LA DISONANCIA NO ES LA AUSENCIA DE ARMONÍA, SINO SIMPLEMENTE UNA ARMONÍA QUE NECESITA SER AJUSTADA HASTA QUE LA CANCIÓN SUENE SINCERA.
El asediado Coro Celestial, herejes e idealistas de los credos monoteístas del mundo, acata la voz de lo Divino. Todos los seres vivos, conjurados y animados por el Uno (sea cual sea el nombre por el que se le conozca) pueden unirse a esa Canción y dar forma a la Creación. Desafiando sus diversas ortodoxias, los Coristas enseñan que la Canción tiene muchas armonías. Alguien de fe puede oírla y aproximarse al Uno a través de diversos credos. Y por su tolerancia, los Cantantes han soportado un cruento historial de martirios.
Las liturgias de los Coristas hablan de unidad y división, triunfo y congoja. Los más viejos cantos datan de la Primera Edad, la Ruptura, cuando la unidad pura del Uno fue rota y los Primeros Cantantes, héroes mortales de una fe sin límites, confrontaron y subyugaron a los espíritus rotos de entidades defectuosas. Los cantos pentatónicos recuperados de la dinastía XVIII de Egipto recuerdan al sacerdote ciego Mentuhetep, que llevó al faraón Amenhotep IV a adorar al dios Sol, Atón. La ciudad del faraón, Akhetaten; su nuevo nombre, Ikhnaton; sus compañeros adoradores, la Congregación Sagrada, procedían de tierras dispares y aun así vivían en armonía. El Coro canta sobre todas estas cosas y muchas más. Entonces su canto se convirtió en una marcha fúnebre: sacerdotes celosos de la vieja fe destruyeron la ciudad de Ikhnaton y trataron de borrarlo de la historia. La Congregación se dispersó por todo Oriente Próximo.
Y entonces, una creciente melodía, su contrapunto bajo y oscuro: Durante dieciséis siglos, grupos diversos y díscolos de Congregantes crecieron en fuerza. Primero vinieron los cultistas de los misterios mitraicos, guardados por escudos romanos; después, tras la Ascensión de Cristo, una secta llamada Voces Mesiánicas.
Para suprimir la corrupción en la naciente Iglesia romana, el mago Mesiánico Claudius Dediticius fundó sus Caballeros del Arcángel Gabriel, Mensajero de Dios. No podría haber imaginado que al final los Gabrielitas se convertirían en la Cábala del Pensamiento Puro, predecesores del Nuevo Orden Mundial de la Tecnocracia.
Las notas discordantes son heraldo de la Canción de Guerra: por medio de simonía y gratificaciones, creando reyes y mediante crueldad, la Cábala amasó poder temporal. Sus rígidas formas y sus rampantes abusos, como la bárbara cruzada albigense, alejaron a los magi “herejes”. Durante el cisma occidental, estos antinomistas promovieron nuevos movimientos: valdenses, husitas o la herejía del espíritu libre.
Contactaron con espíritus afines en el Islam ismailita y en la orden Bektashí, entre los majestuosos reyes zoroástricos, incluso entre los eruditos-guerreros nacionalistas hinduistas Vishnudharadhara (“la Espada de Vishnu”). Tal ecumenismo era herético, pero los antinomistas no se arrodillaban ante ninguna autoridad mortal, ya fuese la Iglesia o el Estado.
Y por ello, fueron cazados. Las llamas de la Inquisición ardían calientes. Mientras tanto, los Congregantes flaquearon, si no en su devoción sin duda en su progreso, debido a guerras dialécticas entre ellos y Mágicas contra los Herméticos y las brujas.
Una nueva armonía: Valoran, un obispo francés que se escondía de la Inquisición, reunió a las Voces Mesiánicas e hizo las paces con los paganos. En 1461, con las brechas más graves sanadas, los Congregantes de todas las fes monoteístas presentaron una cara unificada al Concilio de las Nueve como el Choeur Céleste.
