Ocultaré mi rostro de ellos…”, dijo, “y veré cuál será su fin; pues son una generación perversa, niños que son infieles”
– La Biblia,
Deuteronomio 32:20
Mientras las fuerzas de la Inquisición y las legiones de los anarquistas rodeaban a las dispersas, enfrentadas e indecisas fuerzas de los clanes vampíricos, una voz se levantó sobre el clamor. Rafael de Corazón convocó a los antiguos vampiros para romper sus lazos con el mundo y entrar para siempre en las sombras y las pesadillas.
SU VIDA
La contienda religiosa entre los españoles cristianos y musulmanes destruyó el reino de Navarra durante el siglo XII. Para los campesinos atrapados en la guerra civil, la iglesia sirvió como refugio frente al cataclismo de la guerra de facciones. Un muchacho campesino, llamado Rafael de Corazón, llamó la atención del Obispo de Navarra. El obispo lo introdujo en el sublime mundo de la Iglesia. Rafael adoraba las opulentas túnicas, el incienso almizclado y los reverberantes himnos, y encontró refugio en las sombrías habitaciones iluminadas por sobrecogedoras vidrieras multicolores.
Se convirtió en monaguillo: el más bello muchacho en un edificio repleto de bellos muchachos que envidiaban la posición de Rafael como favorito del obispo. Trató de mantenerse alejado del peligro manteniendo una actitud sumisa, pero aprendió a usar su condición de favorito para castigar a sus torturadores. Fue la primera vez que saboreó el poder y le gustó.
En el momento que estaba aprendiendo cómo ejercitar su dominio llegaron muchachos más jóvenes y atractivos, lo que desvió la atención del obispo. Rafael utilizó sus menguantes recursos para protegerse de los otros muchachos. Antes de que su influencia se desvaneciese por completo, suplicó al obispo que le preparase para el sacerdocio.
Rafael no tenía muchas aptitudes para el sacerdocio. Dado que no se distinguía por sus obras o sus talentos, encontró de gran utilidad mantener una línea discreta. Se centró en servir a proyectos de mayor envergadura. Perdió muchas suculentas posiciones, pero obtuvo un cometido menor supervisando el diseño de los mosaicos de la catedral y los manuscritos ilustrados.
Aunque la Iglesia censuraba la vanidad, el obispo confería una gran importancia a los sacerdotes y monjes que creaban el arte, el vino y la música más exquisitos. Rafael presentó como suyas las piezas creadas por los monjes y les previno que no se enfrentasen a él. Pero el obispo ignoró sus esfuerzos. Los monjes a los que había maltratado afilaron sus cuchillos. Había cultivado demasiados enemigos para esconderse de nuevo en el anonimato.
Para ganarse la atención del obispo, Rafael corrió un gran riesgo. Conocía íntimamente los gustos del obispo, y los satisfizo ordenando a sus artesanos que incluyesen explícitas escenas eróticas en los manuscritos. Al obispo le encantaron los nuevos trabajos y Rafael se deleitó en su renovada posición.
SU MUERTE
La vida de Rafael cambió para siempre durante la visita nocturna de una misteriosa y soltera dama llamada Callisti y Castillo, de la que se rumoreaba que era una inmortal bruja pagana de antiguo linaje. Algunos clérigos la llamaban hija de Satán, y decían que era dada a beber sangre públicamente y a prácticas ocultas. El obispo sabía que si podía convencerla para que se convirtiese, ayudaría a la Reconquista a reclamar la península. Las prácticas paganas no eran ni mucho menos tan amenazadoras como los moros.
Sus espías le dijeron que Callisti valoraba considerablemente el arte, y se inclinaba a apoyar a los moros tan sólo por su rica herencia artística. Planeó ganarse su favor con ofrendas del arte de la catedral. Algunos sacerdotes se apresuraron en hacer perfecto cada detalle de su visita, mientras otros se alzaron contra la corrosiva influencia de intrusos demoníacos.
