Norteamérica satisface a la clase más acomodaticia de los Vástagos. No tocio vampiro que cruza el Atlántico busca arraigar en la tierra de los Peregrinos. Por cada cargamento de no muertos que llega al Nueva York del Nuevo Mundo, otros tantos deciden ir al sur, escapando de la democracia, vulgaridad y maneras gruesas de la sociedad norteamericana en aras de algo más refinado. Después de todo, sólo porque uno abandone su antiguo refugio no significa que tenga que abandonar su sentido del decoro.
Mientras que la sociedad norteamericana rechaza las rígidas costumbres europeas, los países de Sudamérica son más receptivos a aquellas ideas de jerarquía y respeto que definen el mundo victoriano. En efecto, la Vieja Tradición Mundial ha siclo un pilar central de la sociedad sudamericana desde los días de los conquistadores. Los Vástagos siguieron las conquistas españolas y portuguesas, alimentándose de las búsquedas de los mortales de oro, materias primas, esclavos, cristianos conversos y la Fuente de la Eterna Juventud. La aplastante presencia imperialista formó las instituciones sociales a lo largo de líneas decididamente europeas, y los Vástagos fundamentalistas ejercieron su desproporcionado poder sobre las poblaciones nativas.
Hacia el principio del siglo XIX, aquellos mismos nativos, mantenidos a flote por los éxitos de las Revoluciones Americanas y Francesas, se rebelan contra sus supremos dirigentes imperiales. Las Guerras colectivas de Independencia llamearon en cada colonia sobre el continente. España y Portugal, inhibidos por la Doctrina Monroe de interferir en las Américas, no podían reprimir los levantamientos.
En 1831, toda Sudamérica estaba formada a base de repúblicas independientes. Lejos de amedrentarse, los Vástagos perspicaces ven una multitud de oportunidades en los nuevos arreglos postcoloniales. La independencia no garantiza la estabilidad, y aquellos revolucionarios que se libraron del yugo de conquistas centenarias se encontraron ellos mismos inmersos en un mar de consecuencias inesperadas. Los Caudillos (los aventureros militares y sus camaradas) ocupan
posiciones inestables de mando en las nuevas repúblicas, operando más desde el deseo de posponer su inevitable deposición que desde ninguna afinidad por la política. Los agitadores urbanos encuentran imposible controlar a sus seguidores una vez que la libertad respecto del gobierno colonial es conseguida. El orden es conservado a mano armada y es a menudo acompañado por previas carnicerías en las poblaciones indígenas (por si ellos también fantasearan sobre la independencia).
En tales caóticas circunstancias se obtienen fuerzas verdaderas y relevantes. La Iglesia, los funcionarios extranjeros y los inmigrantes de los antiguos poderes coloniales apoyan regímenes autoritarios y elevan su camino a la cumbre de la escala social. Hacia finales de siglo, los países de Sudamérica recobran un sabor considerablemente europeo en las ciudades principales. Cada nueva nación todavía tiene algo que ofrecer, sea riqueza mineral, mano de obra barata o elevado status para los extranjeros y sus llenos bolsillos.
Los Vástagos de todos los clanes y los de ninguno persiguen sus propias actividades. Los Tremere buscan las ciudades perdidas de las ruinas Incas y Amazónicas, buscando echar mano a los rituales de hechicería tribal. Los Lasombra toman posiciones en la Iglesia y grandes estados en Argentina y Brasil, saciando su propia megalomanía. Los Brujah siguen removiendo los problemas entre los radicales. Insufribles Malkavian se afanan en las franjas de la política de junta y languidecen olvidados en las entrañas de prisiones. Toreador y Tzimisce compiten para ver quién puede hacerse la estrella del Carnaval. Para los Vástagos, esta parte del Nuevo Mundo se parece mucho al Viejo, sólo que mejor (por lo menos, mejor para sus objetivos).