Lentos acordes descendentes: según surgió la Orden de la Razón, el nuevo Coro decayó a causa de la persecución, las masacres y la intolerancia. Para dividir y conquistar, la Cábala (y el NOM y el Sindicato, después) promovieron siglos de guerra cultural entre las fes occidentales. Y aunque el fundamentalismo fortalece el paradigma del Coro (muchos Durmientes aún creen en los milagros), también destruye el mensaje de unidad divina.
Incluso así, los Coristas aún predican ese mensaje. Es más, lo viven. Entre las Tradiciones, el Coro es quizás la más compasiva… y ciertamente habla con más fuerza, en conjunto, por el bienestar de las Masas. Aunque ciertos miembros pueden ser fanáticos, ni siquiera los Cantantes primitivistas son fundamentalistas religiosos en el sentido en que los Durmientes entienden ese término. Para oír siquiera las notas más simples de la Canción (y luego sobrevivir en el Concilio), un Corista debe trascender el dogma y abrazar la fe. En lo que respecta a matices teológicos más peliagudos (el sexo de la Divinidad, los límites de la tolerancia, el papel de Cristo y el Profeta en el plan Divino, esa clase de cosas), los Coristas actuales evitan deliberadamente adoptar una posición oficial. Como resultado, hay mucha tensión en sus filas, ¡pero al menos ya nadie está siendo quemado vivo por ello!
No todo es paz y amor, por supuesto. Las viejas heridas permanecen entre este grupo y sus compañeros. Por necesidad y fe, el Coro aún discute con esta complicada alianza, debatiendo dónde y cuándo trazar las líneas con “amigos” que practican Artes aborrecibles. Aun así, los visionarios de las Tradiciones otorgan al Concilio pruebas de lo que puede reportar estar unidos por la tolerancia. “Cantamos en armonía”, insisten, “y así podríamos ser todos”.
Organización: Jerárquico desde la República romana, el Coro es dirigido por la Curia, un sínodo de diecisiete miembros compuesto de Cancilleres y oficiales financieros, tribunos, notarios y comisionados litúrgicos asociados. El Canciller más respetado (o mejor conectado) ostenta la posición ceremonial de Pontifex Maximus. Cada Canciller comanda una plantilla regional de Exarcas, a veces llamados obispos. Los Exarcas supervisan a los líderes locales llamados Presbíteros (sacerdotes o ancianos), quienes representan la cara humana de la Tradición.
Iniciación: Los Presbíteros buscan reclutas comprometidos socialmente en las organizaciones eclesiásticas. Algunos adoradores Despiertan de forma espontánea por medio de poderosas experiencias religiosas, especialmente aquéllas que implican música. Cada nuevo aprendiz, o Catecúmeno, se somete a la rigurosa instrucción de un mago experimentado llamado Precepto. Como muchas formas de entrenamiento religioso, esta instrucción implica asuntos de doctrina, disciplina personal y, obviamente, muchas lecciones de canto.
Esferas Afines: Cardinal; Fuerzas o Espíritu.
Foco: Las Artes fluyen no de los logros personales o la intención, sino de la fe, la unidad y la armonía con la Voluntad Divina. Cantar, especialmente muchas voces unidas en armonía, supone el más viejo e importante instrumento de esta Tradición. La Magia de los Coristas tiende a manifestarse en luz, fuego, calor, vibraciones armónicas y música sublime. La fe y la Alta Magia Ritual son el núcleo de las prácticas del Coro Celestial, así que los paradigmas del grupo incluyen la Creación Es Divina y Está Viva, Orden Divino y Caos Terrenal y, por supuesto, Todo Está Bien; Ten Fe.
Estereotipos
- Tradiciones compañeras: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay». Aunque puedo no entenderlas todas… puede incluso, Dios me perdone, que odie algunas… Elijo recordar que todos recibimos gracia guiada por lo Divino.
- La Tecnocracia: Traidores a la Gracia que aprisionan el mundo con cacofonía mecánica.