Callisti irrumpió en la catedral a media noche: una mujer sobrecogedoramente sensual acompañada por una falange de guerreros y un séquito de atractivos ayudantes masculinos. Esto escandalizó a los sacerdotes, que gozosamente aceptaban despliegues de licenciosidad sexual por parte de los hombres, pero que se resentían del poder sexual en manos de una mujer.
Los monjes se arrastraron de sus camas para captar una visión de la mujer capaz de levantar a la iglesia en una hora tan intempestiva, y los sacerdotes se esforzaron para evitar que los monjes célibes pudieran tener una visión de su provocadora belleza. Callisti sabía del escándalo que causaba su presencia y sonrió seductoramente.
El obispo superó a los sacerdotes montando un gran espectáculo de hospitalidad. Se presentó ante Callisti con regalos de mosaicos, vidrieras y sus biblias ilustradas más exquisitas. Pero la mujer los dejó con las ganas, rehuyendo la conversación.
Rafael deseaba con lujuria a la mujer, que irradiaba sensualidad y perversas pasiones. Durante el alboroto, le dio sus explícitos manuscritos que representaban desnudos pintados de Adán y Eva sumidos en una perversa fornicación tras la Expulsión del Paraíso. Ella elogió la gran belleza del trabajo y aceptó la total conversión al credo cristiano en aquél mismo lugar de un avergonzado, desanimado y aturdido obispo. Hizo un considerable donativo a la Reconquista, y ofreció el uso de su fortaleza.
Callisti pidió permiso al obispo para llevarse con ella al joven y hábil sacerdote. El obispo rechazó tan indecente petición, diciendo que no formaba parte del trato original. Sin embargo, después de observar la creciente palidez de Rafael y cómo iba quedando desvaído durante los días siguientes, cedió y le permitió irse. El obispo no sabía que Callisti era una poderosa vampiro del clan Toreador, que cada noche había bebido la sangre de Rafael mientras éste dormía.
Una vez que Rafael fue suyo, Callisti le dio el Abrazo, convirtiéndole en su paje. Él estaba consternado por el repentino revés de su suerte, pero no pudo hacer nada para resistirse.
Callisti le exigió que pintase más arte erótico para ella. Sus obras fueron el mejor de los casos mediocres y, cuando admitió su engaño, Callisti montó en cólera y a punto estuvo de destruirlo. Mientras su preciosa sangre se derramaba por segunda vez, Rafael rogó por su existencia inmortal. Insistió en que su fraude mostraba un estilo especial de talento artístico y que toda su vida había sido una obra de arte. Divertida por su súplica, su sire le perdonó.
En otro revés del destino, Rafael de Corazón vio que había caído lo más bajo posible, en el séquito de unas bellas y hábiles vampiros celosas de los varones. Volvió a encontrar comodidad en el anonimato, disfrazando cuidadosamente sus aspiraciones y ambiciones.
SU NO VIDA
Cuando se extendió la Inquisición, Callisti dejó de querer participar en la guerra de los mortales. Se había hastiado del arte cristiano, encontrándolo cada vez más árido y falto de vida: se preparó para viajar a la India, donde había oído que florecía un nuevo estilo erótico, y dejó atrás la política entre clanes. Rafael se ofreció discretamente a ocuparse de sus asuntos mientras estuviese ausente, y ella aceptó sin mucho interés o entusiasmo.
Durante su ausencia, Rafael utilizó su poder descaradamente, utilizando su autoridad para proponer tratados, crear alianzas y lanzar luchas territoriales. Engendró una numerosa progenie escondiéndose tras la autoridad de Callisti.
Su mediocre talento artístico le dio poca posición en el clan Toreador, por lo que se convirtió en un gran mecenas de las artes. Sabía que los Toreador con talento no le respetaban, por lo que encubiertamente utilizó su poder para dañarlos y ponerlos en ridículo.
