Los Hijos de Haqim

Habéis venido en busca de sabiduría, ¿no es así? Cuentos que contar sobre los Sarracenos, para agradar al corazón de una dama u obtener el prestigio de un príncipe de los hombres… ¿o tal vez de más que de los hombres? ¿Qué esperabais encontrar en estas tierras? ¿Asesinos enloquecidos de sangre en busca de las vidas de los que enviaron las cruzadas contra sus familias mortales? ¿Paganos sin dios que creen que vuestro salvador no era más que un hombre, y que adoran a una piedras sagradas en vez de una cruz sagrada? ¿Astutos comerciantes árabes con largos cuchillos en las mangas, riquezas en las manos, esclavos en las cadenas y mentiras en los labios? ¿Tal vez pensasteis en medir vuestra hoja toledana contra una de las mejores de Damasco u ordenar la desaparición de un rival? Sí, encontrareis todas estas cosas entre mis hermanos, pero observad más profundamente, y veréis más de lo que vuestro sire o vuestros hermanos os hayan enseñado.

¿No me creéis? ¿Prefería aferraros a vuestras ideas preconcebidas sobre mi clan? Observadme, entonces. Tengo la piel tan oscura como cualquier africano, pero es el color de la edad que tiñe lentamente a los de mi linaje. Bajo la oscuridad, ¿son mis rasgos los de un árabe? En los días en los que caminaba bajo el sol, me llamaba Philippe Delacroix, y mi hogar era vuestro propio París. Incluso ahora, entre los de mi clan, uso la traducción española, Delacruz. ¿Aún creéis que entre las filas de mi clan sólo hay orientales? Fijaos en mis manos, manchadas de tinta, no de sangre. Soy un erudito, no un asesino. Si eso no es prueba suficiente, mirad esta espada que tengo a mi lado. No es más que una farsa, un objeto decorativo. Tomad, sostenedla, os daréis cuenta de que está menos afilada que mi lengua. Difícilmente podría ser esta el arma de un asesino a sueldo. Tampoco es tal mi hogar. Me he dado cuenta de vuestra mirada incrédula al entrar en mi estudio. Sí, todos esos libros son verdaderos, unas cuatro docenas, en total. Son mi tesoro más preciado, a pesar de la imprudencia de complacerme con posesiones materiales de tal fragilidad. La cruz de la pared también es mía, y lo ha sido desde la noche en la que exhalé mi último aliento. Supongo que Dios no tiene favoritismos, ni protege a sus siervos de lo que proviene de la noche.

Cien detalles imperceptibles, anomalías insignificantes por separado, pero que juntas componen una imagen de un Assamita que la mayoría de los Cainitas europeos consideraría remotamente creíble si tuviesen que enfrentarse a ella. Sin embargo, vos, que tenéis delante a la bestia en carne fría… ah, noto un débil resplandor de fe en vuestros ojos. Escuchad, os contaré cien historias sobre mi sangre, cada una más fantástica que la anterior, y todas verdaderas a los ojos de cualquier dios que prefiráis nombrar.

Guerreros, magos, eruditos y rumores

Los llamados Sarracenos conforman uno de los clanes más extraños entre los Cainitas, al menos según la mentalidad occidental. Separados de sus parientes europeos por la geografía, el lenguaje y la fe, han seguido un camino divergente durante siglos. Sin embargo, no puede negarse el legado Cainita que ostentan: comparten una fisiología similar con los demás clanes, salvo por la extraña coloración que experimenta su piel con la edad. Los Assamitas también se aferran a unos mitos bastante convencionales sobre sus orígenes. Afirman que su fundador, conocido comúnmente como Haqim, era un guerrero de temible poder, que recibió la vida eterna como recompensa por alguna u otra tarea, tras lo cual se dedicó al pergamino al igual que a la espada y se convirtió en uno de los sabios de mayor renombre de la Segunda Ciudad. De él surgieron las tres líneas conocidas colectivamente como hijos de Haqim, Assamitas para los occidentales.

Geográficamente, los Assamitas ejercen su influencia sobre más territorio mortal que la mayoría de los clanes europeos. Sus títeres se extienden desde el imperio almohade hasta Arabia, y han extendido su red hacia el norte, hasta los desiertos gélidos, hacia el sur hasta el interior oscuro de África, y hacia el este hasta Taugast y otros lugares desconocidos. Sin embargo, los Assamitas no son más numerosos que los miembros de otros clanes. Lo que sucede es que los territorios que consideran “su hogar” se extienden más ampliamente.

Con todo ese espacio por el que expandirse, y tantos mortales entre los que extenderse, los Assamitas se han diversificado hasta un nivel desconocido para las comunidades más especializadas de varios clanes europeas. Entre sus filas hay tres divisiones. Aunque algunos sabios Cainitas las denominan “líneas de sangre”, los Assamitas las llaman “castas”, y las consideran partes iguales del clan, al menos en teoría. Esta igualdad se debe en parte al hecho de que las dos castas que ejercen los papeles más opuestos poseen una descendencia igualmente intensa de Haqim, por lo que el genealogista más astuto sería incapaz de determina cuál es el linaje “verdadero”. Los Assamitas consideran dudoso este detalla, pero lo que las tres castas son igualmente descendientes de Haqim.

