Es muy fácil que las hebras de la Creación tropiecen con zarzas. Poder. Tentación. Ignorancia. Miedo. Envidia. Como harían los espinos, dichos obstáculos rasgan los patrones hasta de los mayores magos.
Ningún hechicero escapa a su aguijón. El que crea que sus urdimbres son inmunes suele ser el siguiente en verlas reducidas a trocitos.
Abrir los ojos es embarcarse en una Senda de Espinos, un tortuoso camino que conduce a través de las Brumas y la Selva, ascendiendo la Montaña de la Iluminación. A ambos lados tenemos los Pozos del Orgullo, la Desesperación, la Perdición y la Locura. Caer en ellos es perder tu alma. En la cima, un Cenit aguarda al mago sabio. Cerca, envuelto en las leyendas y ascendiendo hacia el cielo más allá del Cenit, la fabulosa Senda Dorada trasciende el poder, los deseos y la mortalidad, conduciendo a lo más alto: la Ascensión.
En el transcurso de su vida un mago realiza un viaje de cuatro etapas mientras asciende esta Montaña:
• Comprensión, en la que las Brumas se apartan y el mago ve su nueva Senda frente a él. Éstas son las Horas de la Iluminación, y están marcadas por el Despertar y por los viajes posteriores del hechicero por la Selva de la Búsqueda.
• Instrucción, en la que tanto el Daemon como otros maestros humanos llevan al iniciado por los caminos que éstos ya han recorrido, enseñándole las habilidades necesarias para que pueda seguir su rumbo. Se trata de las Horas del Aprendizaje. El mago se rinde a la voluntad de un tutor y aprende sus Artes y costumbres.
• Conflicto, en el que las bestias (tanto interiores como exteriores) persiguen al mago por la Senda. Son las Horas del Juicio. Los enemigos y el orgullo se cobran su peaje y la locura ronda la cabeza del mago. Casi todos los hechiceros Caen durante este período.
• Resolución, que se produce cuando el mago Cae, llega al Cenit o asciende por la Senda Dorada. Es la Hora de la Soberanía cuando el místico no puede ir más allá, la de la Destrucción cuando se abre el Pozo del Infierno y el Adversario surge para reclamar su premio, o la de la Ascensión, cuando los Cielos admiten al mago en compañía de Dios. Al contrario que las otras etapas, la Resolución es única y definitiva.
La fe es esencial para poder recorrer ese camino. La visión y la experiencia son casi igual de imprescindibles. Es frecuente que un mago corra al Cenit, viendo su alma desgarrada en pedazos antes de caer en bruces al Pozo. Los peligros de este proceder no sólo afectan al propio mago, ya que un hechicero descuidado es un peligro para toda la Creación. Este motivo basta para que muchos de sus camaradas acaben con él si no puede o no quiere enderezar su rumbo. Como poco, tratarán de educarle en el camino que está recorriendo, preparándole para superar los pozos y las trampas.
Cada mago abre su propia Senda. Otros podrán aconsejarle o frenarle, pero al final Ascenderá o Caerá por sus propias decisiones. Cualquier secta, ya sea cristiana, pagana, islámica, judía o de cualquier otra fe, tiene preceptos y filosofías por medio de las cuales el viajero puede dar con su camino. Algunas llegar a proponer un derroteros hacia la perdición y la locura, lo que se conoce colectivamente como la Senda de los Gritos, que conduce directamente a los Pozos. Estos caminos degradan al mago con su consentimiento, extrayendo poder de la miseria que éste engendra. Al final, independientemente de los consejos que haya recibido o de las pruebas que haya afrontado, cada hechicero se encuentra frente a la Divinidad y tiene que dar cuenta de sus obras en el Libro de la Vida. Hasta los paganos y su ralea dan fe de esto. Podrán negar la existencia de Nuestro Padre, pero tienen nombres propios para la perdición.