Las Cruzadas y su mezcla de guerra y religión inspiraron las nuevas órdenes de caballería. De la necesidad combinada de tomar Jerusalén a la fuerza y mantener la fe y la santidad cristiana surgieron grupos adiestrados de guerreros, entregados tanto al rey como a su Dios.
Estos propósitos divididos no siempre se unen con facilidad, especialmente ahora, cuando el clero y los cortesanos conspiran y confabulan para conseguir ventajas. Para esgrimir la espada de la caballería, los candidatos deben ser armados caballeros por un monarca, mientras que para pertenecer al clero, deben recibir la confinación del Papa. Por lo tanto, para alzarse sobre la posición de postulantes advenedizos, una orden de futuros héroes de caballería necesita la aprobación de la Iglesia y del estado… y ni siquiera entonces su supervivencia está garantizada. (Diversas órdenes de caballería fueron apadrinadas por diversos monarcas o por la Iglesia y desaparecieron casi de inmediato.) Las órdenes que consiguen proliferar, obtienen poder militar y económico por toda Europa y Tierra Santa.
Generalmente, las órdenes de caballería más prestigiosas de la actualidad son de dos tipos: las militantes y las hospitalarias. Las primeras tienen un propósito de carácter bélico, mientras que las segundas supuestamente sirven a los enfermos y los débiles. Algunas órdenes combinan los dos aspectos desde el principio, mientras que otras van adoptando papeles distintos de vez en cuando. Diversas órdenes que se iniciaron con el mayor de los principios degeneraron en bandas de mercenarios aprovechados o incluso algo peor, convirtiéndose en poco más que en hordas de asesinos bien equipados.
Caballeros Templarios
Ningún grupo ha llamado más la atención ni ha provocado más controversia en el siglo XII que los Pobres Caballeros del Templo de Salomón, o los Caballeros Templarios. Según sus defensores, la orden personifica la visión completa de la caballería: caballeros como guerreros del Señor, una entidad independiente comprometida con el servicio a Dios. Para los críticos del clero, la orden (al igual que sus rivales) fomenta la insubordinación y la infidelidad a las cortes y los nobles seglares temen que la orden se independice de su control. La vestimenta característica de la orden consiste en un manto blanco con una gran cruz latina de color rojo.
Los orígenes de la orden son oscuros. De hecho, ni siquiera en los registros de la orden consta dónde se estableció. Sobre el año 1118 (aproximadamente), los caballeros franceses Hughes de Payns, Godofredo de Saint Omer y diversos otros hicieron los votos de pobreza, castidad y obediencia ante el Patriarca de Jerusalén y se comprometieron a proteger a los peregrinos de los caminos que llevaban a Tierra Santa. Casi inmediatamente, los Templarios consiguieron el apoyo de escuderos combativos y nobles poderosos.
Hughes fue el Conde de Champagne y financió gran parte de los primeros gastos de la orden; Fulk, Conde de Anjou, pronto se unió a él. En 1128, el Concilio de Troyes encomendó a Bernardo de Caraval redactar las reglas de la orden. Bernardo se sumergió en la tarea. Ya era conocido por toda la Cristiandad como miembro influyente de la Orden Cisterciense, un grupo monástico que se esforzaba en reformar la iglesia dentro del armazón de la ortodoxia radical. Los preceptos que elaboró para los Templarios encarnaban el ideal que entonces circulaba sobre la caballería, que afirmaba que era una llamada sagrada. Respaldó estos preceptos con una propaganda extensa; su obra En Alabanza a la Nueva Caballería, que escribió en la década de los 30 del siglo XII, se convirtió en el manifiesto de la cara religiosa de la caballería, pues en él confrontaba la pecaminosa indulgencia de los caballeros seglares con la valerosa y devota pureza de los Templarios. En el año 1197, sus reglas continúan estando en vigor.
Las Reglas de los Templarios
Los Templarios renuncian a la propiedad privada. Todos sus bienes pertenecen a la orden y sus superiores pueden reasignar todas las pertenencias materiales como les parezca más apropiado. Los Templarios acatan un rígido código de vestimenta, que prohíbe todo lujo y exquisiteces a favor de unas prendas totalmente blancas, negras o marrones, confeccionadas con telas sencillas. Cada caballero posee un colchón, un petate y una manta. (La regla también hace estipulaciones sobre casos de extremo frío o calor, pero sólo mediante el préstamo temporal de material adicional.)