Taugast

En 1197, Europa sólo ha oído hablar de China mediante rumores de segunda y tercera mano extendidos por los comerciantes árabes. El Este se conoce con varios nombres, siendo el más corriente el de Catay, que no volverá a usarse durante otros dos siglos. En el mundo árabe, el más común es “Taugast”. Sus orígenes son inciertos, pero la mayoría de los eruditos creen que es el nombre de un reino o de alguna familia real de la región. La mayoría de los Assamitas se refieren a China como Taugast. No existe ningún nombre aceptado comúnmente para los vampiros de la zona, a los que la mayoría de los Cainitas del siglo XX llamarán “Catayanos”.

La casta con la que se topan más a menudo los vampiros europeos es la de los guerreros. Esta es responsable en gran parte de la idea que tienen los Cainitas de los Assamitas. Los guerreros son los cultura. Son expertos del asedio, maestros en el manejo de la espada, arqueros, estrategas y asesinos. En los últimos cinco siglos, los guerreros han ido poco a poco convirtiéndose en al casta dominante del clan, dirigiendo los planes de los Assamitas tanto para sus propios asuntos como para las relaciones con los demás Cainitas.

La siguiente casta por orden de popularidad es la especializada en los tipos de magia de sangre exclusivos de los Assamitas. Estos individuos, conocidos como los hechiceros (también “magos” y “brujos”), aparecen de vez en cuando en las ciudades principales de los imperios almohade y bizantino, y han participado activamente en varias batallas en tierra santa. A diferencia de los magos de sangre diseminados de cualquier otro clan o de los formales, aunque emergentes Tremere, los hechiceros trabajan a partir de milenios de saber acumulado. Su magia es la de la iluminación y la percepción extendida. Los hechiceros son la casta moderada del clan. Afirman no provenir directamente de Haqim, a quien no se le conoce ninguna labor como mago. Muchos observadores del exterior creen que son descendientes de los visires que han desarrollado su propia mentalidad a lo largo de los siglos.

Los visires, conocidos también como “eruditos” o “escribas”, poco conocidos por los ajenos al clan, pueden ser la casta más diversa. Entre sus filas se cuentan todos aquellos que valoren la sabiduría por encima del poder, o aquellos cuya fuerza se encuentre en la palabra o el pensamiento más que en la acción. Entre ellos se encuentran cortesanos, estadistas, teólogos, bardos, lingüistas, historiadores, comerciantes, científicos y artistas. Estos conforman el núcleo del clan, y se ocupan de las posesiones de los Assamitas, así como de ejercer su influencia sobre la sociedad mortal a través del norte de África y el este. Los visires con la casta más conservadora de las tres, como corresponde a su papel de recolectores primeros de la propia historia del clan.

Sobre la selección de raza y género

¿Creéis que somos tan necios como para ignorar a toda la humanidad salvo una pequeña parte y, de esa parte, la mitad? No, las dos terceras partes enteras de nuestro clan otorgan el don de la Sangre a todos aquellos a los que consideramos dignos de él, sin tener en cuenta esas consideraciones de los mortales. Los guerreros han adoptado últimamente cierta imprudencia de los mortales, pero sin duda la abandonarán dentro de un siglo, cuando sus filas empiecen a despoblarse.

Al contrario de lo que afirma el mito popular, los Assamitas dan el Abrazo a mujeres. El mayor número de mujeres se encuentra dentro de las filas de los visires, y los guerreros son los que poseen menos. Entre los guerreros islámicos, la práctica de Abrazar a las mujeres cayó en desuso a finales del siglo octavo, ya que pensaron que resultaba inmoral condenar a mujeres a la no vida.

El Califa, líder de la casta de los guerreros, ha vuelto a autorizar el Abrazo para ciertas mujeres “como experimento”, decisión que ha divertido a algunas visires y hechiceras mayores que el propio Califa. Sin embargo, esto ha tenido como resultado el asegurar que todas las guerreras Assamitas o bien rompan totalmente la prohibición o bien sean neonatas el doble de hábiles que
sus compañeros.

Al igual que sucede con los europeos, los Assamitas nunca han dudado en incluir entre las filas de visires y hechiceros a los mortales que lo merecen. Esto sucede especialmente en aquellos territorios en los que los Assamitas se encuentran en conflicto directo con otros clanes, como los reinos de Iberia y el imperio bizantino del norte. Antes de las cruzadas, los guerreros eran igualitarios también, pero desde 1096, se niegan a dar el Abrazo todos los occidentales, salvo aquellos que realmente lo merezcan. Esos pocos elegidos, al igual que sus predecesores, son
objeto de toda clase de desprecio por parte de sus “hermanos” debido a los delitos de Europa contra los árabes y la fe islámica.

Tiburk

Un amante de los juegos de rol...

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