¿Quién es, preguntarás, la mujer tallada en el marfil? Ah, has encontrado a Annelies; la obra es un vano intento por mi parte de capturar la creación de Dios. Si, la amaba, y aún lo hago. ¿Crees que al aceptar el Abrazo perdemos todo lo que nos hizo? Somos el producto de nuestros artistas; ¿por qué no íbamos a retener parte del gran artífice mismo, aunque su mano ya no obre en nosotros? Aunque esto no quiere decir que los demás clanes no sientan el amor, pocos discutirían que somos los hijos de Caín más apasionados. Sumergiéndonos como lo hacemos en el arte y en la sociedad mortal, ¿cómo evitar amar todo lo que nos rodea? Los hay que han dicho que el “amor” en cuestión no es más que el mismo comportamiento cortesano y caballeroso que nos caracteriza, pero los afortunados que lo descubren nunca lo confundirían con algo así.
La dicotomía de la búsqueda y la obtención, sin embargo, no es más que pura angustia. El Libro de Nod (la propia palabra de Caín) dice que los Cainitas no deberían buscar el amor entre los mortales. De acuerdo con las normas de la Iglesia y nuestras propias palabras, los Cainitas se consideran condenados e impuros, y se cree que existen más allá de la gracia del amor. Sin embargo, la atracción está ahí, la oportunidad de redención en los ojos del amado, y quizá ésta sea la mayor tentación que haya existido nunca. La idea de querer y ser querido es lo que suele llevarnos a muchos a increíbles proezas creativas y de valentía.
La Corte del Amor no florecería si nos negáramos a creer en este sentimiento. ¿Y qué hay del amor cortés? Parecería ser la solución ideal a este dilema. En sus aspectos más básicos propone que un caballero tenga a una dama (especialmente a una inalcanzable) como pináculo de la virtud y la belleza, haciendo grandes proezas en su nombre por la mera posibilidad de una sonrisa, una alabanza o una mirada gentil. La dama, a cambio, debe apoyar a su “pretendiente”, aunque no se exige de ella que devuelva prueba física alguna de su amor (un beso o un abrazo). Como presuntamente lo físico no entra en esta ecuación, el amor caballeresco debería apoyar tanto al caballero vampírico que ansía a una mortal adorable como a la dama Cainita que ha atraído la atención de un guerrero humano. Sin embargo, hablando como uno que ha buscado tal refugio en las cortes de la caballería, debo indicar que satisface solo parte de la necesidad; es como estar sentado ante un suntuoso banquete, rodeado por el aroma de los platos más sublimes, y no ser capaz de probar un solo bocado.
Nuestra nobleza suele tener consideraciones particulares respecto al amor y el matrimonio. La nobleza soltera es vista con suspicacia, y un señor sin heredero de su carne se arriesga a que sus tierras sean capturadas por otro con dinastía. Algunos lugares aceptan herederos adoptados, pero solo los bárbaros conservan tal costumbre.
Muchos de nosotros podemos tomar esposa para mitigar las sospechas, especialmente si mantenemos nuestras vidas mortales. A veces se dice a estos cónyuges la verdad, en ocasiones no. Algunos llegamos incluso a tener encargados de “producir” nuestra descendencia (como la esposa mortal de un señor Toreador que yazga con el hermano mortal de su marido para tener un hijo). Sin embargo, se trata de una apuesta arriesgada, pues esta información en manos equivocadas puede producir acusaciones de incesto o falta de legitimidad en el momento de la sucesión.
¿Y qué hay de los ascetas de los que tanto has oído? ¿Qué hay de nuestro clero y de los dedicados Cainitas que buscan el perdón de nuestro Señor sirviéndole? No hay duda de que deben abandonar la idea del amor, pensarás. Mi chiquillo, si eso fuera cierto su vida sería realmente gris. No dudo de que tu sire te habrá narrado la historia de Peter Abelard y Heloise que, como nosotros, fueron obligados a reconsiderar la idea de cualquier tipo de consumación física. Aunque los dos se dieran a la Iglesia tras la frustración de sus designios, no creas por un momento que su pasión murió como una flor congelada.
