Ubicación: París, Francia.
Bajo la ciudad de París se extiende un vasto osario del siglo XVIII, en el que más de seis millones de muertos duermen su descanso eterno. Abiertas en parte al público, las catacumbas son un laberinto de retorcidos túneles, vestíbulos ocultos y cámaras secretas. De hecho, las catacumbas que frecuentan los Vástagos se extienden más de 300 kilómetros, mientras que las accesibles al
público consisten sólo en dos kilómetros de longitud.
Como cabía esperar, el osario es popular entre los Vástagos locales y los visitantes, para disgusto de la inquieta élite no-muerta de París, que ve el cementerio y su ostentosa ars moriendi como afectados y faltos de sutileza.
A pesar de toda su arrogancia, las catacumbas suponen el telón de fondo de muchos asuntos vampíricos, desde tratos secretos a actuaciones a medianoche al estilo del Gran Guignol o elaboradas mascaradas de gala.
El Príncipe François Villon considera las catacumbas Elíseo, así como uno de los más impresionantes lugares de la Ciudad de la Luz, y hasta los Anarquistas, que desprecian al Príncipe y sus políticas de puño de hierro propias de la Torre de Marfil, respetan las catacumbas.
El problema es que algo mora en las catacumbas y no parece preocuparse mucho ni por las intrusiones mortales ni por las pretensiones vampíricas por controlar las tumbas subterráneas. Un cierre reciente del osario debido a vandalismo encubrió una investigación conjunta de la policía y la Estirpe del espeluznante descubrimiento de todo un grupo de turistas exangües y colocados
en horribles posturas en uno de los más remotos mausoleos, en referencia obvia a las cortes y hábitos de los Vástagos. Una tragedia para la ciudad y una vergüenza para la corte de Villon, el horripilante misterio aún debe ser resuelto, pero su elaborada puesta en escena sugiere un inteligente y malévolo enemigo tanto de mortales como de Condenados.