La inquisición ha sido acusada de crueldad, fanatismo y cosas peores, pero sus miembros desdeñan los cargos. Saben que hay horrores caminando sobre la Tierra, acechando a los mortales y matando a seres humanos para su propio placer.
La Sociedad de Leopoldo
Y el ángel me dijo con voz potente. Muchos son los hijos de Dragón, la Serpiente, el gran Satán, y están ahora entre vosotros. Os digo, siervos de Cristo, que la Parousia está cerca, que el Segundo Advenimiento está al llegar. Los hijos de Dragón siguen creciendo y multiplicándose, y son una herida sobre la tierra. Y somos el bálsamo para su herida: debemos limpiarla con fuego y purificarla, y entonces la tierra estará lista para la Parousia, y todos seremos juzgados dignos.
– Leopoldo de Murnau, ‘El Testamento de Leopoldo’
Pero esto, sin embargo, no es su mayor maldad. Estos seres amenazan a algo más que el cuerpo humano… su objetivo es nada menos que el alma. Para combatirlos, la Inquisición debe utilizar cualquier herramienta, no importa cuán repugnante sea u ofensiva sea.
Es la Voluntad de Dios.
– Antecedentes Históricos.
– Creencias sobre los vampiros.
– Diferentes cazadores de Brujas.
– Vocabulario.
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ANTECEDENTES HISTORICOS
Uno de los primeros en ser honrado con los sagrados deberes de la Inquisición fue Leopoldo de Murnau, un maduro dominico de origen bávaro conocido tanto como por su santidad como por su ardor. Ya muy pronto en su carrera como inquisidor, Leopoldo muy pronto encontró pruebas directas de la existencia de criaturas sobrenaturales; llegó a la conclusión de que aquellos diabólicos agentes del infierno – ¿pues qué otra cosa podía ser? – eran amenazas muchos más importantes y peligrosas para la fe que los simples herejes. De hecho, Leopoldo consideraba que el aparente incremento de la actividad sobrenatural era un signo de la inminente Parousia, el Segundo Advenimiento, en el que Jesucristo volvería para combatir a las fuerzas del Anticristo. Esos sobrenaturales era las fuerzas del enemigo, ya dispuestas para la batalla. Por consiguiente, Leopoldo empezó reunir una pequeña cuadrilla de inquisidores dedicados a la eliminación de los sobrenaturales. Cuando llegase la Parousia, el salvador encontraría a su ejército dispuesto y esperando recibir órdenes.
En 1231, cuando la Iglesia comenzó oficialmente el proceso de erradicación de los albigenses y demás herejes, Leopoldo abordó a Gregorio IX y le pidió una dispensa especial para combatir a los enemigos sobrenaturales de la Iglesia. Gregorio mostró sus dudas al principio, pero teniendo en cuenta la gran reputación de Leopoldo, le autorizó a fundar una sociedad que llevase a cabo esta misión. El Papa decidió que, para preservar su eficacia (y para proteger su propia reputación en caso de que fracasare), la sociedad operaría en secreto.
Los seguidores de Leopoldo era pocos, pero dedicados. Operaban como parte de la Inquisición ordinaria, pero siempre atentos a la presencia de sobrenaturales en su jurisdicción. Bajo la guía de Leopoldo, la sociedad creció en poder, demostrando más de una vez su valía al acabar con las fuerzas infernales en medio de la cristiandad
La Sociedad Vigorizada.
En 1848, el Papa Inocencio VIII promulgó la Summis Desiderantes Affectibu, añadiendo oficialmente a las brujas a la lista de indeseables. La brujería había estado perseguida en los años anteriores, pero esto, inspirado por los Inquisidores dominicos Heinrich Kramer y James Sprenger, denunciaba a las brujas como enemigas de la humanidad, alertando al público del peligro que representaban. Nuevamente, algunos sospecharon la influencia del Coro Divino, pero cabe recalcar que los humanos son los bastante paranoicos y peligrosos por sí mismos para actuar sin necesidad de las sutiles manipulaciones de los magos.