Buenos Aires
Pocos sitios en Sudamérica se adhieren tan tenazmente a la grandeza de las grandes capitales europeas como Buenos Aires. La capital de la república argentina ha crecido de modo impresionante ya que la independencia vino en 1810, aun con la desordenada organización de los barrios residenciales más recientes en directo contraste con el más viejo y más cuidadosamente planeado centro de la ciudad. Los extranjeros y los argentinos rurales confluyen en Buenos Aires en considerable número; el censo de 1895 cuenta más de 600.000 personas, que fácilmente empequeñece cualquier otra ciudad de Sudamérica. Además de actuar como base de gobierno para la república, Buenos Aires es también el centro de fabricación de Argentina, comprendiendo miles de plantas industriales, que totalizan cientos de millones de dólares en capital y ganancias. Varios Ventrue conectados con los centros navieros e industriales europeos tienen metidas sus manos en más de una empresa de Buenos Aires.
Con tal capacidad de riqueza, Buenos Aires atrae los porcentajes más altos de dinero e invitados extranjeros, y la disposición de la ciudad está pensada para hacer que tales invitados estén cómodos. La arquitectura, que ha estado durante muchos años reflejando las raíces coloniales españolas de la ciudad, ha ampliado y modificado el estilo; ahora la capital luce muchos edificios y monumentos públicos costosos y atractivos. La concentración principal de la riqueza extranjera se reparte a lo largo de la Avenida Alvear y la Avenida Mayo, donde la elegancia de las residencias privadas y la complicada ornamentación de los edificios públicos tienen sus raíces en las grandes capitales de Europa. Como en el origen de la mayor parte de las ciudades del Mediterráneo, las plazas y los parques son abundantes, en particular el Parque Tres de Febrero de 840 acres, conmemorando la Batalla de 1852 de Monte Caseros que expulsó al dictador Juan Manuel Rosas del poder y terminó con el control por parte de los rancheros gauchos de la política argentina. El arte, la música, el teatro y los asuntos ecuestres prosperan en la atmósfera rica y majestuosa, cautivando tanto a extranjeros como al contingente Toreador de la ciudad.
Este esplendor enmascara una situación política sensible. La metrópolis ha estado plagada de escaramuzas militares por su lugar en la república. Se alza como ciudad independiente en 1880, separada de la provincia de Buenos Aires (parecido a como Washington, D.C. está separada de Virginia y Maryland) después de que el ejército dirigido por el General Roca la captura de manos de la milicia de defensa municipal. Roca asume la presidencia poco después, y aunque tiene éxito en suprimir los levantamientos de la frontera, la determinación de las provincias periféricas en reducir el poder de Buenos Aires conduce a su derrota en 1886.
Los sucesores de Roca se muestran ineficaces en comparación, cayendo cada administración en manos de conspiradores con intereses diversos, sean estos una liga de gobiernos provinciales, un cártel de hombres de negocios nativos o un directorado de plutócratas extranjeros. La naturaleza variable de las administraciones presidenciales, con puntuales batallas campales entre tropas del gobierno y escuadrillas mercenarias nativas, habitualmente obstruye el flujo constante de negocio y comercio en todo el país. Los Lasombra aprovechan esto, promocionando grupos y canalizando el material bélico a falsas organizaciones para instigar el malestar e interrumpir varios de los asuntos internacionales más relevantes. Los recursos de Argentina merman en manos de gobiernos corruptos, y varios miembros poderosos de la Camarilla hablan de desplegar cuadrillas de tropas de choque para emprender una guerra nocturna total contra alborotadores subvencionados por el Sabbat.
Rio de Janeiro
Es curioso que Brasil, el país más grande de Sudamérica, fuera colonizado por el diminuto Portugal, a menudo minimizado por su vecino en la península ibérica. Tal curiosidad apenas preocupa a los habitantes de la ciudad. Los ciudadanos de Río aceptan con orgullo peculiar el papel de su ciudad como cobijo para otras capitales (Buenos Aires en particular) y son apasionados en el sustento de dicho status distintivo.
