No es la gente… es algo que sale de la tierra en ciertas partes del mundo y que tiene un efecto sobre la psique humana, haciendo que el hombre reaccione exactamente de la misma forma una generación tras otra.
-J. Burdett, «Los últimos seis millones de segundos»
Ambientación de Bulgaria y Lituania
BULGARIA
La historia búlgara se remonta al menos cuatro milenios antes del nacimiento de Cristo, centrándose en la costa del Mar Negro en Varna. Los nómadas de las estepas de Asia Central establecieron sus hogares en esta tierra idílica de montañas boscosas y fértiles valles y llanuras. No obstante, los campos de la región fueron presa fácil para las tropas conquistadoras de Alejandro y, en su momento, el Imperio Romano. Ventrue y Toreador acompañaron a estos invasores, pero encontraron inhóspita la tosca, región fronteriza de Bulgaria, por no hablar de la directa hostilidad de los Tzimisce. Los hunos ocuparon la ciudad tras la caída de Roma, mezclándose finalmente con las tribus eslavas que entraron en la región en el siglo VI. Esta particular combinación dio como resultado una civilización guerrera y expansionista, temida por las tierras occidentales de Europa y también por Constantinopla. Los ugros, como se hacían llamar, acabaron siendo conocidos en Europa como «búlgaros». La lucha por cristianizar Bulgaria abarcó casi dos siglos, reflejando los choques entre los señores Tzimisce. A pesar de la conversión en el año 611 del Rey Kurt, la gran mayoría de la población se mantuvo fiel a sus deidades tradicionales. Con su codiciosa mirada puesta en el Imperio Bizantino, el rey pagano Krum aprovechó en el año 811 el conflicto entre griegos y árabes para atacar y matar al Emperador Nicéforo. El cráneo guarnecido en plata del difunto emperador sirvió como copa al victorioso líder búlgaro, enfureciendo a los ejércitos de Constantinopla.
Cincuenta años después, los griegos bloquearon las vías costeras de los búlgaros, consiguiendo obligarles a adoptar su versión del cristianismo. El breve retorno al paganismo por parte del Rey Vladimir a finales del siglo IX terminó con la llegada al trono de su hermano Simeón el Grande. Simeón incorporó la religión cristiana a su plan para convertir Bulgaria en un poder que rivalizase con Constantinopla: bajo su gobierno, los guerreros búlgaros, de acuerdo con su feroz reputación, expulsaron a los magiares a lo que posteriormente sería conocido como Hungría, Desde sus fortalezas en las montañas del interior de Bulgaria, los voivodas Tzimisce orquestaban su presión para erradicar las influencias «extranjeras» (especialmente Brujah y Ventrue).
Los ataques desde Kiev durante el siglo X debilitaron a los búlgaros, y finalmente Constantinopla estableció su dominio sobre sus belicosos vecinos en el año 1018. Esto abrió Bulgaria de nuevo a la influencia de Cainitas extranjeros, que bajo el dominio bizantino consideraban la región más apetecible. El gobierno bizantino frustró el desarrollo de Bulgaria como potencia, minimizando su cultura y la importancia de sus líderes religiosos. Poco a poco, Constantinopla fue instituyendo cambios que sangraron a la economía búlgara. El idioma y las costumbres locales fueron dejados de lado o sufrieron una persecución activa, mientras la aristocracia búlgara se veía desplazada por nobles importados de Constantinopla, varios de los cuales servían a los intereses de los clanes Ventrue y Toreador. Los pocos terratenientes nativos que quedaron tuvieron que pagar eso con su lealtad. El fraccionamiento entre los Tzimisce alcanzó nuevas alturas a causa de las corrientes políticas divergentes que barrían Bulgaria. El resentimiento popular contra los bizantinos fue creciendo hasta provocar una serie de rebeliones: en la primera de ellas, en el año 1040, Pedro Delyan, conocido como tsar de Bulgaria, logró liberar una gran porción de territorio. Aunque su reino duró poco a causa de la traición de parientes codiciosos y las maquinaciones de una facción Tzimisce, sentó un precedente que se iría repitiendo a lo largo del siglo. Entre los años 1072 y 1086 hubo otros tres levantamientos: todos terminados en fracaso, pero dejaron muy clara la actitud búlgara. Bulgaria ha visto una sucesión de sangrientos conflictos durante la mayor parte del siglo XII. Los ejércitos de la Primera y Segunda Cruzadas dejaron su marca sobre los campos búlgaros en su camino a Tierra Santa. Las renovadas incursiones bárbaras desde las estepas orientales impusieron la carga de defender Europa y el Imperio Bizantino. Merodeadores Gangrel y manadas de Colmillos Plateados rusos acosaron a los Cainitas locales durante buena parte del siglo. La lucha contra las depredaciones asiáticas y europeas arruinó cualquier intento de sacudirse el yugo bizantino. Constantinopla, ocupada con la amenaza de los turcos seleucidas y bloqueada por la llegada de cruzadas en route a Jerusalén, era incapaz de ayudar a los búlgaros en la defensa de sus tierras. No obstante, a finales del siglo resurgieron los viejos ideales búlgaros de independencia, al reafirmar la aristocracia nativa su herencia guerrera, y de nuevo comenzó la campaña para liberarse del dominio bizantino, A pesar de las simpatías divididas de los Tzimisce, volvió a darse un impulso independentista. Bajo la guía de los hermanos Pedro e Iván Asen, los búlgaros volvieron a atacar a sus amos bizantinos en el año 1186. Bulgaria está a punto de conseguir su sueño. Algunos voivodas Tzimisce siguen apoyando a Bizancio, pero otros consideran que sólo una Bulgaria independiente puede asegurar su supremacía en la región.