Kramer y Sprenger eran de la escuela de Leopoldo, que por aquel entonces no tenía más de quince miembros simultáneamente, y fueron los responsables el renacimiento de la sociedad. Creían, correctamente, que si la Iglesia reconocía formalmente los males con los que se enfrentaban de forma cotidiana, la importancia (y el tamaño) de la Sociedad aumentaría.
La summies fue el primer paso oficial importante dado por la iglesia hacia el exterminio de los sobrenaturales, llevando mucha presión sobre los vástagos en particular. Con su publicación, más inquisidores empezaron a perseguir en serio a brujas y demonios. Versiones optimistas indican que varios satanistas cayeron entonces y que no todas las víctimas fueron simplemente ancianas excéntricas que hablaban con sus gatos, pero son las realistas las que dicen que sufrieron demasiados inocentes.
El año de 1486 fue importante tanto para la Inquisición como para los vampiros. Kramer y Sprenger publicaron el Malleus Maleficarum o Martillo de Brujas, un libro de texto sobre la caza de brujas, mientras los vampiros empezaban a reunirse y formar parte de una sociedad conocida como La Camarilla. Desde entonces, los vástagos operaron con mucho más cuidado, convirtiéndose en enemigos mucho más difíciles de atrapar.
El malleus maleficarum, se convirtió en el manual de los cazadores de brujas de toda Europa, utilizado tanto por los protestantes como por los católicos. Gracias a la Summis y al Malleus, la Sociedad adquirió nuevos miembros: en 1488 eran ya más de 100 inquisidores, y era obvio que la Sociedad merecía la atención papal para alcanzar su verdadero potencial.
Aconsejado por Kramer y Sprenger, Inocencio VIII mantuvo el relativo secreto de la Sociedad; por otra parte, aumentó sus recursos y propuso que se reorganizase de acuerdo con una jerarquía más definida. Esta jerarquía necesitaba un liderazgo centralizado, algo que faltaba desde la muerte de Leopoldo. Kramer y Sprenger eran demasiado famosos para asumir el liderazgo, así que el jesuita Matteo Severus, uno de sus colegas menos conocidos por público, se convirtió en el primer Inquisidor General de la sociedad de Leopoldo.
Severus comenzó la tarea de organizar a la nueva Sociedad tomando su propia orden jesuita como modelo. Los diarios del fundador, El testamento de Leopoldo, se convirtieron en el canon de la renacida Sociedad, cuyo cuartel general quedó establecido en el Monasterio di San Michel, en Roma. La nueva Sociedad de Leopoldo recurrió a las fuerzas combinadas de las dos órdenes religiosas más eficaces, los jesuitas y los dominicos, uniéndolas en una Sociedad completamente nueva.
La Inquisición propiamente dicha se mantuvo igual a lo largo de la reforma, como si sencillamente todos se odiasen unos a otros. Los católicos quemaban a los protestantes junto con los demás herejes, mientras que los protestantes eran igualmente rápidos para acusar a los demás de herejía. Entretanto la Sociedad de Leopoldo fue decreciendo poco a poco y alcanzando discretamente sus objetivos. El auge protestante dejó claro que el catolicismo había perdido su hegemonía política y religiosa, y la Inquisición fue haciéndose menos activa a partir del siglo XVIII
La Herejía Florentina
En 1658 tuvo lugar un acontecimiento que estremecería las bases de la sociedad, ayudando a la vez a solidificar su filosofía, particularmente tal y como se extiende a la actualidad.