Todos los Templarios que estén en uno de los baluartes de la orden toman juntos sus comidas, acatando el silencio y el decoro monástico. En sus comidas sólo se incluye la carne dos ó tres veces a la semana (y en Navidades, el Día de Todos los Santos, la Asunción y la Festividad de los Doce Apóstoles), y comen de dos en dos para asegurarse de que ningún miembro come mucho o demasiado poco. El señor de cada casa empuña una autoridad casi total sobre sus hermanos: puede asignarles obligaciones específicas, darles o quitarles de todo, desde ropas hasta armas, y permitirles o prohibirles que ofrezcan consejo a otros. Los hermanos que se resisten se enfrentan a las reiteradas advertencias de que el odio hacia un superior va en contra de Dios.
Ningún hermano puede poseer un receptáculo cerrado con llave o sellado, y las cartas que recibe son leídas en voz alta, si el señor aprueba el mensaje. Todos los regalos que reciben los hermanos pasan a ser propiedad del hogar y están bajo el control del señor. La prohibición de tener propiedades privadas no impide que los Templarios posean feudos. Es más, pueden poseer y administrar propiedades y criados si ganan la batalla contra los paganos o si estas propiedades permiten que la lucha de los templarios contra los paganos sea más eficaz.
Sus reglas persiguen el objetivo de crear caballeros que no sientan el temor de la muerte en una causa justa, porque conocen con certeza el estado de sus almas y carecen de aquellos enredos mundanos que impiden la osadía. Normalmente, suele funcionar. En Tierra Santa hay menos de 2000 Templarios y en Europa opera un numero similar o menor. Independientemente del número que sean siempre consiguen la victoria, haciendo que los logros de los grandes ejércitos parezcan insignificantes.
Los caballeros pueden hacer un voto de afiliación durante un periodo concreto que puede abarcar años o toda la vida. Muchos se unen a los Templarios durante algunos años y recuerdan todo lo que han aprendido para, después, llevar a cabo profesiones más laicas.
Las Clases de los Templarios
Un señor supervisa cada casa; la mayoría de los miembros son caballeros y están respaldados por una caballería ligera conocida como sargentos. Los campesinos y capellanes no combatientes respaldan a los guerreros. El Gran Maestre de los Caballeros Templarios, actualmente Gilbert Erail, es quien da las órdenes a todos los demás Templarios, y el Senescal y el Mariscal le ayudan. Tradicionalmente, operaban en el exterior de Jerusalén, pero ahora utilizan otros baluartes de Ultramar.
Inmediatamente por debajo de ellos están los oficiales de convento. El Mandatario de la Tierra de Jerusalén mantiene el tesoro de la orden. El Mandatario de la Ciudad de Jerusalén opera en la casa cabildo (o al menos, así fue hasta la conquista de Saladino); y el Mandatario de Acre hace lo mismo en la segunda casa más importante de la orden. El Pañero establece las pautas en el vestuario y el acicalamiento y coordina el abastecimiento de la orden. Los Templarios dividen el resto de sus operaciones en provincias, y cada una de ellas cuenta con un Maestre y un mandatario: Trípoli, Antioquia, Poitiers, Francia, Hungría, Inglaterra, Aragón, Apulia y Portugal.
El Crecimiento de la Orden
En poco tiempo, los señores, reyes y sacerdotes impresionados conceden a la orden una creciente variedad de excepciones a las reglas normales. A mitad del siglo XII, la orden no paga impuestos y disfruta de inmunidad ante toda autoridad, excepto de las órdenes directas del Papa. Ningún príncipe del mundo de la Iglesia puede ordenar a los Templarios que hagan algo: el resto del mundo pregunta a los Templarios; éstos aceptan o no si les parece oportuno. Los miembros de la orden construyen y mantienen castillos por todas las regiones de Tierra Santa que permanecen bajo el control cristiano, desde Cháteau Pélégrin, al sur de Acre, hasta Baghras, al norte de Antioquia. Además, grupos más pequeños de Templarios operan en el exterior de todas las ciudades controladas por los cruzados, escoltando a los viajeros por los caminos y patrullando las fronteras en busca de oportunidades de atacar a los Sarracenos intrusos. La doctrina de los Templarios anima a sus miembros a ser los primeros en avanzar y los últimos en retirarse, lo que significa que muchos Templarios mueren en aquellas batallas en las que otros hubieran huido o que, en todo caso, hubieran evitado. Estas muertes heroicas sólo inspiran más apoyo y admiración, pues la caballería hace poco énfasis en el egoísmo cuidadosamente calculado: los Templarios aquello que el resto de los caballeros no se atreven a hacer.
