra ellos a sus files humanos.
Existe una oposición más sutil con los Crípticos. Los Fáusticos se muestran seguros de tener todas las respuestas, y los molestos preguntones son más que un mero incordio: pueden poner en peligro la resolución de aquellos caídos que trabajan por construir el futuro. Pero aún, pueden sembrar la duda en el corazón de los seguidores mortales. Aunque los Fáusticos desprecian a los Voraces por considerarlo agentes del caos y la destrucción, sus diferencias con los Crípticos son más profundas e irritantes por culpa de la inmunidad a la persuasión de que hacen gala éstos. Para el Fáustico devoto, una pregunta inconveniente es mucho peor que la garra de un Voraz alojada en la garganta.
Casas: El grandor y la magnitud del plan fáustico atraen a muchos demonios ambiciosos. Hacer que los humanos se encarguen del trabajo pesado reduce ese atractivo, limitándolo a aquellos que se sientan cómodos dejando que sean otros los que se manchen las manos. Pero para quienes comulgan con ambas filosofía, el Faustinismo es la filosofía ideal.
Los Diablos, como antiguos dictadores del orden del Universos, están sin duda acostumbrados a ver cómo los demás acatan sus órdenes, y como la primera de las Casas, gozan de la confianza necesaria para atreverse a hacer grandes cosas. También los Corruptores han depositado siempre grandes esperanzas en el poder colectivo de la humanidad: Inspirarla para alcanzar la apoteosis parece una aventura fascinante. Por último, hay muchos Malefactores fáusticos. Para ellos, el atractivo no reside tanto en la magnitud del plan como en su pragmatismo. Los Fáusticos tienen un plan, con objetivos concretos, que pueden conseguirse ahora. Las tremendas habilidades de los Malefactores para tentar y manipular a los humanos ponen la guinda al pastel.
La única Casa notablemente ausente de la comunidad fáustica es la Segunda. Los Azotes son plenamente -morbosamente, quizá – conscientes de lo frágil, temerosa y falible que es la naturaleza de la humanidad. Confiar en un eslabón tan débil les parece buscar el fracaso.
Liderazgo: El Diablo Belphigor es uno de los caídos más poderosos que han regresado a la Tierra, y volvió con la ventaja añadida de residir en un recipiente tan atractivo como físicamente fuerte. Belphigor no tardó en insinuarse a la jerarquía de una de las siguientes religiones de la Nueva Era en los Estados Unidos para constituir su versión personal de la misma. Aprovechando este marco de trabajo, Belphigor espera limpiar el mundo de la interferencia divina en menos de dos generaciones.
La Corruptora Senivel, primera embajadora de su Casa ante la humanidad, también es una Fáustica, aunque con una vena más humanista. Donde Belphigor ve la revolución fáustica como la mayor esperanza para la estirpe demoníaca, Senivel confía que al final se beneficiarán tanto mortales como Elohim: Los mortales al permitirles reemplazar a Dios su Señor al mando del universo, y los espíritus al darles un nuevo amo al que servir.
Objetivos: Por lo general, los Fáusticos están a favor de la paz mundial y en contra de los métodos anticonceptivos… no por ninguna razón benévola, sino porque quieren que haya más humanos, punto. Los Fáusticos han infestado Roma y Jerusalén con la esperanza de encontrar (y dominar) poblaciones con altas concentraciones de fe. Su principal avanzada, no obstante, se encuentra en los Estados Unidos (a los Fáusticos les parece evidente que los EE.UU. son la nación más poderosa de la actualidad y, por tanto, la más adecuada para ser doblegada a su voluntad).
Concretamente, la “Iglesia de la espiritualidad Científica” de Belphigor ha adquirido una gran porción de desierto a las afueras de Flagstaff, Arizona. A kilómetros de cualquier otro núcleo de población, pretenden construir una ciudad desde cero e invitar a las personas “adecuadas” a instalarse en ella. Los Caídos perspicaces sospechan que la proximidad del emplazamiento a un gigantesco cráter provocado por el impacto de un meteorito no es pura coincidencia. Una de las primeras victorias de los caídos en la Guerra de la Ira se produjo cuando abatieron al gran Vejovis, un ángel del Firmamento. Muchos creen que el “meteorito” que hay en el fondo del cráter es nada menos que el antiguo cadáver de Vejovis.