Raffaele Renzi, un inquisidor franciscano y abbe del cenaculum de Florencia, fue acusado de incumplir sus deberes de cristiano e inquisidor y, aún más importante, de haber ayudado al enemigo. Habían llegado a un censor rumores de que Renzi conocía la existencia de diversos vampiros, magos y hombres lobo, pero no había hecho nada contra ellos. Al contrario, decía la acusación, Renzi intentaba actuar como su ministro, diciendo que no eran distintos de cualquier otro pecador y que también merecían ser salvados. Renzi dejó que le llevasen encadenado a San Michele, sin contestar si quiera a las acusaciones.
En un juicio abierto a toda la sociedad – y que fue casi ampliamente seguido – Renzi fue acusado de haber renunciado a la Iglesia, uniéndose al Diablo y poniendo en peligro a la sociedad al revelar su secreto. No había muchas pruebas, pero Renzi no hizo nada por defenderse. En lugar de ello, cuando se le dio la oportunidad de hablar, lo hizo con calma acerca de las almas asustadas a las que habían salvado y atendido, y del vampiro cuya confesión había escuchado; con lágrimas en los ojos refirió cómo había administrado el sacramento de la eucaristía a aquel vampiro. Finalmente, Renzi condenó a la Sociedad por su soberbia y por no vivir de acuerdo con la Ley de Cristo, una ley de amor y perdón.
El veredicto, por supuesto, fue rápido y definitivo. Renzi fue declarado apóstata y traidor, y quemado en la hoguera al siguiente amanecer. Renzi se puso con orgullo su sambenito, diciendo que era la cruz que debía llevar por haber prestado testimonio a la verdad. “Si estoy condenado al infierno” dijo antes de ser llevado a la hoguera, “es por haber participado en vuestra sociedad, que es una bofetada en el rostro de Nuestro Señor. Que mi atavío os recuerde lo que espera a cuantos sigan vuestros pasos”.
Al día siguiente, los otros cuatro miembros del cenaculum de Renzi fueron interrogados y ataviados también con sambenitos. La mancha de la corrupción infernal se extiende fácilmente, como una plaga infecciosa, y la Sociedad debía asegurarse de que no existiese otro como Renzi: corderos con piel de lobo, por así decirlo. En reuniones privadas, los censores y el Inquisidor General investigaron a los demás inquisidores florentinos, interrogándoles sobre sus creencias y motivaciones.
Dos miembros se reafirmaron en su entrega a la misión de la sociedad, y fueron creídos sin sombra de duda. No obstante, fueron reasignados a otros cenacula, bajo la supervisión de inquisidores más experimentados y diligentes, para asegurar que ni la menor mancha de apostasía pasase desapercibida.
Pero los otros dos miembros no se mostraron tan convincentes durante el interrogatorio. Uno confesó haber sido abordado por Renzi y haber meditado sobre sus palabras, pero rechazándolas en el último momento. El otro, tras una prolongada serie de interrogatorios – u algunas amenazas de tortura, si hemos de creer en los rumores – dijo haber acompañado a Renzi a un encuentro con los cambiaformas en los bosques de las afueras de Florencia; los vio bailando alegres y desnudos, llenos de una pagana alegría. Finalmente, en un paroxismo de lágrimas, confesó haber disfrutado de trato carnal con alguno de los cambiaformas, machos y hembras, para completar el pecado. Suplicó el perdón del Inquisidor General, jurando que cumpliría su penitencia de cualquier forma que fuese necesario.
Estos dos inquisidores fueron también llevados a la hoguera; aunque llevaban los sambenitos de los penitentes, se les consideró demasiado mancillados por su relación con Renzi.
Esta hecatombe hizo algo más que simplemente sacudir a la Sociedad: dio pie a una serie de debates acerca de si había esperanza de salvación para alguna de esas criaturas: ¿eran intrínsecamente malvadas o sólo defectuosas, o estaban más allá del espectro ordinario de la ley moral? ¿se aplica la moralidad que Dios requiere de los humanos a lo obviamente inhumano? Todo el cuerpo de la teología y la filosofía católicas quedó sumido en la discusión… Parecía que un pequeño número de Inquisidores había permitido que tales pensamientos cruzasen sus mentes.