Los caballeros que sienten que sus vidas son bastante menos que santas, donan tierras y bienes a la orden como una forma de expiación; los mercaderes que desean demostrar la magnitud de su éxito le hacen valiosos presentes; los campesinos que desean mostrar su agradecimiento y ofrecer su apoyo a la causa justa hacen pequeñas donaciones. Todas las clases sociales de Europa contribuyen a las arcas de los Templarios, y estas donaciones han permitido edificar una de las fuerzas beligerantes más efectivas de la Cristiandad. Aunque los Templarios continúan vistiéndose según el estándar de pobreza, los maestres y mandatarios son figuras elegantes y que visten a la moda en las cortes de todo el continente. Durante las cruzadas, los Templarios suelen enfrentarse a los líderes de los ejércitos cruzados. Por orden del Papa, los Templarios deben someterse al liderazgo de los cruzados, pero la antipatía es demasiado fuerte en ambas direcciones. Los Templarios se sienten molestos porque su íntima familiaridad con el terreno y el enemigo pasan inadvertidas, mientras que los cruzados consideran que los Templarios son unos fanáticos y carecen de sensibilidad estratégica. Las afirmaciones de ambos encierran mucha verdad, lo que sólo hace que las cosas empeoren, Los Templarios tienden a brillar con más fuerza entre una cruzada y otra, cuando pueden trabajar por sí solos o con la colaboración de pequeñas fuerzas seleccionadas.
Condiciones Actuales
Aunque los Templarios mantienen extensas posesiones y cuentan con gran apoyo en Europa, en el centro de la orden, en Tierra Santa, reina el caos. En los años 70 y 80 del siglo XII, la conquista de Jerusalén de Saladino y de cada centímetro de Ultramar despojaron a la orden de sus posesiones más importantes, incluido el propio Templo de Salomón. La caída de Jerusalén llegó después de la catastrófica derrota en los Cuernos de Hattin, cuando los consejos tácticos de los Templarios y los Hospitalarios dejaron a los cristianos en una posición insostenible. Ambas órdenes pagaron un fuerte precio cuando Saladino ejecutó a 200 de los suyos. Tal y como dijo el líder de los Sarracenos: “Éstos, más que todos los demás Francos, destruyeron la religión árabe y nos asesinaron”.
La Tercera Cruzada consiguió traer cierta prosperidad al recuperar Acre y otras zonas y al emerger un liderazgo Templario más razonable, En 1197, la orden recuperó gran parte de su prestigio, pero continuó permaneciendo ajena a su verdadero propósito: Jerusalén. Como el ímpetu para volver a capturar la Ciudad Santa estaba cada vez más enfocado hacia la política y los conflictos cristianos internos, las atenciones de la orden se centraron cada vez más en Europa y en los asuntos de financiación.
Templarios y Búsqueda de Riquezas
Poco después de ser fundada, la orden empezó a implicarse en el préstamo de dinero; el primero, en 1135, se lo concedió a un futuro peregrino a Tierra Santa a cambio del derecho de controlar sus propiedades mientras éste se ausentaba. Durante el siglo XII, los activos de la orden crecieron y diversos maestres y mandatarios tomaron la iniciativa de beneficiarse de esa riqueza. Financiaban los gastos de viajes, ayudaban a los aliados en diversos tipos de necesidad y ofrecían sus servicios como árbitros y representantes. Inevitablemente, se involucraron en asuntos laicos, a menudo en detrimento de la reputación de la orden local. El mayor activo de la orden es su reputación de pureza y devoción; los préstamos perjudican su imagen.
En el mundo del Medievo Oscuro, el compromiso de la orden para las aplicaciones financieras se debate acaloradamente. Algunos de los líderes de la orden están seguros de que pueden realizar los asuntos seglares sin apartarse del camino de la misión de la orden, mientras que otros sienten con la misma fuerza que los maestres no son más libres de la corrupción que otros hermanos. El dinero hace que resulte más sencillo conseguir diversos objetivos deseables: mejor equipo, reservas de suministros extra para las fortalezas de Tierra Santa en caso de asedio, un transporte, de más confianza, etc. El dinero también llama la atención de aquellos que trabajan con él.