- Los Dispares: Almas perdidas, todos y cada uno de ellos.
El Coro Celestial es una de las Tradiciones más incomprendidas. Aunque, sin duda, es una Tradición religiosa, no pone ningún credo por encima de otro, ya que el Uno y lo Cardinal que el Coro venera trascienden la deidad de cualquier congregación concreta. Toda la humanidad es parte de una canción cósmica, la irradiación gloriosa de lo Puro y lo Cardinal. Cuando la humanidad se reúna otra vez en esta veneración, lo Cardinal será un todo de nuevo, la canción se manifestará y el universo quedará sanado.
Al igual que la Hermandad Akáshica, el Coro Celestial sostiene que es una de las primeras Tradiciones, no tanto en su forma corriente como en cuanto a encarnación de una filosofía y una exaltación que han sido parte del universo desde su creación. Las raíces del Coro abarcan himnos y exaltaciones que se remontan a cientos de años atrás; su existencia como Tradición data aproximadamente del tiempo de Akenathón. Desde entonces, el Coro ha tenido una influencia increíble sobre la historia de la humanidad por toda una serie de razones, entre ellas que esta Tradición mantiene apasionadamente que su deber es proteger a los Durmientes y guiarlos en la Ascensión a través del conocimiento del Uno.
Desde los primeros días, el Coro ha alentado a la gente a buscar la canción que los una en la contemplación, la armonía celestial. En algunas épocas y lugares, el Coro se condujo ejemplarmente y fundó religiones tolerantes, acogedoras y optimistas. En otras fracasó, presentando su visión del Uno como un único camino que no permitía desviación. Alternativamente hierofantes y herejes, los Coristas acudieron a la inspiración de algo suprahumano, una fuerza creativa que podía unir a todos bajo su influencia.
Desafortunadamente, el Coro no siempre es puro y recto, ni siquiera en su deseo de ayudar. Sus numerosos experimentos para fomentar el «camino verdadero» abrieron la puerta a cismas dogmáticos a través de las intolerantes iglesias medievales en la Edad Oscura del catolicismo y el Islam. Desde sus orígenes en los tiempos griegos y romanos, el Coro fue evolucionando lentamente hasta una forma cercana a la iglesia católica. Todos los miembros del Coro aprendieron de la implicación del grupo en la Inquisición y en ambos bandos de las Cruzadas. Si bien el ideal – mantener el mundo a salvo de influencias peligrosas – pudo haber contado para los inquisidores, su creencia ferviente les impidió la visión y el buen juicio. Los nuevos miembros del Coro están advertidos de la conveniencia de tener sus mentes abiertas, de mantener su atención fija en la unidad y de recordar que todos los caminos son recorridos por el Uno y lo Cardinal. Los Iniciados también aprenden de los vínculos de la Tradición con la Cábala del Pensamiento Puro, un pequeño grupo dentro del Nuevo Orden Mundial. Aunque los dos grupos empezaron siendo uno, la Cábala del Pensamiento Puro rechazó la idea de que todo el mundo, sin reparar en la fe, pudiera ser parte de su Mundo Único.
Muchos consideran que la ruptura de la Cábala del Pensamiento Puro con el Coro fue lo que provocó la ruina de la Tradición. Aunque su poder destacó en la Edad Media, muchos miembros del Coro llegaron a ser considerados herejes por la aceptación cismática de otras creencias como caminos igualmente válidos hacia el Uno, mientras que otros se ciñeron tan cerradamente a sus puntos de vista que lucharon incluso contra sus hermanos. El intransigente comportamiento de la Iglesia, unido a su corrupción por la codicia material, condujo al pueblo a adoptar las ideas de la Cábala del Pensamiento Puro para hacer avanzar a la humanidad en lugar de insistir en las esperanzas de una vida mejor después de la muerte. Finalmente el poder de la fe disminuyó en la misma medida en que creció la Orden de la Razón. Los miembros del Coro abandonaron los desmoronados pilares de la Iglesia, acosados tantas veces por sacerdotes persuadidos por los regalos materiales de la Orden, como por los propios soldados de la Orden.