Los más versados juristas de la Sociedad abrieron espacio al debate: algo raro, pues tales cosas suelen ser discutidas en privado. La enconada discusión se prolongó durante semanas. Hay quien sospecha que el debate fue abierto menos como un intento de unidad democrática que para detectar a cualquier posible simpatizante de Renzi y su herejía. Algunos apreciaron los méritos de los argumentos del franciscano; después de todo la Ley de Cristo era una ley de amor y perdón. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda su alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” (Lucas 10:27) y “Pues Dios amaba tanto al mundo que dio a su único hijo…” (Juan 3:16).
Sin embargo, otros repusieron que los mandatos del señor eran claros: “Si alguien se une a magos y brujos… volveré mi rostro contra él” (Levítico 10:6); “Hombres y mujeres que sean brujos o magos serán muertos, serán lapidados con piedras y su sangre caerá sobre ellos” (Levítico 10:27); y por supuesto “No dejes a una bruja viva” (Éxodo 22:18). Fueron citados otros pasajes por el estilo por los padres de la iglesia y los teólogos, y quedó claro que, aunque hay un momento y un lugar para la piedad y la compasión, no era en el trato con lo sobrenatural.
La insidiosa naturaleza de la herejía de Renzi se convirtió en el siguiente tema de discusión. El Diablo puede verdaderamente citar las escrituras; el peor pecado es el cometido creyendo que es un nombre del señor, siguiendo sus órdenes. Esta actitud era vanagloria, argumentaron los censores, y como tal, blasfemia. La cadena lógica propuesta por los argumentos de Renzi era perniciosa: si el argumento era correcto, el mismo apostolado de la Sociedad de Leopoldo estaba en un error; y si el apostolado de la Sociedad estaba en un error, entonces las declaraciones del Pontífice y las de la Santa madre Iglesia también equivocadas en lo referente a la maldad de lo sobrenatural; si tales creencias eran erróneas… ¿qué? ¿en qué más se equivocaba la Iglesia de Pedro? ¿Quizá en los mismos fundamentos de la salvación?
No, la misión de la sociedad estaba clara, y cualquier desvío de la misma no era una simple equivocación, sino desobediencia a los dictados del Señor. La herejía de Renzi era sutil y seductora: con el cebo de hacer el bien, le llevaba a uno a la blasfemia, y a nada menos que aceptar al enemigo. Aquello implicaba la relatividad del Mal, algo inaceptable.
¿Cuántos Inquisidores caerían ante tal sofisma? Preguntaron los Censores. ¿Cuántos Inquisidores más deberían vestir el sambenito de los herejes? Cada Inquisidor perdido ante esta herejía representaba otro centenar de almas perdidas al enemigo, razonaron.
El resultado estaba claro. El Concilio publicó el Decreto de 1659, también conocido como el Decreto Florentino Lo que simplemente había sido asumido o dado por hecho por la sociedad de Leopoldo era ahora una resolución oficial.
Sin embargo, lo que empezó con Renzi no murió con él; no era el primer inquisidor que cuestionaba la moralidad de la Inquisición, ni sería el último. Renzi fue sólo el primer mártir de los que serían conocidos como los Sambenito, los Inquisidores caídos.
El siglo XVIII
Este siglo no fue amable con la Iglesia. El poder temporal desapareció, el poder político se debilitó, y el poder espiritual se fragmentó. Los cambios de la época también se vieron reflejados dentro de la Sociedad. Con el mundo occidental dominado por el racionalismo y la ilustración, el número de inquisidores cayó a poco más de 50. En el Vaticano, incluso se hablaba de disolver la Sociedad. Aunque la iglesia no era especialmente partidaria de las filosofías de la ilustración, no quería tener una Sociedad semi secreta de cazadores de brujas actuando en su nombre; si la existencia de la Sociedad llegaba al conocimiento general, las consecuencias serían sin duda desagradables.