Afirman que aunque los regalos no paren de llover a cántaros, seguramente habrá alguna preocupación en el futuro. Paso a paso, los administradores financieros de la orden se centran cada vez más en lo que sería bueno para las inversiones de la orden en vez de en servir a los propósitos de la orden.
Los personajes que pertenecen a la orden pueden (y deben) tomar parte en este debate. No es demasiado tarde para que los miembros de la orden decidan restringir su implicación en los asuntos mundanos, asignando a algunos hermanos que manejen los fondos necesarios y pasen el resto a los beneficiarios no Templarios. Durante toda la vida de la orden hubo muchas voces que exigían la reforma y, aunque en la historia no recibieron respuesta, no debéis negarles a los personajes la oportunidad de ayudar a establecer esta diferencia.
Templarios Cainitas
Ningún Cainita puede realizar las obligaciones caballerescas de los Templarios. Ningún vampiro puede asistir a los servicios diarios de una Iglesia o trabajar como miembro de una unidad militar que libra la mayoría de las batallas durante el día. Es más, los Templarios poseen muchos más creyentes con Verdadera Fe que un grupo de tamaño similar de cruzados o uno mucho mayor de población.
Tratar con la Verdadera Fe presenta enormes problemas. Muchos Cainitas desean sinceramente adoptar los objetivos de la orden y conseguir alguna chispa de favor divino. Un vampiro puede desear proteger a los peregrinos y rechazar las fuerzas del Islam con tanta sinceridad como cualquier mortal; sin embargo, algunos de sus compañeros caballeros y diversos Templarios repelen incluso al vampiro cruzado más ardiente. Algunos Cainitas que en el futuro serán Templarios se hacen cínicos e intentan corromper a los hermanos de una casa particular para eliminar el aura de fe.
Otros Cainitas buscan (conscientemente o no) casas en las que la fe sea fuerte pero no demasiado, intentando encontrar algo intermedio entre la fe que real- mente transforma al mundo y el escepticismo oportunista. Este terreno es más pequeño en el movimiento Templario que en cualquier otro lugar, pero no es imposible de encontrar.
La Ley de los Templarios establece provisiones para que los caballeros heridos y enfermos sirvan en cualquier medida que les permita su discapacidad. Los Templarios tienen alguna experiencia con las maldiciones (véase más adelante) y no rechazan a los caballeros que, por otro lado, son útiles miembros de la orden. Por eso, aunque un Cainita no pueda actuar como miembro regular de la orden, puede adoptar un papel de apoyo: trabajar como comisario, como mensajero o realizar cualquier otra función que no implique cabalgar en la batalla durante el día. Siempre será el segundo mejor ante los ojos de otros Templarios, pero pese a todo, seguirá pareciendo útil.
Los Templarios y los poderes secretos
Los Templarios se encuentran con más seres sobrenaturales que la mayoría de los mortales del medioevo Oscuro. El papel prominente de la orden en las cruzadas la convierte en el objetivo de todo aquel que desea que las cruzadas fracasen, incluyendo vampiros, hombres lobo y magos. Los Templarios no suelen distinguir ni clasificar los monstruos con los que tropiezan, y los engloban como seres de «la prole del Diablo».
Algunos Templarios se especializan en detectar y destruir a las criaturas que frecuentan la noche (y el día) como una parte secreta de la misión de su orden. Los caza-diablos Templarios suelen moverse en grupos pequeños bajo historias tapadera que han sido autorizadas por los niveles superiores de la orden.
Los Cainitas devotos pueden unirse a estas cacerías, y en ocasiones lo hacen. Una buena historia sobre una maldición del diablo u otra desgracia (si es necesario, combinada con la Dominación) permite que un Cainita ponga en práctica su conocimiento de la existencia vampírica para localizar a vampiros que son hostiles con la orden. El vampiro puede o no tener una compresión especial de las circunstancias de otros monstruos, pero la velocidad preternatural, la fuerza y otros poderes son muy convenientes cuando los caza-monstruos están cerca de su presa. Con las Disciplinas correctas, los Cainitas Templarios pueden llegar a lugares inalcanzables por los humanos o tratar con la oposición de un modo que ningún mortal puede conseguir. La orden observa con aprobación a todos estos guerreros secretos y los recompensa generosamente por el trabajo bien hecho.