LITUANIA
La ferocidad de los lobos, uros y jabalíes que rondaban por los bosques sólo era igualada por la obstinada resistencia de la población humana a la inoportuna atención de los vecinos ejércitos cristianos.
— Rowell, «El auge de Lituania»
En el año 1197, la región geográfica de Lituania está a punto de sufrir un asedio. Lituania es uno de los últimos territorios paganos de Europa, y los caballeros cristianos ansían someter a las tribus aistanas que llevan milenios viviendo allí. Las leyendas de bárbaras prácticas paganas serán utilizadas para justificar la violenta opresión de lo que ha sido históricamente una nación aislacionista. El único crimen de los lituanos es tener unas creencias religiosas distintas a las de los cristianos occidentales, pero en los años siguientes eso bastará para caer cruentamente sobre ellos.
Muchas historias de Lituania comienzan en el siglo XIII, pues la región no será verdaderamente reconocida como reino hasta más o menos el año 1223. El Rey Mindaugus, a base de matrimonios intertribales, asesinatos y pericia militar, unifica entonces las tribus aistanas. Los príncipes no derrotados en batalla o no incorporados a su familia por el matrimonio serán exiliados a Rusia para conquistar las regiones más remotas. No obstante, a causa de la oposición exterior, Mindaugus se verá forzado a aceptar el cristianismo como parte de la religión lituana. Como con otros reinos, esto animará los intercambios y la diplomacia entre su pueblo y otras naciones cristianas.
Pero esta declaración tendrá un matiz ligeramente distinto en Lituania que en, digamos, Hungría o Bulgaria. Aceptar las enseñanzas de Cristo en el reino de Lituania significará incorporarle a un extenso panteón. Añadir un nuevo dios es mucho más fácil que dar la espalda a todo un sistema de creencias que ha sido la base de la cultura lituana durante siglos. El culto a los viejos dioses no será abandonado. Además, el reconocimiento por parte de Mindaugus de la fe cristiana le hará ganarse el favor del Papa, que le otorgará el derecho de tierras rusas y más hacia el este en el año 1253. Pero en 1260. Mindaugus renunciará al cristianismo, una apostasía que aumentará el aislamiento de su reino. Lituania se mantendrá predominantemente pagana durante siglos.
Antes del reinado de Mindaugus, el territorio de Lituania es una vasta colección de tribus paganas. Aunque muchos adoran a los mismos dioses, los paganos no tienen una organización central. Las costumbres varían mucho de una región a otra, y aunque muchos eruditos occidentes afirman que hay una autoridad religiosa central, las creencias son también muy variadas. No obstante, hay algunos aspectos unificadores en las tierras tribales de Lituania: son un pueblo, los aistanos, y han construido su civilización a lo largo de los siglos.
En el siglo XI, las tribus aistanas vivían en las costas del Báltico, formando cuatro grupos principales: los antiguos prusianos, los yatvegos, los letones y los lituanos. Muchas de estas tribus han sido exterminadas desde entonces (los antiguos prusianos por los caballeros Teutones y los yatvegos por los polacos y los eslavos orientales). La Orden Livona sometió a los letones. Aislados por el Mar Báltico, los extensos bosques y los impracticables pantanos, los aistanos no tenían tantos deseos de emigrar como muchas de las otras tribus, aunque se beneficiaban de su ubicación entre las gran- des rutas comerciales del Vístula y el Dniéper; tenían un contacto limitado con el mundo exterior.