Cuando el Sumo Pontífice comenzó las deliberaciones sobre la disolución de la Sociedad, el Inquisidor General Marcus Deluca, convocó un Concilio. Para Deluca y la mayoría de sus seguidores, era obvio que la Iglesia misma había caído bajo la influencia del enemigo. El Concilio discutió muchas cosas, incluso la opción de romper los lazos con la Iglesia y conseguir plena autonomía. Pero desgraciadamente, la Sociedad dependía de demasiado del respaldo financiero del Vaticano.
En el curso del Concilio se reveló que la Sociedad llevaba sembrando la Iglesia de seguidores leales a su misión. Algunos eran meros simpatizantes, pero otros eran verdaderos inquisidores encubiertos, con la misión de fomentar el crecimiento de la Sociedad más que dedicarse a la caza. Al principio, el Concilio invocó el apoyo de los Cardenales y altos cargos que simpatizaban abiertamente con la Sociedad. Cuando los informes demostraron que estos individuos no se mostraban persuasivos en sus intentos de convencer al Sumo Pontífice, la Sociedad recurrió a su siguiente línea de defensa.
Deluca pidió una audiencia directa con el Papa. Se ignora cuáles fueron las palabras exactas de la entrevista, pero supuestamente Deluca demostró tener un muy exacto conocimiento de las intenciones más carnales del Papa hacia ciertos seminaristas… un pecado bastante escandaloso y una información ciertamente privilegiada, que sólo tenía el confesor del Santo Padre. Esta audiencia acabó con toda discusión acerca de disolver la Sociedad.
Después de todo ¿qué es el pecado menor del chantaje comparado con el deber de salvar a la humanidad del maligno? Dios sería misericordioso… o al menos, eso argumentó el Inquisidor General.
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CREENCIAS SOBRE LOS VAMPIROS
De acuerdo con algunos miembros de la Sociedad, los vampiros son Demonios llegado para habitar los cuerpos de los muertos. Estos demonios son astutos. Tan astutos que imitan cuidadosamente la personalidad y hábitos de las almas que han venido a reemplazar. Sin embargo, su génesis infernal es obvia y el peligro que representan los vampiros igualmente claros: cada vampiro busca crear a otro de su especie, para que otro demonio pueda caminar sobre la Tierra. Una fraternidad dentro de la Orden, conocida como los Hijos de Lázaro, está particularmente consagrada al exterminio de estos demonios.
No está claro cuándo se percató la Inquisición de la existencia de los vástagos. Los primeros encuentros debieron tener lugar alrededor de la época del concilio de Tolosa, pero la Sociedad no ha conseguido a hacerse con los registros de los mismos.
Lo más probable es que la Inquisición descubriese la existencia de los vampiros durante la cruzada albigense o la Inquisición española., épocas en las que tanto nobles Ventrue como Brujah, cayeron bajo las espadas de los cruzados. Una carta de Torquemada habla de cierto cautivo hereje que mostraba las más sorprendentes facultades de recuperación y fuerza física, pero se sentía locamente aterrado por el fuego. La carta no habla más del tema, que no volvió a ser abordado, pero es posible que este hereje fuese un joven vástago.
Cuando Leopoldo fundó la Sociedad, él y sus predecesores conocían la existencia de los vampiros y probablemente ya habían llevado a la muerte definitiva a más de uno. No obstante, poseían muy poca información acerca de la Estirpe. La Sociedad lo ignoraba todo acerca de las tradiciones vampíricas, los clanes y la mitología e historia de los vástagos. No sabían nada del conflicto Camarilla vs. Sabbat, consecuencia de la Mascarada, ni del Inconnu. La ironía definitiva, por supuesto, es que la Inquisición es la responsable de la Mascarada misma.