Entre los enemigos sobrenaturales de la orden, los magos musulmanes son los más problemáticos. La corriente principal de la sociedad musulmana rechaza la magia con tanta vehemencia como la Cristiandad, pero a ambos lados del muro de la creencia, los practicantes de diversas formas de conocimientos arcanos proliferan en las sombras. El tipo de maldición bajo la que puede afirmar estar un Cainita Templario puede ser contundente paran sus hermanos mortales; los magos que se dedican a combatir la orden dominan hechizos que ordenan a la salud, a la suerte e incluso al tiempo. Algunos de los baños de sangre de las ejecuciones en masa de los Templarios van a parar a los rituales del poder oscuro, del mismo modo que algunos nigromantes de la Cristiandad utilizan la sangre de los incrédulos para sus propios fines. Los Cainitas que aprenden la Disciplina de la Taumaturgia (que todavía se está desarrollando) pueden convertirse en formidables activos para los Templarios (aunque posteriormente, la práctica de la magia se convertirá en una eterna de acusación).
Los Clanes y la Orden
Assamitas: Un puñado de Assamitas han trabajado, en diversas ocasiones, encubiertos por la orden, y al menos uno lo sigue haciendo. En general, sirven como hermanos leales y eficaces, mientras esperan el momento de atacar. También contribuyen al empuje para confinar y eliminar Verdadera Fe de la orden, aunque esperan no llamar la atención de otros vampiros al hacerlo.
Brujah: A diversos Brujah, la orden les perturba. Parte de ello se debe al fuerte desagrado que sienten por el insignificante hecho de que los Brujah no inventaron la orden. Cuanto más alejado está un caballero Brujah de la filosofía y la utopía de su clan, más probable es que, como individuo, pueda sentirse atraído por la orden. De este modo, los Brujah Templarios suelen aparecer allí dónde el clan de los Brujah es relativamente débil, especialmente en Italia.
Capadocios: Pocos son los Capadocios que se unen a la orden directamente, pero por Tierra Santa, algunos miembros del clan proporcionan servicios como doctores. En Tierra Santa, el aspecto de los Capadocios realmente les proporciona ciertas ventajas porque, por extraño que parezca, obviamente no son sarracenos. En Europa, donde el enemigo se encuentra muy lejos, los Capadocios son menos aceptados por los Templarios.
Lasombra: Diversos sacerdotes Lasombra atacan la independencia de la orden, temiendo las consecuencias que puede tener una fuerza poderosa que hasta ahora ha estado despojada de la responsabilidad normal. Los caballeros Lasombra suelen preferir servir en los ejércitos existentes y, durante las cruzadas, se enfrentan desagradablemente con la orden. La intervención de los Lasombra contribuye al lento crecimiento de orden en España y Portugal.
Malkavian: Los visionarios Malkavian acuden en bandadas a la orden, sirviéndola como pueden. La visión de Bernardo resuena fuertemente en las mentes de los vampiros que buscan un nuevo acercamiento al problema de la conducta moral en un mundo inmoral. Además, el puro fervor que muchos Templarios dan a su trabajo inspira a los vampiros que buscan algo en lo que obsesionarse… para estas almas trastornadas, cualquier fanatismo es válido.
Ventrue: Ningún clan proporciona más Templarios que los Ventrue; tampoco ningún clan toma una parte más activa en ambos lados del debate sobre el préstamo de dinero. Algunos Ventrue consideran que la inmensa fuerza de la orden radica en la pureza de su enfoque, libre de la corrupción que crea la vida institucional regular, y quieren adoptar cualquier medida necesaria para evitar que la orden se convierta en un racimo de caballeros mundanos. Otros Ventrue consideran que el comercio es una herramienta con la que se pueden menoscabar las instituciones tradicionales enlodadas en el pecado y la decadencia, y consideran que la implicación financiera forma parte de la misión de la orden. Entre los participantes de este debate se incluyen individuos que, en los próximos siglos, serán prominentes en el clan principal y en la antitribu, y ambos bandos evocarán el recuerdo de los Templarios como un experimento que salió mal.
Los Ventrue apenas contribuyen a las innovaciones que hacen los Templarios en contabilidad y administración. Los miembros de este clan suelen proporcionar ejemplos y enseñanzas negativas, nacidos de la experiencia de las muchas cosas que no funcionan cuando se intentan administrar propiedades muy extensas.