Cuando los nubarrones de la Razón y la Tecnocracia se juntaron, el Coro buscó cobijo en pequeños grupos, comunidades laicas, cultos misteriosos y oficios menores. La maltrecha espalda de la creencia religiosa no pudo soportar por más tiempo al Coro, cuyos miembros tuvieron que ocultar sus milagros entre las Masas como líderes o seguidores de pequeños grupos. La visión del Coro permaneció fija en la comunión santa, una Ciudad Sagrada en la cual la humanidad entera pudiera unir su voz en armonía con la Canción de la Creación, pero esta meta se fue alejando lentamente de su alcance. Irónicamente, sólo esta derrota común pudo unir realmente a las distintas facciones del Coro, que todavía hoy conservan una relación prudente y recelosa en el seno de la Tradición. La gente todavía quiere creer, necesita algo más, y el Coro responde a esa inquietud y, así, aviva las llamas de la fe.
ORGANIZACIÓN:
El Coro observa una estructura más estricta que la de cualquier otra Tradición, salvo la de la Orden de Hermes. Su jerarquía está hecha a imagen de la primitiva iglesia católica, de acuerdo a un sistema de rangos basado en la responsabilidad, la habilidad mágica y la antigüedad dentro del grupo. La comunicación es fácil en el Coro, ya que nuevo Cantante sabe quienes son sus superiores y sus inferiores y de esta manera el conocimiento puede pasar de unos a otros. Sin embargo, muchos adversarios de esta Tradición señalan que el sistema de rangos alienta a los Cantantes a estar pendientes de ascender en la jerarquía y olvidar su propósito real. La apreciación es válida – algunos Coristas están más interesados en el reconocimiento que en ayudar a los otros – pero el Coro defiende su sistema diciendo que está diseñado para enseñar a los nuevos miembros y permitir a los más experimentados guiar sabiamente a la Tradición.
El Coro está lleno de voces de todas las Esferas y rincones del mundo. Cualquiera que tenga fe en el Uno y deseos de ayudar puede llegar a ser un Cantante. Para empezar, no es necesario que los Coristas sean religiosos, basta con tener fe en que hay algo ahí fuera que es mayor que ellos. Es más importante para un Iniciado querer alcanzar la armonía que creer en un determinado dogma. De todas maneras, hay algunas personas que encajan mejor que otras en esta Tradición: enfermeras, trabajadores sociales, personas con handycaps, clérigos y profesores tienen más probabilidad de hacerse Coristas.
FACCIONES:
Muchas facciones se establecieron en el Coro. Aunque la Tradición se divide según las religiones, además se subdivide conforme a los diferentes modos de acercarse a la religión o de buscar lo divino. Estas facciones, como a menudo pasa con el resto de la Tradición, están formadas por un grupo de gente independiente que se pone de acuerdo sólo en algunos principios básicos, aunque cada vez son más los Coristas que rechazan hoy en día la división a favor de una unidad verdadera entre todos los miembros de la Tradición.
Los Anacoretas, que viven en lugares apartados, buscan la sabiduría individual y la salvación. Más que componer una facción son un grupo de individuos que rechazan las estructuras tradicionales y que buscan un compromiso personal con lo divino. Rara vez se relacionan con el «mundo real», pero cuando lo hacen, la mayoría encuentra que el mundo material es una influencia corrupta y regresa a sus ermitas. Mediante la comunión con regiones salvajes y entidades desconocidas, muchos Anacoretas desarrollan una intensa comunicación con la magia espiritual.
Los Coristas conservadores tienden a trabajar de acuerdo con los Septarianos: estos miembros censuran la actuación del Coro con las otras Tradiciones, ya que consideran que las influencias de otros magos adulteran la canción sagrada con tecnología discordante y magia herética. Para ellos únicamente el Coro posee una visión verdadera de la unidad. Aunque no tienen una gran influencia dentro de la Tradición (el Coro ya tiene demasiados enemigos como para andar buscando más), muchos Coristas comparten algo de sus reservas hacia la actitud de otros magos. Los Septarianos estudian magia Cardinal a la vez que purifican sus almas para acercarse a su propia manera de ver la unión con el Uno.