Su ardor siguió vivo, aunque obligatoriamente templado para adoptar una naturaleza más espiritual; el amor de dos almas vinculadas por el dolor mutuo, y el descubrimiento de la pasión en su delirio celestial. Me han dicho que entre los ascetas se produce algo similar. Algunos de los que deben conservar la “castidad” adoptan el Marianismo con un fanatismo que llega a asustar a los clérigos, adorando a la Madre Bendita con una pasión que aleja cualquier pensamiento sobre Dios o Cristo. ¡Estoy seguro de que algunos verán al Padre Celestial como a un posible rival! Otros se vuelven hacia el misticismo en sus viajes solitarios, tratando de abrazar los ideales del amor del Señor por muchos medios, y de este modo hablan de la relación entre Dios y el Hombre con diversos términos. Uno de los ideales empleados con tanta frecuencia procede de los labios del propio Cristo, y dice que el Hombre es como una novia, siendo el espíritu del Señor el puente hacia un casamiento casto y espiritual.
He leído poesías de uno de estos místicos castos, y podrían perfectamente ser canciones de un caballero apasionado para su encantadora dama. “La Canción de Salomón” te será la más familiar, pero yo te sugeriría cualquier escrito de Leónidas de Athos, si es que los encuentras por ventura. Y una palabra de precaución: los hay que consideran a estos místicos poco más que herejes, y nunca puedes saber quién caerá bajo la sombra. Si conservas alguno de estos escritos, asegúrate de tener un buen escondite donde ocultarlos. Las demás razas sobrenaturales bien pueden tentarnos a perder nuestros corazones. En Irlanda no son pocos los nuestros que han caído hechizados por las hadas que bailan en la Noche Central del Verano, y la Buena Gente devuelve en ocasiones el favor. Los amantes fantasmales o las brujas apasionadas también pueden ponernos de rodillas; recuerdo a una de estas arpías, con el cabello del color del sol olvidado y ojos azules como el cielo del estío. Había conocido al joven Gervase durante el baile de un festival, y desde el comienzo fueron sol y fuego. Por desgracia, cuando se supo que Gervase pasaba el tiempo con una bella bruja humana, Rosalba, una de las mujeres del clan, casi enloqueció por los celos y persiguió sin descanso a la desdichada (y a Gervase, si no recuerdo mal) con la furia de una bestia. Estas relaciones, cuando se producen, suelen considerarse malhadadas desde el comienzo, y todos los amantes se ven condenados a la decepción mientras aguardan los breves instantes que pueden compartir.
Respecto a Gervase y su bruja, los dos huyeron y no se volvió a saber de ellos. Si tuvieron suerte fueron expulsados; si no fue así, fueron capturados y destruidos. ¿Cruel? Por desgracia, aunque podamos suspirar por relatos sobre amantes separados, no se nos da bien tolerarlos entre los nuestros: se emplea la práctica del menosprecio para rebajar la posición de estos rivales. Por ejemplo, si la Condesa B___ es burlada por casarse con un caballero mísero, el marido no es elevado a su posición. Es ella la que es rebajada hasta la de su cónyuge. ¿Preguntas por Annelies? La conocí cuando no éramos más que mortales, hace mucho tiempo. Como dije, el retrato no es demasiado bueno. Es difícil recordar cuando el modelo lleva cien años muerto.
Tras la Corte con la Dama Catriona Lindsay
Entra, cariño, y cierra la puerta después. Tenías un aspecto espléndido esta noche, y te desenvolviste con gran elegancia. Ven, siéntate conmigo, pues tengo mucho que contarte. Ahora que has pasado tu primera prueba como Cainita y como mi chiquilla creo que estas lista para dar el siguiente paso, que es tu derecho de nacimiento como Toreador. Cuando eras mortal, ¿estabas familiarizada con las Cortes del Amor? “No como tales”, dices, lo que tomaré como un no. Muy bien, pues; considera ésta tu primera lección.
Las Cortes del Amor, fundadas por nuestra Eleanor de Aquitania, son una de las más brillantes flores de nuestra obra. Dentro del refugio de la corte, las damas nobles y los caballeros juegan a la cortesía y al amor, dando pie a imágenes románticas de caballeros andantes y bellas damiselas sobre las que cantan nuestros trovadores. Sin embargo, muchos de ellos juegan a la política al tiempo que flirtean con sus “amantes”, y los inocentes atrapados en este juego sirven a sus propósitos aun sin saberlo.
