No hay sonido más trascendente que las voces del hombre y Dios en armonía.
Trasportada por la comunión, la imperfecta canción humana se eleva como el viento y se convierte en una campana en la música de las esferas. Que malignidad, pues, escuchar ese canto vaciado por el sonido de las monedas y el ruido de las vestimentas. Los verdaderos Cantores del Señor están horrorizados por este clamor y llevan la luz a las tinieblas, unas veces con velas y otras con hierros al rojo.
La Canción comenzó con la Creación. Mientras Dios entonaba las primeras notas la Tierra, los cielos, los ángeles y cada una de las cosas vivas añadieron sus voces. El Himno Divino alcanzó un crescendo tras el cual todo descanzó. Pero Lucifer añadió disonancias y su voz retumbó en las bases de la Creación. En el Jardín, Adán y Eva se unían todos los días al Señor en su canto. La noche de la Caída callaron, y desde entonces el mundo se hizo más oscuro. Dios aún ama al universo, pero la Creación ya no le devuelve su voz.
Pero la canción nunca terminó. Oírla es Despertar. A todos los Coristas les ha sucedido, y su misión es componer un himno que devuelva la armonía a todas las voces… ¡ya! Estos devotos escuchan una nueva música a lo lejos, un Canto Fúnebre. Antes de que sus notas destruyan los pilares del Cielo, los Cantores unirán las voces Despertadas y devolverán al mundo su equilibrio y armonía.
Se trata de una tarea peligrosa que comenzó cuando el mago egipcio Mentuhotep convocó una reunión. Muchos hechiceros han oído el eco de la Primera Canción, pero pocos escuchan. Con aquellos que acudieron Mentuhotep creó la Congregación Sagrada para luego devolverlos a un mundo que no creía necesitarlos. Hasta que Jesús Cantó por encima del estruendo, la Creación regió disonante. Muchas sectas que recordaban la Primera Canción se unieron al Aria del Redentor. Una comunidad, las Voces Mesiánicas, surgió antes de Su crucifixión, manteniendo despúes viva su música. A pesar de las piras, de los leones y otros tormentos, su himno continuó hasta que un emperador comenzó también a cantar. Cuando Roma se derrumbó, las Voces ya tenían un firme lugar en la Iglesia, así como la amistad de los Caballeros de Gabriel.
Al tiempo que la fortuna de los cristianos crecía, las Voces prosperaron… en ocaciones con orgullo. En su búsqueda por extender la armonía chocaron con paganos y magos. Aunque al principio eran menos combativos, algunos Cantores comenzaron a poner en cuestión un Aria compuesta con espadas. Su canción vaciló para luego perderse bajo los gritos de la Inquisición. El «Cisma de la Misericordia» resultante aplastó a las Voces Mesianicas. Cazados por sus antiguos primos, tuvieron que guardarse los himnos para ellos. Sin embargo, la Voz de Dios no iba a ser negada. Unidos por el carismático Cantor Valoran, estos refugiados y algunos nuevos recién Despertados se unieron en un «Coro Celestial» que elevaría triunfal su música entre la compañía de los herejes.
A ojos de muchos, los mismo Coristas son impíos. Su camino místico los marca como un hierro al rojo vivo. Sólo una visión y una profunda fe podrían hacer que alguien se uniera a una comunidad así, y de hecho son muchos los que terminan abandonándola. Los que quedan son almas fuertes y devotas con el brillo de la convicción. Cada uno de estos magos (no toleran que se les llame «hechiceros») escucha los ecos de la Primera Canción tan claramente que ningún fuego la puede purgar. Forzados a elegir entre una Iglesia decadente y una nueva congregación vital, los Cantores prefieren esta última. Despúes de todo, Jesús predicó entre prostitutas y recaudadores de impuestos. Casi todos los Coristas prefieren rodearse de pecadores honestos que de santos hipócritas.
El Coro aporta una voz de conciencia, reverencia y caridad a un Concilio lleno de rabia y desprecio. Sin embargo, no son sumisos, ya que hace falta ser fuerte para plantarse ante las puertas del Infierno y entonar un himno. Un Cantor Celestial es un proscipto para la Iglesia y un enemigo para muchos de sus compañeros. Sería mas sencillo ocultarse en las sombras del Vaticano y esconder la lámpara en una cesta, pero la luz arde tan brillante que ya no es posible dar marcha atrás. Dividido entre la fe, el miedo, y la innegable Voz de Dios, prepara su entonación, llena sus pulmones y canta con su alma inmortal.
Filosofía: «nuestro Padre tiene muchas voces. Cuando le escuchas en la Canción de otro no puedes fingir ignorancia. Esa Música puede provenir de la garganta de un moro, de un artesano, hasta de una bruja, pero las palabras no importan cuando la fe está ahí. El Canto Fúnebre está creciendo en la distancia como un trueno, y a no ser que alcemos juntos nuestras voces nos ahogará a todos.
El coraje debe ser tu estribillo, como el de Daniel en la guarida del león o el de Cristo en el Calvario. La Canción del Señor nunca fue dulce ni sencilla, pero Su Gracia es capaz de expulsar las llamas del Infierno.»
Estilo y herramientas: la canción, el fuego y la plegaria concentran el poder de Dios. Al tiempo que curan a los enfermos, hacen crecer los cultivos y llaman al fuego de los cielos, estos místicos refulgen con una gloria celestial. Como santos, los Coristas suelen manifestar halos y rayos de sol cuando obran sus Artes. Los mortales que ven estas demostraciones suelen caer de rodillas con temor reverente. En términos de juego, casi todos los milagros de los Celestiales son casuales. Ninguna otra secta recibe esta reverencia del pueblo llano.
El precio es la devoción: aunque cada Cantor puede tener dudas y cometer errores, su fe debe ser titánica. Como la cámara de una Catedral, la visión de un Corista alcanza un lugar exaltado que la mayoría de los humanos nunca ven. Sin una profunda convicción, sus Artes (y su comunidad) serían imposibles.
Organización: varios rangos del Concilio proceden de las sugerencias de Valoran, por lo que el Coro los utiliza sin queja alguna. El Tribunal Miseracordium decide la política de la Tradición. Valoran encabeza esa institución, pero no ejerce su autoridad a no ser que sea necesario.
Primus: Valoran («nombre secreto» de un obispo francés).
Iniciación: aunque algunos Coristas proceden del clero, la mayoría es gente normal que ha experimentado visiones demoledoras. Alguien aturdido por un conocimiento así termina dando con almas similares, o con algún libro o lugar sagrado. De un mentor aprende conocimientos secretos. La iniciación comprende siete votos sagrados: Silencio, Caridad, Misericordia, Reverencia, Reflexión, Trabajo Sagrado e Iluminación.
Daemon: ningún Corista utilizaría esta palabra para describir a los ángeles, santos y voces divinas que lo guían.
Afinidades: Cardinal, Fuerzas y Aire.
Seguidores: clérigos, fieles, guardaespaldas, peregrinos, enfermos.
Conceptos: ermitaño santo, sacerdote, reformista de la Iglesia, renunciante, sanador, erudito, caballero, inocente, caído redimido por la fe.
Contempla mi lampara. Escucha mi voz.
Por favor… la Ultima Hora se acerca..