La primera mención de «Lituania» en un documento aparece en los Annales Quedlinbugenses, obra de un erudito alemán en el año 1009. Pero hay registros de la región que se remontan al Imperio Romano. Varios estudiosos Romanos, incluido Tácito, escribieron acerca de las culturas de la región báltica. Entre otras cosas, los romanos comerciaron con los aistanos: cera, pieles, miel, sal y ámbar eran mercancías comunes.
Sorprendentemente, los primeros aistanos también eran conocidos por su pericia tomo apicultores. Durante los últimos años del Imperio Romano, estuvieron sometidos al rey godo Hermanarico, pero la dominación duró relativamente poco. El comercio siguió adelante, sobre todo con otras tribus finesas y ocasionales mercaderes griegos o árabes.
En el siglo VIII, la región ahora conocida como Lituania llamó la atención de Carlomagno. El emperador tenía la intención de difundir el cristianismo por toda Europa, y buscaba más información sobre los pueblos no abarcados por su imperio: sus exploradores volvieron con informes sobre los lituanos, pero el poder de Carlomagno nunca llegó hasta allí.
Los vikingos eran una amenaza mucho más inmediata: a partir del año 800 asolaron la costa báltica, lanzando sus ataques contra territorio aistano desde una serie de puestos de avanzada. Gran parte de su actividad consistía en asegurar el control de la desembocadura del río Dvina y las tierras cercanas al Dniéper, donde colonos vikingos protegían sus más concurridas rutas comerciales hacia Bizancio. Pero al llegar el nuevo milenio, todos los puestos de avanzada vikingos a lo largo de la costa báltica habían sido destruidos.
Como en las naciones balcánicas, los avances lituanos en la agricultura supusieron el surgimiento de un sistema de gobierno feudal. El cultivo en barbecho y la crianza selectiva aumentaron las cosechas y rebaños a principios del siglo X, y la introducción del torno de alfarero facilitó la conservación de alimentos. Los fuertes de las colinas, fáciles de construir y defender, protegían los campos. Solía haber pilas de leña menuda en la cima de las colinas para hacer hogueras de aviso: cuando se encendían estas hogueras, las familias y el ganado eran conducidos a los fuertes o a esconderse en los bosques. Algunas de las mayores fortificaciones eran bastante grandes, y a veces varias de ellas estaban interconectadas para facilitar las comunicaciones y la huida de unas a otras. El viaje se realizaba a través de pasadizos secretos, redes de túneles y puentes de piedra sumergidos que cruzaban ríos y lagos. La sociedad agrícola lituana giraba en torno a las granjas y castillos de los guerreros de élite, Los kunigai (duques) y bajorai (servidores nobles) eran los más fuertes y acaudalados defensores de la tierra. Con el tiempo, los líderes regionales podían convertirse en kunigaikstis (príncipes). De hecho, a principios del siglo XIII había más de 20 de éstos príncipes. Como en otras naciones, su riqueza tenía un precio la obligación de alzar ejércitos contra los invasores. El kunigas era con frecuencia un líder militar y religioso.
Actualmente, el título significa »sacerdote». Como en otras sociedades paganas, el príncipe-sacerdote debía, ser feroz en la batalla y sabio en los asuntos mundanos. El líder de los príncipes guerreros, el gran duque, actuaba como sumo sacerdote y líder político. El bajoras era un soldado y granjero que por lo general protegía una gran parcela de tierra. En comparación, el ukinikas (hombre libre) ordinario no tenía tanta tierra ni riqueza: pagaba impuestos al gran duque, y estaba obligado a i r a la guerra con sus propias armas, ayudar en la reparación de los fuertes de las colinas y cumplir deberes de guardia. Trabajando duro, un ukinikas podía llegar a bajoras. Los granjeros arruinados se convertían en «hombres comprometidos», y pagaban sus deudas trabajando las tierras de sus acreedores bajorai.
Este sistema feudal de los príncipes lituanos se vio sometido a amargas pruebas durante los siglos siguientes.
A medida que las regiones se hacían más prósperas, los aistanos fueron siendo atacados de nuevo por hombres del norte, incluyendo suecos y varegos. Además, Lituania fue invadida por ejércitos feudales polacos y rusos a partir del siglo XI. A lo largo de los dos siglos siguientes, antes del reinado de Mindaugus, los invasores atacaban desde el este y el oeste.