La Sociedad era la culpable de gran parte de esta ignorancia. Los seguidores de Leopoldo no se preocupaban por aprender nada sobre la política o la ideología de la Estirpe; lo único que les interesaba eran las misiones sencillas del tipo empalar u destruir. Es más, el procedimiento básico consistía en dos acciones básicas concernientes a las propiedades de un vampiro: tomar cualquier cosa de valor (para las arcas de la sociedad) y quemar el resto. Este resto desgraciadamente incluía muchos valiosos diarios u volúmenes acerca de la historia y cultura de la Estirpe, que hubiesen sido muy útiles para la sociedad. Tal comportamiento incendiario no fue en la Iglesia durante la Reforma, ni en los tiempos posteriores.
No fue hasta finales del siglo XVIII cuando la Sociedad decidió reunir y estudiar los escritos confiscados a los vampiros. Desgraciadamente, gran parte de los mismos es basura pseudoliteraria: anécdotas y observaciones acumuladas a lo largo de siglos de egocéntrica categoría. La Sociedad no puede averiguar mucho de la política de la Estirpe de los textos recuperados. Sin embargo, hay rumores entre los vampiros de que la bóveda sellada de la biblioteca de San Michelle contiene al menos una copia completa del Libro de Nod.
Los Inquisidores de la Sociedad no comprenden del todo las particularidades de la fisiología vampírica. Ciertamente comprenden lo básico: los vampiros son criaturas no muertas, a veces de inmenso poder, que se alimentan de sangre. A partir de aquí, no obstante, han sido incapaces de separar los hechos de la mera especulación.
Para empeorar las cosas, no comprenden del todo las disciplinas vampíricas: si un vampiro exhibe una tremenda fuerza física, los inquisidores asumen que todos son igualmente fuertes. Si ven a un vampiro practicando la taumaturgia, deducen que todos los vampiros tienen todas las mismas habilidades diabólicas. Estos errores, en lugar de tener a la Sociedad “preparada para cualquier cosa”, tienden a bloquear a los inquisidores en interpretaciones estáticas de que los vampiros tienen muy diversas habilidades que no pueden ser clasificadas con facilidad. Sin embargo, sí se han percatado de que los vampiros más jóvenes parecen mucho más débiles que los de otros tiempos. Si esto es un hecho o si es que los inquisidores del pasado eran propensos a la exageración está por verse.
En los últimos tiempos, los inquisidores han comenzado a hacer una aproximación más analítica de su presa. Aunque su celo no ha disminuido, estos han llegado a comprender que no pueden ir simplemente a tontas y a locas, quemando y clavando estacas a los vampiros sin entender primero a qué se están enfrentando. Algunos han llegado a llamar vástagos a los vampiros y su disposición a aprender cuanto les sea posible de la Sociedad vampírica preocupa a los Censores, siempre vigilantes frente a la corrupción.
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DIFERENTES CAZADORES DE BRUJAS
Subdivisiones de la Sociedad
La sociedad de Leopoldo, de forma muy similar a la Iglesia católica, está compuesta por un número de pequeñas órdenes y subdivisiones. Todos los miembros de la Inquisición comparten un objetivo común: la eliminación de los sobrenaturales de la faz de la Tierra, pero no los mismos intereses ni perspectivas. Hay muchas variaciones en cómo ven su misión los diferentes grupos. Algunos son meramente sectas aliadas por una ideología común mientras que otras son subdivisiones oficiales autorizadas por el Santo Oficio mismo. Las cuatro sub-órdenes oficiales son: Los Condotieri, el Gladius Dei, el Oficio de Censor y la Orden de Santa Juana (que en realidad es una orden bien distinta). Los restante grupos son vistos como meras sectas. Nos basaremos en aquellas que buscan erradicar a los vampiros de la faz de la tierra.