El grupo opuestos al de los Septarianos es el de los Latitudinarios, que defienden una reestructuración total de la Tradición de acuerdo a ideas menos católicas. Creen que la estructura medieval del Coro es demasiado rígida y excluyente y que la Tradición debe cambiar para dar cabida no sólo a las religiones, sino también a las estructuras de las creencias de otras Tradiciones. Cada Latitudinario tiene una opinión personal acerca de lo que es aceptable y lo que no lo es, por supuesto, pero todos están de acuerdo en que la Tradición debería adoptar una estructura más abierta, un mayor grado de libertad de discusión y de tolerancia ante otra magia tradicional.
Los más abiertos del Coro suelen pertenecer al grupo de los Monistas, que busca una iglesia única y unida. ¿Cómo va a lograr el Coro la unidad de la humanidad si no puede lograrla dentro de sus propias filas? Los Monistas intentan reconciliar las diferencias entre las diferentes facciones y religiones, haciendo concesiones y comprometiéndose para construir una iglesia única. Su objetivo no es acceder a la divinidad de acuerdo con la estructura dogmática de un camino «correcto y verdadero», sino más bien abrir las puertas a todas las maneras de entender el Uno, considerándolas como igualmente válidas. Aunque tropiezan con una oposición considerable, los Monistas son muy persuasivos y tolerantes con su Tradición y se destacan por su capacidad para encontrar aliados entre grupos dispares. Trabajan con el elemento Cardinal como un medio para ejemplificar las raíces comunes de toda la creación.
La Sociedad Alejandrina persigue la reconciliación de la religión con la ciencia, intentando llevar el pensamiento científico al redil de la religión. Piensan que el proceso de investigación y de descubrimiento es sagrado en sí mismo y que las disciplinas científicas forman parte de la búsqueda de lo divino. Aunque en ocasiones han sido acusados de simpatizar con la Tecnocracia, los Alejandrinos creen en el derecho de cada individuo a encontrar el equilibrio entre la ciencia y la fe. Además, denuncian a la Tecnocracia como una creación estéril y desalmada. Mediante el estudio de la ciencia, los Alejandrinos desarrollan su comprensión de la Materia para aprender cómo refleja cualidades propias de la divinidad.
Los Hijos de Mithras componen una facción pequeña pero comprometida que sigue el primer culto romano del Mithraísmo. Son soldados que aún guardan algún rencor hacia el Coro por la persecución que sufrió el Mithraísmo por la cristiandad, pero le sirven como defensores incondicionales, puesto que creen que todos tienen derecho a protección en la búsqueda de lo divino. Los Hijos de Mithras son un culto un tanto marginal, pero, por lo menos, son reconocidos por el Coro moderno. La mayor parte de los Hijos estudian las Fuerzas como una manifestación de Mithras, el dios de la fuerza militar.
El grupo de los Hijos de Albi es lo que queda del movimiento albigense desde los días de las Cruzadas. Siguen fieles tanto a la idea de que lo material y lo divino constituyen mundos separados, como la de que sólo el rechazo de lo material puede permitir la trascendencia del espíritu. Como otros grupos que fueron perseguidos durante las Cruzadas, mantienen una relación ambigua con los miembros del Coro. Defienden una marcada división entre la Iglesia y el Estado y creen que este último es corrupto por pertenecer al mundo material. Siguen las escrituras sagradas rechazadas por el Cristianismo tardío y estudian la magia Cardinal para dominar los secretos del mundo sacro y oculto, opuesto al mundo material corrupto.