En el este, emprendedores mercaderes escandinavos organizaron a los eslavos locales en la última parte del siglo IX, Su laxa alianza política formó la estructura rusa y estableció la capital en Kiev. Para garantizar la seguridad de sus rutas comerciales, los gobernantes de Kiev lanzaron una serie de expediciones militares contra los aistanos. Vladimir derrotó a los yatvegos en el año 983, rechazándoles hasta sus territorios más orientales en 1038 y 1040. En el año 1044, Yaroslav atacó a los aistanos de Lituania, fundando un asentamiento en las proximidades. Pero a la muerte de Yaroslav en 1054, el estado ruteno se desintegró en pequeños principados. A pesar de su éxito contra otras tribus aistanas, loseslavos del este (y sus parásitos Tzimisce) sostenían disputas internas que impedían presentar un frente unido a los lituanos. De hecho, no era raro que los orientales reclutasen a los lituanos para ayudarles en sus conflictos. Por ejemplo, Volodar Glebovich de Novgorod pidió la ayuda de los lituanos contra los duques del principado de Polock en los años 1159 y 1162, pero en 1180 fue Vsevolod de Polock quien pidió a los lituanos ayuda contra Novgorod. Como resultado de la gradual desintegración del poder en el este, los lituanos asumieron el gobierno de todos los pueblos aistanos, empezando a abandonar su política defensiva frente a los eslavos orientales. Novgorod y Polock contrarrestaron esto mediante un pacto de ayuda mutua frente a Lituania, pero su derrota llegará en 1198 reino de Mindaugus sufren un prejuicio occidental. A los eruditos medievales les resultaba fácil representar a los paganos de la región báltica como una amenaza para la forma de vida cristiana o un pueblo primitivo y violento.
Pero no todos compartían esta creencia. Peter de Dusburg, un estudioso de principios del siglo XIV habla de la virtud de los bálticos: no codician riquezas, no se alimentan con platos exquisitos: no sucumben al lujo decadente; muestran humildad ante sus invitados; beben agua pura, hidromiel y leche; no permiten que nadie se encuentre en la pobreza; los pobres y necesitados son siempre bienvenidos, y el asesinato se castiga mediante una lex talionis. El informe demuestra la existencia de muchos valores típicamente «cristianos», y está escrito para avergonzar al lector occidental del medievo. No obstante, algunos de los detalles de Peter son cuestionables. Afirma que los paganos de Lituania practicaban la poligamia, aunque no hay pruebas de ello.
Además, continúa con la tradición del Krivê, un «papa pagano» que era la autoridad religiosa central de los lituanos. Supuestamente, este sumo sacerdote gobernaba desde un templo o ciudad conocido como Romuva pero no se ha encontrado nada que demuestre la existencia de tal lugar. Aunque muchas de las otras ideas de Peter serían ignoradas, esta leyenda de un sumo sacerdote oculto perduraría durante siglos. Tras la conversión polaca a principios del siglo X, los religiosos europeos dedicaron más recursos a convertir a los aistanos. Se considera a Adalberto (Obispo de Praga) y Bruno de Magdeburgo los primeros misioneros en la región. Adalberto entró en las tierras de los antiguos prusianos, pero sufrió el martirio en el año 997. Bruno, designado por el Papa Silvestre II apóstol de los paganos del norte, fue asesinado por los yatvegos en 1009. Firmes en sus creencias, los aistanos no recibían bien los intentos proselitistas de los cristianos. Los seguidores de Adalberto y Bruno sufrieron la misma suerte, Meinhard, del Monasterio de San Agustín en Sieberg, pasó 12 años intentando evangelizar a livos y letones, pero fue muerto en el año 1196. Su sucesor, el Obispo Berthold declaró que la conquista debía preceder a la conversión. Aunque Berthold morirá en batalla en 1198, esta declaración muestra la actitud de muchos cristianos hacia los paganos lituanos en el Medievo Oscuro: si no se convierten por su propia voluntad, deben ser obligados a hacerlo.
El bautismo de los paganos lituanos será impuesto por la espada en el cambio de siglo. En unos pocos años, los cruzados alemanes erigirán una fortaleza en Lituania, y uno de ellos, Albert, establecerá la Fratres Millitiae Christi, los «Hermanos de la Milicia en Cristo». Estos cruzados llevarán la guerra contra los pueblos paganos del Báltico Oriental para someterles e imponer la conversión. En el mundo del Medievo Oscuro, el asalto a Lituania acaba de comenzar…