Mientras la Inquisición y la rebelión anarquista estrechaban el cerco incluso a las más grandes familias de Vástagos, los clanes restantes se reunieron para plantear una respuesta unificada. Algunos querían contraatacar a los presuntuosos mortales y a los desagradecidos neonatos, reducir enormemente su número y dominarlos con mano de hierro. Otros hallaban esto suicida y propusieron intentar engañas a los anarquistas para que combatiesen a la Inquisición.
Rafael explotó la autoridad de su señora para dirigirse a los antiguos. Se situó ante ellos y simplemente leyó la Quinta Tradición de los Vástagos, diciendo “No revelarás tu verdadera naturaleza a los que no sean hermanos de sangre”. Sus palabras encontraron un pesado silencio, por lo que leyó la Tradición una y otra vez. Los antiguos protestaron y pidieron que fuera expulsado del estrado. Mientras iban a por él, Rafael los amonestó, protestando contra los antiguos por abandonar una tradición tan sagrada. Dijo. “¡NOSOTROS tenemos la culpa! ¡Hemos perdido nuestro derecho de sangre al vivir tan visiblemente entre los mortales!”
En medio de los gritos de los antiguos pidiendo su sangre, su voz se elevó entre el estruendo: “¡Vivir abiertamente entre los mortales ha sido nuestra ruina! ¡Violamos el espíritu de la Quinta Tradición, y pagamos por ello con sangre! Los mortales son demasiado numerosos y envidian nuestro poder. ¡Intentarán destruirnos mientras sepan de nuestra existencia! ¡Siempre ha sido así! ¡Debemos darles la espalda! ¡Debemos ocultar nuestros rostros de su envidiosa mirada!”
Su apasionado discurso llegó incluso a las mentes más cerradas de los antiguos de Ventrue y Tremere. Modificó la corriente de pensamiento de un deseo ardiente de guerra total con los mortales hacia la sutileza y la subversión. Los vampiros se escondieron en el subsuelo y cubrieron sus huellas. Cambiaron encubiertamente el ambiente intelectual. Sus agentes humanos se mofaron de los relatos de los testigos de vampiros y ridiculizaron las viejas leyendas. Los vampiros sobrevivieron a la Inquisición, y en el tiempo de unas cuantas generaciones la humanidad había retornado a la ciencia, mofándose de las supersticiones.
Rafael, el héroe del momento, utilizó su nueva posición para ayudar a presionar la guerra contra los anarquistas y mantuvo a los neonatos a raya. Los odia del mismo modo que odiaba a los monaguillos más jóvenes rivales suyos en la catedral de Navarra.
Pero mientras alcanza mayor respeto sobre los otros, vive aterrorizado por la vuelta de su sire, Callisti. Teme su furia por su abuso de poder. Por el momento, no ha regresado de la India.
SU NATURALEZA
Muchos Toreador consideran a Rafael como el corazón simbólico del clan. Famoso por su extraordinaria belleza y notable por su estilo frío y calculador, este vampiro sin talento proyecta una larga sombra sobre sus colegas artistas. Como su sire, Rafael se rodea de una cuadrilla de varones y hembras dolorosamente bellos, todos con algún defecto para que no puedan ensombrecer su propia gran belleza.
Aunque no es el mayor, ni el más poderoso, ni el mejor dotado miembro del clan Toreador, Rafael es el que más influencia ejerce. Se ganó los corazones y mentes de su clan durante la Inquisición, y su influencia en la mentalidad del Toreador no ha disminuido desde entonces.
La Camarilla lo venera por idear la Mascarada. Muchos vampiros creen que la sociedad de los Vástagos sobrevivió a los estragos de la Inquisición únicamente gracias a su montaje para ocultar todos los signos de la presencia vampírica de los mortales. Finalmente, Rafael tiene la admiración y el respeto que siempre había deseado.