La corte se dispone así: hay una única Reina del Amor, a menudo elegida por acuerdo popular, que la dirige y que crea las reglas que seguirán los jugadores. Es ella la que decide los castigos para los pretendientes errados y la que anima a las damas, enseñando en ocasiones a los inexpertos. Se la ve como un ejemplo de belleza e ingenio, y la corte la sigue. Los que acuden a nosotros suelen ser reconocidos como los mejores y más brillantes en los círculos mortales. ¿Y cómo funciona esta “sociedad”? Cada una es diferente en los detalles, por supuesto, pero todas tienen un patrón general, de modo que se pueda viajar de una corte a otra sin estar totalmente perdido. Un caballero pone sus ojos y su corazón en una dama y trata de lograr su favor de cualquier modo. Raramente anuncia sus intenciones ante toda la corte. Después de todo, Cappallanus nos recuerda que el amor público no suele durar, por no mencionar la vergüenza sufrida si la dama le rechaza. Se espera del caballero que realice actos que honren a su dama, resistiendo sin quejas las tentaciones y las esperas, y tratando siempre a su “amada” como la cima de la perfección femenina, enfrentándose a todos los peligros por una sonrisa o una mirada amable.
En cada paso del camino los trovadores cantan los logros del caballero para persuadir el corazón y la mente de la dama, o para cambiar la actitud de la corte. Al final, la dama rechaza o acepta al pretendiente sin perder prestigio, aunque las más caprichosas pueden dejar más aliados de los que ganan en este baile. Una aceptación del amor no suele resultar en la consumación física, aunque se sabe que en ocasiones ha sucedido. Un caballero puede cortejar a una dama casada, sabiendo que debe aceptar sus deseos respecto al marido. No hay duda de que una joven e infeliz esposa tratará de escapar de un marido anciano o disoluto eligiendo entre los más jóvenes, pero ya hablaré más tarde de este tema en especial.
Es aquí donde florece la caballería, nuestro intento de traer elegancia y honor a un mundo brutal y engañoso. El ideal caballeresco exige que los caballeros nunca golpeen a un oponente desarmado, que sean ejemplos para los plebeyos y que honren y protejan a las mujeres por la belleza y gracia que traen al mundo. También se fomentan los valores de la humildad y la piedad, a menudo con resultados sorprendentes. ¿Por qué vi recientemente cómo Sir Julien, uno de los nuestros, comenzó a mostrar una notable… fe? En búsqueda de su amada, que es gentil y pía sin ser estúpida, había comenzado a examinar sus propias creencias y a acudir con mayor frecuencia a la misa de medianoche. Ya veremos qué resulta de todo ello. No dudo de que habrá algunos muy interesados en el resultado.
Pero de qué estábamos hablando… Ah, sí, de caballería. Se ha entrelazado con el amor cortés, y ciertas concesiones exigidas a un caballero en la batalla también se esperan en la corte. El amor exigido o presentado de forma torpe no se considera merecido. Un objetivo obtenido con facilidad es también menos valioso, igual que el que se logra por la fuerza. Un amante no debería desear más abrazos que los de su dama, y todos sus pensamientos deberían terminar con ella. El objeto de la corte es menos obtener un fin que experimentar el camino que lleva gasta él, una filosofía similar a las de las Viae. En mi opinión, la caballerosidad se ha convertido en una Vía propia para algunos de nuestros caballeros, que se ciñen a ella como a cualquier otro camino. Me burlo de aquéllos que ven las cortes como inútiles o frívolas. Gracias a estos jardines y oficios les damos hombres, no bestias que aseguran ser otra cosa, y por sus obras los conocerás. ¿Se burlarían estos señores, saciados con sus comidas, si supieran que algunos de sus vasallos hacen lo posible por unirse a nosotros? Llegará el día en que lamentarán su incultura, cuando todo lo que sepan será blandir su espada, no envainarla.