Los Nashimitas practican un culto gnóstico parecido al de los Hijos de Albi, pero que lleva sus ideas aún más lejos. Creen que el Uno tiene la capacidad para abarcar todos los elementos de la creación y que el curso de las almas vivientes determina su voluntad por eso aceptan la posibilidad de una divinidad verdaderamente perversa, ya que si el alma humana se corrompe, también el Uno pierde su pureza. Los Nashimitas trabajan para propagar los ideales de la compasión y de la luz a tantas personas como sea posible, con la esperaza de elevar las almas de toda la humanidad, de manera que el Uno también alcance su nivel superior y que así, el universo mejore. Por eso, los Nashimitas (igual que los Hijos de Albi) estudian la magia Cardinal para discernir el estado del Uno.
Los Caballeros Templarios, quizá el grupo más misterioso y cismático de todos, se reincorporaron recientemente al Coro. Protegen con ferocidad los viejos métodos del Cristianismo, aunque también practican ritos inusuales transmitidos a través de los siglos. Tienen una estructura conspiratoria, lo que no es sorprendente si se tiene en cuenta el «final» que tuvieron a manos de una iglesia y un soberano que les denunciaron simplemente para apoderarse de sus riquezas. Los Templarios modernos son guerreros de la fe y van armados para defender a los maestros cristianos luchando contra los enemigos de la Ortodoxia y el Coro. Todavía hay algunos que rechazan asociarse al Coro, debido a que acepta otras religiones, pero la mayoría encuentra en la Tecnocracia la mayor traición a la capacidad humana del pensamiento y del libre albedrío otorgadas por la divinidad. Mientras que otros Coristas se esfuerzan por lograr la unidad de los hombres en la búsqueda de lo divino, los Templarios luchan por la rectitud con un entusiasmo sin parangón, provistos de espadas mágicas, armaduras hereditarias, ametralladoras e instrucción militar. Como era de esperar, los Templarios dominan la Esfera de Fuerzas, manifestación de la verdadera Ira de Dios.
FILOSOFÍA:
Nada define tanto a la humanidad como su aspiración a lo divino. Todo individuo es consciente, hasta cierto punto, de esta chispa, de este ideal superior, de este gran poder. Hasta la monstruosidad más malvada reconoce la divinidad, aunque sólo sea a través del rechazo deliberado: la unidad nos reclama a todos. En el tiempo en que los fragmentos del Uno están dispersos por todo el mundo, los humanos buscan un proyecto común que los reúna. La pureza del canto junta muchas voces en una sola armonía, creando así algo bello y nuevo, algo que una única voz no podría conseguir. De tal Coro procede la canción de la gloriosa unidad, que arrastra consigo incluso a la discordia y los conflictos. Por eso, cuando la gran armonía traiga paz, comprensión y gracia para cada uno, toda la humanidad alcanzará la unidad.
FALLOS:
Los puntos débiles del Coro son tan evidentes como su poder. A primera vista, podría parecer que el Coro está formado por una multitud de gente que canturrea y que está de acuerdo en que hay una deidad, lo Uno y lo Cardinal, pero que a la vez mantiene las divisiones religiosas: los católicos y los anglicanos todavía discuten, los judíos y los musulmanes no confían entre ellos … cada grupo tiene algún problema con otro. A la larga pueden decidir adorar al Uno, pero de lo que no son capaces es de desprenderse lo bastante de sus ideas religiosas particulares. Esta debilidad está directamente interpuesta en el camino hacia una humanidad unificada, meta de la Tradición. Si no pueden ponerse de acuerdo sobre su propia filosofía, ¿cómo va a ser posible que guíen a toda la humanidad hacia la armonía? Resulta irónico que una Tradición dedicada a unir tenga una historia tan marcada por el conflicto y la opresión, que esté en desacuerdo constante acerca de la forma que la unidad ha de tomar.