La pasión, en todas sus formas, es el impulso vital de Río. El derroche es la regla, desde la vegetación gruesa y generosa que cubre montañas de la Sierra Carioca al noroeste de la ciudad, hasta los pintorescos valles perlados de espléndidas viviendas suburbanas dentro de los límites municipales. Como con Buenos Aires, la rejilla central de Río de Janeiro se despliega con precisión, pero un siglo de crecimiento ha generado barrios residenciales erigidos el uno independientemente del otro y de la ciudad vieja, con aleatorias avenidas rectas que se entrecruzan con bulevares que serpentean por los valles o a lo largo de la bahía principal.
La bahía de Río y el puerto son los más grandes del país (al igual que Sebastopol, tan profundo y lo bastante grande como para sostener las marinas del mundo) y comprende numerosos muelles comerciales para compañías navieras y conexiones mediante carril y tranvía con todas partes de la capital y más allá. La orilla abunda en actividad, desde las empresas de publicidad más grandes a los operadores «independientes» y ciudadanos ordinarios que pasean Avenida Beira-Mar abajo entre los jardines del Paseo Publico y la orilla Saude. En cuanto a actividad se refiere, la orilla está tan solo un paso por detrás de la Rua do Ouvidor, la calle más famosa en la ciudad vieja, que alberga tiendas, cafeterías y redacciones de periódico. La calle está integrada en la vicia social y política de la ciudad: aquí un ciudadano de Río puede lidiar con los graneles asuntos del día mirando el mundo en sí mismo, nativos y extranjeros por igual, vagando libremente.
Los temperamentos pueden encenderse en tales situaciones, y no sin razón. El clima de Río es caliente y húmedo hasta la extenuación, y esto vence a muchos invitados europeos. Mientras que los Vástagos en sí no son normalmente afectados por el clima, la naturaleza implacable, opresiva del ambiente afecta a aquellos de quienes se alimentan. Más de un recién llegado del Viejo Mundo descubre que la asimilación de los humores que se arremolinan en los organismos del pueblo produce un desagradable trauma. Los Vástagos aclimatados se aprovechan de ello y están listos para explotar las condiciones de los recién llegados, en particular si son enemigos recién llegados de Europa.
La situación entre la población vampírica no es tan frágil como en Buenos Aires, pero esto no significa que el conflicto sea totalmente desconocido. Río, y Brasil en general, luchan por mantener su carácter independiente del resto de la Sudamérica Española, formando tempranas alianzas con Gran Bretaña durante la Era Napoleónica para salvaguardar sus raíces de comercio y asegurarse protección para la familia real portuguesa que huye de la Grande Armée. Los Toreador conectados al tribunal portugués extrajeron ayuda de sus homólogos en la esfera de Mithras y han reafirmado una alianza tácita entre miembros de clan en Río y Londres (un activo Toreador que aportar a su tregua funcional con los Lasombra).
Por su parte, los Lasombra han tocado característicamente teclas cruciales en la historia reciente de la ciudad. Algunos Guardianes, según se informa, toman parte en el levantamiento militar del mariscal Fonseca en 1889, que destierra al Emperador Don Pedro II y su familia a Francia y establece la república I3rasile11a. Si esto es la típica cínica maniobra de jardinería de los hacedores de reyes Lasombra o una venganza calculada por la «Ley de Oro» de 1888 que abolió la esclavitud sin compensar a los dueños de los esclavos (borrando así mucho del trabajo de los Lasombra arraigados en las plantaciones de café y azúcar) importa poco en la situación actual (tampoco importa realmente si la verdadera participación Lasombra fue marginal o inexistente, si sus rivales creen que los Lasombra tienen el suficiente poder como para influir en dichos acontecimientos). Lo que importa realmente es que Río disfruta de una tregua cautelosa entre las facciones de la Camarilla y el Sabbat, tregua que simplemente necesita que alguien se tome demasiadas libertades durante un carnaval para explotar. La libertad es algo que siempre es libremente tomado en un lugar como Río.