Para nosotros, las cortes presentan estupendas oportunidades. Preparar encuentros, animar o disuadir a los pretendientes, poner a los mejores trovadores a trabajar contra un rival, incluso ascender a la posición de reina y dictar cómo se regirá la corte, todas son obras dignas de la atención de artistas y Artesanos. Aquí, donde las apuestas son relativamente bajas, los jóvenes vienen a aprender y a recibir las lecciones que les servirán bien en el mundo exterior. Una de las nuestras, Lady Isouda de Blaise, preside nuestra Corte del Amor, menor que la de Aquitania y la de Flandes, y gracias a sus esfuerzos y a los participantes ha logrado más influencia de la que muchos sospecharían. Cuando se tiene a la gente suplicando para entrar se pueden imponer determinadas cuotas, si entiendes lo que quiero decir. Sé que un joven señor Ventrue pagó su lugar en la corte de Isouda no solo con oro, sino también con la buena voluntad de su maestro.
Estáte convencida de que este don no será desperdiciado. Muchos nos aprovechamos de la oportunidad de emparejar a caballeros y damas, esperando que estas uniones puedan ser usadas más tarde en el mundo “exterior”. Un ejemplo: una dama infeliz con su marido (un enemigo de los Toreador, quizá un peón de un Cainita enemigo) es invitada a unirse a la corte, siendo inmediatamente solicitada por varios caballeros. La reina Toreador le anima a favorecer a uno en especial, o se da a ese caballero alguna información o ayuda que los demás desconocen. Un ghoul sirve como mensajero entre los amantes, quizá incluso como trovador del caballero, dando tanta información a sus amos como a la pareja. Las cosas proceden con tal facilidad que la dama acepta los favores del pretendiente y la pareja termina consumando su amor.
Ahora empieza el verdadero juego: el asunto puede ser hecho público para desgracia del marido como cornudo, ocultarse mediante el chantaje o emplear al hijo ilegítimo de la dama para propagar una línea que no sea la del marido. Una dama cogida con las manos en la masa demasiadas veces puede verse sometida al chantaje de los Toreador, siendo a proporcionar dinero o alojamiento a su atormentador para mantener en secreto su indiscreción. El caballero también puede tener problemas, ya que se le puede obligar a prestar su espada para la causa del clan, ser enviado como espía o incluso ser traicionado a la justicia local, que puede ejecutarlo o enviarlo a las Cruzadas.
Dependiendo de lo desesperados que estén la dama y el caballero para mantener en secreto el asunto, pueden ceder enormemente al chantaje. Algo así sucedió hará un año; la pobre ilusa en cuestión era una dama cazada con su caballero favorito, un acto que terminó con el nacimiento de un hijo. Como la mujer estaba casada y su marido estaba lejos, la situación era delicada. A cambio de alojamiento en la fortaleza de la dama durante algunos meses, uno de nuestro clan hizo que los sirvientes creyeran que su señor había regresado brevemente para yacer con su esposa en el momento adecuado. El niño ha nacido y será un buen muchacho que heredará tierras y título; el tiempo dirá si nuestro trabajo mereció o no la pena. Los trovadores Toreador enfrentados a sus colegas mortales pueden humillarlos tranquilamente y sin más miramientos, o preparar sucesores para la grandeza. Del mismo modo, pueden “editar” casualmente las letras de las baladas, alegando que no conocen bien los versos, o entretejer verdades del mismo modo que una dama teje un tapiz. Un pretendiente rechazado (ya sea mortal o Cainita) puede ser incitado a causar problemas a su rival o a la dama que lo expulsó. Y como los rumores son el pan nuestro de cada día en la corte, ¿quién puede decir dónde empieza cada uno? Por lo general, las Cortes del Amor no han sido aceptadas por muchos de los clanes. Los Brujah, aunque están intrigados por los ideales presentados, mantienen su suspicacia; hay algo sobre los “juegos” que encuentran sospechoso.
Estas almas negativas son los jóvenes del clan; los antiguos son unos de nuestros visitantes favoritos. Los Ventrue y los Lasombra, por su misma naturaleza, ven las cortes como el jardín ideal y disfrutan de ellas. Cierto, han intentado usurparlas muchas veces, pero siempre han terminado fracasando. Para el crédito de estos supuestos parangones del amor, saben cuándo admitir la derrota. Veo el cielo aclarándose al este. ¡Al lecho, y rápido! Esos ojos se encontrarán con todo un espectáculo si sigues aquí. Hasta mañana, dulzura.