El antiguo clan Baali, nacido en la antigua Ashur desciende de la Primera Tribu, los antiguos adoradores de los Hijos…
La Primera Tribu
Hubo un tiempo anterior a todo en el que las huestes celestiales estaban tranquilas y la humanidad no era mas que un montón de arcilla informe. Y entonces el Señor proclamó “Hágase la luz”, y la luz se hizo. Pero la oscuridad había creado a sus propios niños, y éstos habían sufrido terriblemente bajo la marca del Dios inquisidor. En aquellos días de la antigüedad el cielo se incendió con su furia. Su luz asoló el mundo como el fuego griego y golpeó los cimientos de la existencia como un ariete. Los Hijos, retoños de la noche, cayeron desde el cielo y se precipitaron como estrellas fugaces envueltos en llamas.
Eran poco mas que cascarones ennegrecidos por el tiempo, pero algunos sobrevivieron lo suficiente como para encontrar refugio. La caída de los Hijos había dividido la tierra, abriendo grandes simas a las grandes profundidades. Los supervivientes se arrastraron hacia un paisaje fracturado donde fueron superados por el sopor, permitiendo así al tiempo sellarlos en sus úteros de polvo. La Humanidad creada para satisfacer el narcisismo de Dios, nunca supo el terreno sagrado por el que caminaba. Ignorante construyó ciudades sobre las tumbas de los Hijos, desconocedora del gran poder que le atraía a aquellos lugares. Como las moscas invocadas por el dulce aroma de la podredumbre, los hombres elevaron sus templos y altares hacia los cielos al tiempo que eran manipulados por los oscuros sueños de los cuerpos enterrados.
Los Mortales de lo que denominamos la primera tribu fueron las primeras criaturas vivas que se encontraron con la progenie de la noche. Mientras cavaban un pozo en el exterior de la pujante ciudad de Azur descubrieron a uno de los Hijos. El Cainita se pudrió y grito ante el ojo de Dios, el sol, y maldijo su Nombre. Cada una de las palabras de la Bestia guardaba poder, y la misma tierra tembló cuando el agonizante durmiente pronunció su verdadero nombre. Pero la bestia no podía salvarse con palabras. Su piel burbujeaba como la cera y se fundía. Revelando hueso, músculo y carne ardiente. Llamó a sus hermanos pidiendo rescate y apoyo, pero sus gritos no fueron atendidos. El Hijo pereció a los pocos minutos, elevándose su carne a los cielos como humo venenoso. Sin embargo, esta breve revelación bastó para cambiar a la primera tribu para siempre. Las palabras del Hijo trajeron con ellas las semillas de una oscuridad que infectó a los responsables del descubrimiento de la terrible bestia.
La primera tribu había oído los gritos del ser el nombre de otros Hijos, y tocada por el poder de estos nombres era capaz de oír sus murmullos en el viento. Los durmientes oscuros susurraban a través de los gemidos del moribundo mientras la primera tribu aprendía a asesinar, elevando cánticos sobre el increíble poder de aquellos a los que violaban y mataban. Los mortales vieron la fuerza de los Hijos muertos y codiciaron sus dones. Buscaron a los durmientes chtónicos, les susurraron mientras reposaban y prostituyeron sus almas.
A cambio del patrocinio de los Hijos, la primera tribu se convirtió en su acólita. Los humanos aceptaron la carga de recordar la existencia de sus maestros cuando éstos se hubieran desvanecido de la memoria mortal. Mas su propósito era siniestro, ya que creian que al conocer el verdadero nombre de estas criaturas malignas tendrían poder sobre ellas. Tal era la ignorancia del hombre primitivo, ya que conocer el nombre verdadero de alguien también le da fuerza a el sobre ti. El poder nunca puede darse o tomarse libremente.