Gangrel: La última edad de la aventura

Si se pregunta a cualquier Gangrel digno de ser considerado como tal, dirá siempre lo mismo, que los tiempos de la aventura y el misterio llegan a su fin. El avance desmesurado de la ciencia y el crecimiento de la población están empujando a la gente cada vez más lejos de los centros de sus villas y ciudades.

Cada vez más gente toma más y más espacio. Llevan sus hachas y antorchas a los bosques, dejando poco a poco menos sombras donde los misterios puedan ocultarse. Cartografían el mar y dejan menos espacio para los monstruos y lo desconocido. Los seres humanos definen y nombran sin dejar lugar para las cosas que no pueden ser nombradas. Para los Gangrel, quienes desde siempre no sólo han Cazado hombres, sino también presas aún mayores, esto implica una de estas dos cosas.

Debemos proteger del hombre aquellos lugares aún salvajes para que lo que queda no muera o se desate y mate primero a la humanidad. O bien.

Debemos Cazar con más empeño y más imprudentemente que nunca antes. Éste es el fin de una era y nosotros somos los lobos de la destrucción que limpian y destruyen todo lo que debe ser destruido para dejar espacio al siguiente gran desafío.

Encontrar la Gran Presa

Tuve noticias de esa cosa por una vieja bruja de la que a veces me alimento y que vive en una choza a las afueras de la villa. Sabe un par de cosas sobre lo que sucede en la ciudad, la gente le lleva rumores y sus corazonadas siempre son acertadas. La haría mía, pero es demasiado vieja y artrítica como para sobrevivir en la foresta. Mientras disfrutaba de mi compañía me contó que algunos leñadores perdieron la caravana hacia la ciudad y que las pieles de ciervo habían escaseado en las últimas semanas, pese a ser la temporada. Me contó que algunos de los cazadores de la aldea de las cercanías habían desaparecido. Después de que hubiéramos acabado, mientras ella se lavaba la sangre y la suciedad del pelo, me contó que una de las pieles que llegó a la ciudad era extraña. Me ofreció enseñármela y acepté.

Era una piel de ciervo, como otras miles que había visto, pero el color era extraño y el olor era difícil de describir. Esa cosa tenía una tonalidad verdosa, como si sobre ella hubiera crecido musgo o liquen, pero no era más que pelaje y piel curada. Tuve que emplear un tiempo en oler el almizcle para llegar alguna conclusión y al final se la llevé a un compañero de Clan con un olfato increíblemente agudo. Me dijo que olía a los fluidos del nacimiento, a azufre y al aire tras la caída de un rayo.

Esto no era nada.

En primer lugar traté de determinar si estaba relacionado con los Lupinos. Si conoces el área aproximada de los sucesos, normalmente puedes determinar si hubo Lupinos involucrados. Son territoriales y se aseguran de que sus territorios están lo bastante claramente marcados para que incluso el más inepto de mi Clan pueda evitarlos. Conocía bastante bien el área de la caza de ciervos, pues el rey humano es muy quisquilloso con la caza furtiva. Allí no había ninguna manada, ni tampoco era posible que ningún otro Proscrito o pariente más lejano hubiera tomado residencia en el área y hubiera empezado a hacer de las suyas. Lo habría sabido.

No. Esto parecía ser una cacería legítima. Una de las últimas Grandes Cacerías. En cierto sentido, había sido bendecido.

Vigilancia

Me ha llevado tres meses, pero creo que al final le he puesto la diana a la bestia. Me ha costado lo suyo. Como siempre, me reuní con gente que quisiera hablar conmigo. Los testigos y
las víctimas a menudo están dispuestos a contar su historia a cualquiera que los quiera creer. Estas historias normalmente son contradictorias, confusas y sesgadas, pero necesarias por los
destellos de verdad que aportan. Después pasé un tiempo con una Casandra local que conoce a fondo la cultura popular de la zona. Su conocimiento es inestimable, pero siempre exige un
precio. Pasada una semana tomé nota de cuanto podía recordar de la conversación. La mayor parte era útil. Esta vez no tuve que perseguir a un Nosferatu ni matar a un Tremere para dar los siguientes pasos. Es algo bueno.

Llegó el momento de adentrarse en el bosque. Aceché a la cosa en busca de pistas y di con un rastro de leñadores muertos que me indicó que estaba en el área correcta. A veces, mientras
dormía, oía a la cosa, pisoteando ruda y salvaje por encima. Se movía como un jabalí, acá y acullá, aplastando el sotobosque como si estuviera herida. Pero era demasiado alta para ser un jabalí. Los rastros sugerían que era un ciervo de tres veces el tamaño de un venado y mucho más pesado.

El Premio

Era el último de su especie, según lo que puedo deducir. No habrá ningún otro después de él. El olor debería haberme advertido. Pero había enloquecido y era peligroso, y no había nada ni nadie que pudiera curar lo que andaba mal. Quizás nada andaba mal, tal vez esa cosa había nacido para destruir y ser destruida.

Nosotros somos así, todos nosotros.

Esparciré sus restos y rogaré a Dios para que nada nazca con tanto dolor como la cosa que he tenido que matar hoy en el bosque. A veces estas cosas regresan mucho peor que antes. Aun así, su piel es valiosa. El fluido que la impulsaba en lugar de sangre era algo que podría mantener a un Proscrito en marcha durante un mes o más. Mi Sire, si puedo dar con él, conoce medios para preservar la piel, como hizo con las garras de ese ser parecido a un ave que cazamos diez años atrás. Me dijo que algún día me enseñaría los secretos para crear esos trofeos, si alguna vez daba con una Gran Caza propia. Éste puede ser el momento. Estoy agradecido por mi presa y estoy agradecido por la Caza, por mucho que me duela ver cómo desaparece del mundo otra leyenda.

Tiburk

Un amante de los juegos de rol...

2 comentarios:

  1. Excelente la verdad

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