La Orden de San Pedro: Como San Pedro que derrotó en Roma a Simón Mago, así estos Inquisidores buscan acabar con encantadores, brujas y hechiceros (incluyendo magos vampíricos). En cierto modo, los mortales tienen poco que temer de los magos, que no buscan causarles daño directamente, pero, de todas formas, los magos suelen ser identificados con brujas, satanistas, y otros personajes cuyo poder debe surgir obviamente del mismo Infierno. Los miembros de la Orden de San Pedro se muestran en vehemente desacuerdo con la fraternidad de Alberto en su uso de la Teurgia (“El diablo escondiéndose en actos del bien” dicen), pero aún no han actuado contra los Albertinos. Muchos miembros de esta orden parecen particularmente resistentes a la Taumaturgia del enemigo. Los miembros de la Orden que se convierten en Censores parecen disfrutar con sus frecuentes investigaciones a los Albertinos.
Los Sambenitos: Según a quién te dirijas, este grupo no existe o es un veneno en el corazón de la Sociedad. Los Sambenito son inquisidores que siguen las creencias de Rafaelle Renzi, el hereje Florentino, y en vez de intentar destruir a los sobrenaturales, intentan ayudarles en lo posible. Sólo se puede ser un sambenito y operar en el seno de la Sociedad durante un tiempo; finalmente, el conflicto de intereses ser demasiado obvio y persistente.
Muchos inquisidores, en uno u otro momento, han meditado en secreto acerca de los argumentos de Renzi. Aunque está por ver si esta tendencia acabará prevaleciendo en la Sociedad o siendo aplastada por ella.
Los hijos de Lázaro: “Jesucristo Nuestro Señor es el único que pudo triunfar sobre la muerte, y sólo por su poder somos capaces de hacer lo mismo”
Para los hijos de Lázaro, los vampiros son culpables de la mayor de las transgresiones al pretender haber derrotado a la muerte misma. La secta preferiría que la Inquisición se centrase más en la eliminación de los vampiros.
Los Hijos de Lázaro son una está relativamente nueva, fundada a finales del siglo XVII. No obstante, sus preocupaciones e ideología llegan directamente al propio Leopoldo de Murnau; la mayor parte de su Testamento se refiere a sus observaciones y creencias acerca de los no muertos. Es más, Leopoldo murió combatiendo a una de estas criaturas, así que la Sociedad por él fundada tiende a sentir una animosidad especia contra los vampiros.
Esta secta es la mayor de todas y también algo extremista. Varios de sus miembros más radicales se niegan a ver con un mínimo de respeto las misiones de otras sectas o Cenacula: los magos, argumentan, morirán de todas formas, como los hombres lobo, pero los vampiros permanecerán con nosotros hasta la Parousia, y son el enemigo más fuerte.
Padres de la Buena Muerte: Este grupo, que admite sólo a sacerdotes completamente ordenados, cree que los vampiros son espíritus malignos anteriores al Diluvio, criaturas inmortales que han engañado a la ley de la muerte poseyendo los cadáveres de los no vivos. La presencia de estos espíritus es la responsable definitiva del declive espiritual de la humanidad. Los Padres de la Buena Muerte tienen la misión de seguir la pista de estos espíritus y acabar con ellos, restaurando el equilibrio de la naturaleza.
Cazadores ajenos a la Sociedad
Los Jueces: Imitando a los Jueces de la tradición bíblica, estos cazadores de brujas judíos han jurado proteger a su comunidad y a su gente de los hijos de Lilith y otros demonios. Siguen fielmente la tradición judaica, reconociendo la Torah como sus escrituras y el Talmud para la interpretación y el comentario de las mismas. Además, tienen su propio Talmud privado, una compilación secreta de enseñanzas y argumentaciones de otros Jueces anteriores (algo parecido al Corpus Maleficarum de la Sociedad).