TEORÍAS Y PRÁCTICAS:
El credo fundamental de esta tradición es el del Aum universal, la canción que fue entonada antes del comienzo de los tiempos. El Uno comenzó una canción que se dividió en una armonía infinita: todos los hijos del Uno. Tanto los durmientes como los Cantantes (así llama el Coro a sus miembros) son hijos del Uno y forman parte de la Canción. Aunque la Tradición parece estar compuesta sólo por cristianos, también cuenta entre sus filas con muchas otras doctrinas: judíos, musulmanes, budistas y paganos también forman parte del Coro y todos continúan con sus prácticas religiosas, aunque comprenden que sus dioses no son más que una parte de la fuerza del Uno, fuente de la luz y lo divino.
La fuerza de esta Tradición reside en su entrega a altas aspiraciones. El Corista ideal reúne las características que un buen cristiano, un buen musulmán, un buen pagano o un buen judío debería tener: es bondadoso, compasivo, fuerte, leal y altruista. Los Corista se dedican a ayudar a sus semejantes, tanto Durmientes como Despiertos, luchando contra la opresión y el odio. La Tradición podría ser pacífica, pero, claramente, no lo es. La guerra, aunque Santa, sigue siendo guerra y sus guerreros resultan aterradores en el campo de batalla.
La magia es la voluntad del Uno y los Cantantes, sencillamente, se abren a ella, se convierten en cauces de la canción y dejan que el fluir de la armonía llene sus voces y sus espíritus. Los humanos no pueden hacer más que dirigir la magia; los magos son sólo las manos y los dedos de lo Uno y lo Cardinal. La canción es la gran sinfonía de la creación y un Corista puede liberarla a través de un canal mortal, si es sólo durante un momento, y así unirse a lo divino. Debido a que los Coristas se centran tan profundamente en una idea que está más allá de lo religioso y lo mágico, su área de acción es lo Cardinal, la Esfera relacionada con la estructura del universo, la manifestación mágica directa del Uno.
En un ámbito más físico, los esfuerzos del Coro toman la forma de obras que habitualmente corresponden a la Iglesia, tales como los comedores de beneficencia, las clínicas gratuitas o el cuidado de los necesitados. Cuando las personas han satisfecho sus necesidades materiales (razonan los magos) están más inclinadas a ser generosas con el prójimo. Por otra parte, resulta más fácil propagar un mensaje si este mensaje está ya presente entre la gente. Está bien predicar desde el púlpito, pero esto no va a ayudar a las personas que realmente necesitan escuchar la canción. El hecho de predicar con el ejemplo es un elemento central del método de los Coristas para fomentar la Ascensión.
Esfera habitual: Cardinal
Focos habituales: Canción, Velas, Oración, Campanas, Incienso, Símbolos Sagrados.
Conceptos: Arqueólogo, Diplomático, Profesor de Guardería, Guerrero Errante, Orador, Miembro del Ejército de Salvación, Predicador Callejero, Estudiante de Teología, Buscador.
Estereotipos:
-Adeptos Virtuales: Inventan sin propósito alguno, ya que no entienden la divinidad a la manera en que crean. Tienen un don, pero no lo usan armoniosamente.
-Culto del Éxtasis: Ven lo divino, pero escogen lo profano.
-Cuentasueños: Aunque el Uno lleve muchas máscaras, sigue siendo el Uno.
-Eutánatos: La unidad reside en la vida, no en la muerte.
-Hermandad Akáshica: Sus cantos son poderosos individualmente, pero deben aprender a trabajar en conjunto.
-Orden de Hermes: Por mucho que toquen los Cielos, eligen traficar con los poderes del Infierno. No respetan su poder, por eso abusan de él irresponsablemente.
-Hijos del Éter: La creación es una noble tarea, pero el hecho de construir cosas no te convierte en un Dios.
-Verbena: Sus creencias están lejos del Uno. El cuerpo quizá sea un templo, pero el alma es el instrumento de la música suprema.
-Seres Huecos: Se amortiguan a sí mismos la Canción. Si se puede llevar a estos hacia la luz, entonces hay esperanza para todos.
«El Uno es glorioso e innombrable .
El Uno tiene todos los nombres que se han cantado.
Escucha la cancion creciendo dentro y alrededor de ti y conoceras el Uno y lo Cardinal.»