Los jueces tienden a ignorar a los magos a favor de la caza mayor: los verdaderos satanistas, así como vampiros y hombres lobo Estos cazadores de brujas, por supuesto, tienen su propia tradición y teorías con respecto a los sobrenaturales, a veces similares a las de la Sociedad, a veces distintas. Sus filas son tan cariadas como las de la Sociedad, desde Cabalistas (que tienen considerablemente menos objeciones morales o intelectuales al estudio y la aplicación de la Teurgia que sus equivalentes cristianos) hasta guerreros fuertemente armados, rabinos y laicos, ortodoxos o reformados. Se organizan en grupos pequeños sin autoridad central. Los jueces son pocos, pero increíblemente eficaces.
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VOCABULARIO
Abbé: el líder de un Cenáculum
Anatema: Excomunión y condena General
Apostasía: Crimen cometido contra la autoridad de la Inquisición.
Apostolado: la tarea, misión que tiene un cuerpo religioso.
Auto-da-fé: (en portugués) Juicio contra un sobrenatural; normalmente una llamada a la destrucción de dicha criatura.
Breviario: libro de Oraciones
Canon: regla o creencia particular. Codificación de creencia ortodoxa.
Catecismo: Compendio o manual de doctrina religiosa.
Cenáculo: Un grupo de inquisidores que operaran juntos, típicamente pertenecientes al mismo Cenáculum, de donde deriva su nombre.
Cenáculum (Plural cenacula): Una casa de retiro y base de operaciones para Inquisidores; el cuartel general local. La palabra deriva de la habitación en la que Cristo o sus discípulos compartieron la última cena. El significado original de la palabra, comedor, no ha pasado por alto por los vástagos más viejos, que aprecian mucho la ironía etimología, particularmente de un Inquisidor.
Censor: Un inquisidor que investiga a la Sociedad en busca de corrupción infernal
Certiorari: Una posición de investigación y sospecha, que se da cuando la Sociedad cuestiona si un inquisidor ha sido mancillado en su trato con lo infernal.
Condotieri (singular Condotiere): la orden quasi militar dedicada a la protección y salvaguardia de la sociedad.
Consejo: Una llamada a todos los consejeros o miembros de la Sociedad, ya de forma regular o como acontecimiento especial.
Desacomodación: Suspensión temporal de la Sociedad.
Deus vult (del latín ‘Dios lo quiere’): el grito de batalla de los cruzados, y el lema informal de la Sociedad.
Escapulario: atavío consistente en dos piezas de tela que se unen sobre los hombros.
Evangelizar: Predicar los evangelios y extender la fe.
Herejía Florentino: La creencia de que los sobrenaturales merecen la salvación.
Hisopo: Pequeño instrumento para rociar agua bendita.
Gladius Dei: (del latín “Espada de Dios”); cuerpo de élite dentro de la Sociedad.
Inquisidor: Un miembro de la Sociedad de Leopoldo.
Inquisidor General: El líder de la Sociedad de Leopoldo.
Itinerante: Un inquisidor volante no asignado a ningún cenácula.
Novicio: Un inquisidor que está recibiendo adiestramiento.
Parousia (del griego: “Llegada o presencia”): el Segundo Advenimiento de Cristo, el Apocalipsis, profetizado en el libro de las revelaciones y en el Testamento de Leopoldo.
Provincia: Un área de jurisdicción dentro de la Sociedad.
Provincial: Un miembro de la Sociedad a cargo de una Provincia.
Sambenito: Alguien que sigue o es acusado de seguir la Herejía Florentina.
Terciario: El rango más bajo y común entre los miembros de la Sociedad.
Testamento de Leopoldo: Las visiones y palabras de Leopoldo de Murnau, fundador de la Sociedad de Leopoldo.
Teurgia: la única forma de magia marginalmente aceptada y permitida, otorgada por el cielo.
Traditor: Alguien que ha traicionado a la Sociedad de Leopoldo. La pena de excomunión y la muerte. Originalmente, un cristiano que ha traicionado su fe ante los perseguidores romanos.